El hombre del espejo

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Algo tienen los garajes que acojona. A mi no me pasa, no suelo ser miedoso pero conozco gente, chicas sobre todo, que si lo son. Muchas de ellas sienten cierto repelús al internarse de la negrura bajo tierra de un parking, como si supieran que algo malo va a pasarles. El cine ha hecho mucho daño con este tipo de situaciones, no lo podemos negar.

Como tampoco podemos negar que un aparcamiento subterráneo tiene una acústica de la leche, no hay sitio en el mundo donde los pasos resuenen mejor. Y eso, también da miedito a los asustadizos. En el parking de mi trabajo, por ejemplo, en la planta -1 que es en la que aparcamos, casi nunca funciona la luz, y cuando sales de tu coche y se apagan sus luces, te quedas en mitad de un túnel en penumbra, y con esa acústica…. Ir con tacones es lo más, clac, clac, clac, clac, a mí me encantaría…. No penséis nada raro, o mejor, pensadlo, que coño!

Los parkings de centros comerciales son otra cosas, a veces parecen una feria de luces, coches y gente pululando. Pero la verdad es, que bien pensado, los garajes privados grandes son bastante poco amigables, tan oscuros, tan sinuosos, con esas columnas cabronas que amenazan siempre con golpear tu vehículo, tan sucios, con ese olor a gases y a cerrado… todo en ellos es cotidiano y a la vez tan amenazador…

Yo tengo una anécdota de parking terrible, de peli de miedo, os cuento:

Un día me disponía a ir a trabajar por la mañana temprano y cogí el ascensor para bajar a la planta -3 de mi garaje comunitario, la luz del ascensor era ténue y cenital, como casi todos, de esa que te marca la ojeras y los malos pelos como nadie. Cuando llegué a mi destino, salí al aparcamiento, me acerqué a mi coche e hice la comprobación de siempre, mirar en los asientos traseros para cerciorarme que no hay nadie escondido que puede matarme o secuestrarme unos minutos más tarde…. Si, ya lo he dicho, el cine ha hecho mucho daño…

Realizada mi comprobación rutinaria, me introduje en mi vehículo, lo arranqué y observé por los retrovisores. En el de la izquierda, nada. En el central, nada. En el de la derecha…. De repente, al mirar de soslayo el retrovisor de la derecha me sorprendí al ver reflejada en él la cara de un hombre. Se me heló la sangre, menudo susto.

Sin pensar, aceleré con todas mis fuerzas queriendo dejar atrás cuanto antes a aquella persona que estaba acechándome y casi estuve a punto de estrellarme contra los coches de enfrente, rectifiqué la trayectoria a tiempo, giré a la derecha, esquivé dos columnas al tiempo que mi corazón luchaba por salirse completamente de mi pecho y cuando enfilaba una recta, volví mi mirada de nuevo al retrovisor de la derecha, no quería hacerlo, pero tenía que cerciorarme de que aquel hombre cuyo reflejo había visto nítidamente se había evaporado. Error.

Volví mi mirada sobre el espejo y lo que ví casi acaba conmigo. Ahí estaba de nuevo, sus ojos se clavaron en los míos, no podía creer lo que estaba pasando, creía que iba a ponerme a gritar, quería que esto acabase, y entonces me dí cuenta de una cosa, de su cara de terror. Sus ojos estaban desorbitados, su cara desencajada, su tez lívida y sus rasgos…. Yo conocía esos rasgos, esa cara, esa expresión…. eran los míos, no cabía duda, la cara del espejo, era la mía.

Detuve el coche con un frenazo, y me forcé a mirar de nuevo, ya no había ninguna duda, el hombre que me había asustado, el que habría podido acabar conmigo, era yo. Cuando salí del coche tenía la sensación de que mis piernas no iban a soportar mi peso, que me iba a caer en ese sucio suelo con manchas de grasa de coche y restos de papeles y colillas de cigarros. Era yo, era mi reflejo lo que me había puesto así, el espejo retrovisor estaba doblado hacia dentro y lo que reflejaba era el interior del coche…. Giré sobre el vehículo, me acerqué al lado derecho y puse el retrovisor en su posición correcta.

No se si me reí en ese momento pensando que era la persona más tonta del mundo o sí me paré a valorar que en los últimos treinta segundos podría haberme estrellado hasta en tres ocasiones. El caso es que me metí de nuevo en el coche y seguí adelante, ya sin ninguna otra incidencia memorable.

Todavía me acuerdo, a veces, de la sensación de tuve en ese momento. El miedo, el pavor, el instinto de supervivencia en su apogeo…. que rato! Desde entonces, ya hay dos comprobaciones que hago antes de meterme en el coche, es una pena, pero todo marca.

Y esta anécdota me lleva a pensar en ese reflejo amenazador. Me lleva a reflexionar si no somos nosotros nuestros peores enemigos, si no crecemos porque nosotros mismos nos los impedimos con nuestros miedos y angustias, si no somos más que un reflejo de lo que podemos llegar a ser, si la imagen que proyectamos es la correcta o si vemos realmente lo que tenemos delante de nuestras narices. A lo mejor todo está distorsionado, o todo es distinto. Nuestros sentidos nos engañan, nuestro cerebro nos engaña…. Así que os propongo algo, luchad contra ello, creced, quereos, disfrutad de la persona que sois. Romped el espejo.

Hasta pronto,

J

4 respuestas a “El hombre del espejo

  1. Una anécdota muy graciosa..pero que en el fondo, te sirvió para sacar una muy buena conclusión! «luchad contra ello, creced, quereos, disfrutad de la persona que sois. Romped el espejo.»
    Saludos 🙂

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  2. Hola Juanan!
    Una historia muy divertida, pero a la vez de superación personal. Y esto lo digo por la reflexión profunda que has hecho. Estoy totalmente de acuerdo contigo, nuestro peor enemigo somos nosotros mismos, ni más ni menos. Hay un antiguo maestro de artes marciales llamado Morieu Ueshiba ( fundado de Aikido, anrte marcial que practiqué varios años), siempre decía esta frase:
    «Cuando te encuentres a otra persona y te quiera enfrentar, recuerda que te enfrentas a tí mismo, él es tu propio espejo». 🙂 .
    Un abrazo!

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    1. Hola Jony, que bueno tenerte por aquí. Gran frase del maestro Ueshiba. Yo creo en ello, en la visión que tenemos de nosotros mismos, en los vicios y las inseguridades que caemos y que no nos dejan avanzar. Hay que salir de la zona de confort, romper el espejo y cambiar la perspectiva para poder avanzar. Muchas gracias por pasarte. Un abrazo

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