El saboteador

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Hace unas semanas tomé una decisión importante en mi vida, de esas que llevaba tiempo postergando, una de esas decisiones que, una vez tomada, te hacen sentir bien contigo mismo y que te reconcilian con el mundo. A veces soy bastante pasivo a la hora de pasar a la acción y lo que tenía que haber hecho hace meses, años quizá, estaba ahí presente incordiando a diario. Pero una vez analizada la situación, los pros y los contras, decidí aventurarme, liarme la manta a la cabeza y hacerlo…

…He tirado mi despertador.

Y ha sido una ejecución en toda regla, desconectado de la red, con el cable envuelto… así ha ido derechito al fondo del cubo de la basura. Una vez ahí tirado, descansando entre cáscaras de huevo, restos de la comida del día y demás restos orgánicos, notaba como me «miraba», como clavaba su pantalla led en mis ojos que lo miraban de reojo, como implorando, como preguntándose el por qué de esa situación, de lo injusto que era eso. A medida que la tapa del cubo de basura se cerraba, durante esos micro segundos en los que la oscuridad luchaba por hacerse con el alijo de desperdicios depositados en la bolsa negra, casi pude oir un…. ¿pero que te he hecho yo…por qué….?

Yo, envalentonado, ya no había quien me parase, miré al cubo cerrado, alcé le voz para que pudiera oírme claramente y le dije todo lo que tenía guardado:

-«Porque no has sido bueno, porque me has jodido durante todo este tiempo que llevabas junto a mi cabeza en la mesilla, porque no has sido lo que se esperaba de tí, porque no has sido un despertador, has sido un saboteador…»

Eso es cierto, nos había saboteado la tranquilidad y el descanso desde el primer momento que llegó a nuestro dormitorio. Llevaba con nosotros varios años, desde el día que su predecesor murió de la noche a la mañana y hubo que salir de urgencia en busca de un nuevo radio despertador que cumpliera su nefasta función matinal. En ningún momento nos habíamos planteado otra opción, nos gusta despertarnos con música, o con el sonido de la radio, nada de teléfonos en la habitación, es una norma de casa. Y nada de despertadores tradicionales, de campana, o de aquellos de inacabables tic tac.

Antes de echar un vistazo a los posibles modelos que podríamos encontrarnos en los grandes almacenes llevaba una consigna clara desde casa… «¡qué el aparato pegue con la habitación, a ver que vas a comprar!». Esta frase se repetía en mi cabeza como si de un maldito mantra se tratase, así que el primer descarte ya estaba hecho, nada de colores o formas exóticos. Allí, en medio de la exposición, el saboteador sacaba pecho ensalzando su neutralidad cromática y formal, sabiéndose el elegido de antemano, acertó.

Una vez en casa, enchufado y en perfecto funcionamiento nos dimos cuenta de que algo habíamos hecho mal. La luz del lector, donde aparecía la hora, era verde. De un verde esmeralda brillante y precioso, de un verde tan intenso, tan mágico, que se comía la oscuridad. Esa primera noche, por llamarla de algún modo, fue el inicio de nuestra mutua animadversión. El verde de su pantalla era de una intensidad tal que la habitación a oscuras parecía de día. Nunca se puso el sol en nuestra habitación desde entonces. Noche a noche, me miraba a los ojos desde la atalaya de mi mesilla, desafiándome y deslumbrando mi descanso. Debido a eso tuve que alterar mi forma de dormir, no quería que esos ojos verdes me vigilaran constantemente así que cambié la postura de tal forma que mi mano se introducía debajo de la almohada, elevándola unos centímetros y parapetando la mirada inquisitiva del saboteador.

Cabreado porque no podía escanear mi fase REM decidió, el saboteador, reinventarse y recuperar el protagonismo perdido, entró en regresión, como los robots cabrones de las películas de ciencia ficción y se redujo a lo absurdo. Una mañana, al llegar la hora de avisarme para despertarme, no hizo saltar el programa de radio sintonizado, en su lugar, me deleitó con una brusca melodía de pitidos desgarradores. Inocentemente creí que el error había sido humano, que el dial no estaba bien sintonizado, pero no, todo estaba perfecto, en su sitio, era él, que me la jugaba. Nunca más se volvió a oír un programa de radio a la hora de despertarme, a partir de entonces, siempre esa atroz cacofonía.

La tercera jugada fue, sin duda, la más ingeniosa. El saboteador, crecido en su maldad, hizo repicar su soniquete infernal a la hora de siempre, las 06:50. La rutina hizo el resto, la ducha ayudó a despejar las legañas, el café a reconfortar ese cuerpo madrugador y el reloj de la cocina, sirviendo de aliado a su pesar, me demostró que la media hora de preparativos no había transcurrido realmente, eran las 7:00 y ya estaba listo para salir hacia el trabajo. Comprobé la hora en todos los relojes de la casa, en los de pulsera y en los teléfonos para que me cerciorasen quién me mentía, quién engañaba. No hubo lugar a dudas ni a falsos culpables, el saboteador había vuelto a hacerlo. Era la primera vez que yo tenía constancia de que un reloj digital se adelantara, quizá fue el primero de su especie, pero lo hacía. Desde aquel día, cinco, diez, quince minutos, nunca conservaba la hora real.

Debí haber tomado medidas en aquel momento, desprenderme de él pero quizá esperaba que cambiase, anhelaba que lo hiciera…. Pegaba con la habitación, si, pero también la iluminaba a deshora, se adelantaba y mis despertares se habían vuelto sobresaltados y desquiciantes. Al final sucedió lo que todos sabemos, que no cambió, no se redimió, siguió fiel a su macabra existencia, regodeándose en sus putaditas y haciéndose fuerte junto a la lámpara de noche y a los libros de cabecera. Se creía el infeliz que aquello iba a durar para siempre.

La decisión se tomó un día cualquiera, muy tarde ya, lejos de él, donde no pudiera oírnos. De ese día no iba a pasar, esa noche ya no la pasaría con nosotros, atormentándonos, y lo cumplimos. No fue consciente de lo que se le venía encima hasta que no estaba levitando en mis manos camino de la basura, bye bye, capullo, espero que ya te hayan desmembrado y que tus componentes nunca más se junten para hacer el mal.

Mi vida ha dado un giro importante, si bien sigo siendo pobre y sigo teniendo que salir a trabajar todos los días a la misma hora, pero ahora me despierta otro aparato, que no ilumina más de lo debido, que permanece en hora y que deja sonar la melodía de la canción de turno en la emisora de turno. Las mañanas siguen siendo igual de perezosas y de ingratas pero el panorama es menos atormentado.

Lo bueno de esto es que he sacado una moraleja instructiva, ya no esperaré que nada ni nadie cambie por mí, ni estoy dispuesto a dar infinitas oportunidades sin recibir nada a cambio, a la primera…..fundido en negro.

Hasta pronto,

J

Naturalezas muertas

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Hoy estoy muy perezoso, no lo puedo evitar. Ayer salí de cena con mis compañeros del club de running, cambiamos las mallas y los pantalones cortos por ropa más adecuada y nos fuimos a tomar algo, una cenita, unas botellas de vino y un copa, relajado y distendido. Pero eso de llegar a casa cerca de las cuatro de la mañana, después de una día, y una semana entera trabajando, ha terminado con mis energías.

Y encima, no para de llover, lo que potencia mi desgana. Solo me apetece mirar por la ventana a ver la lluvia caer y suspirar, que bonito, que tranquilo, que pereza, debería moverme pero hasta pensar en ello me cuesta. Mejor me quedo donde estoy y aprovecho que estoy sentado, para escribir, que para eso no necesito mucha fuerza física. De hecho, tengo los brazos pegados al cuerpo y lo único que se mueve son mis manos, parezco un muñeco.

No se como será hoy el día a nivel de lluvia, que no soy meteorólogo ni vidente, pero ayer fue el día más húmedo que recuerdo desde que empezó el otoño, que hartura de agua, que ganas constantes de hacer pis, que sensación de mojado todo el rato, que pereza más grande…. Pero como era viernes, la cosas se veían de un modo más optimista. Yo sabía que me iba a ir a casa desde el trabajo y que iba a estar solo, que podía incluso echarme la siesta sin límite porque las niñas no tenían colegio y estaban en casa de los abuelos, magnífico panorama. Si, llegaría más tarde que de costumbre porque estaba lloviendo, pero ¿y qué? ¿qué mas daba que no hubiera comido? ¿qué mas daba que fuéramos circulando tan despacio? ¿qué mas daba ese atasco en el que estaba metido? ¿Qué hacía ese camión cruzado en la carretera….?

Primero vi el camión cruzado, afortunadamente no estaba en mi sentido, sino en el contrario, ocupando dos de los tres carriles disponibles. Luego vi las luces de emergencia de policías y ambulancias y el caos que eso conlleva. Los de mi sentido circulábamos muy despacio, no porque existiera una retención, sino porque estábamos mirando lo que ocurría al «otro lado», es una reacción muy humana, quizá reprochable, pero normalizada. Todos hemos criticado que se disminuya la velocidad para cotillear, yo el primero, pero no podemos evitarlo, es intrínseco a nuestra forma de reaccionar. Cuando llegué a la altura del accidente, comprobé que había un coche aplastado, otros con diversos golpes, el ya mencionado camión, muchos policías, varias ambulancias y, desde luego, mucha lluvia.

Se me pasaron por la cabeza un montón de circunstancias posibles para recrear el accidente. Un camión descontrolado que arrasa lo que pilla. Un conductor demasiado listo o con demasiada prisa que acaba provocando, provocándose, un gran golpe. Un accidente en cadena imposible que evitar y que deja terribles consecuencias…. Esas fueron las mías, pero seguro que uno a uno, los otros conductores que pasaban mirando de reojo lo que ocurría enfrente, tendrán las suyas. La disposición de las pruebas, el sentido en el que habían quedado colocados los accidentados, la cantidad de efectivos de ayuda y esa pertinaz lluvia que le daba un toque dramático a la escena ayudaba a nuestras conclusiones. ¡Cuando daño ha hecho CSI!

Se me antojó un momento horrible para tener un accidente, con toda esa lluvia, con toda esa humedad que lo dificulta todo, que lo enfatiza todo, que lo tiñe de gris. Imaginaba el momento después del encontronazo, los cristales rotos, la lluvia entrando a saco en los vehículos, los accidentados sin posibilidad de refugiarse, todo roto, todo empapado, todo perdido. Si, una putada tener un susto semejante en un día como aquel. Me alejé de la escena pensando que solo pueden pasar cosas grises en un día tan gris.

Si hay algo bueno de esto, es que estos accidentes tienen un momentáneo efecto calmante en el resto de los conductores, a partir de ahí, el camino de vuelta a casa fue más lento, más controlado, más prudente. Ninguno de los que habíamos escapado a la mala suerte queríamos ser protagonistas así que…. Otra cosa buena de esto, es que estamos tan familiarizados con este tipo de sucesos que nuestra memoria tiende a pasar de ellos en un breve espacio de tiempo. Acabado el «luto» inicial, cada cual siguió con su vida, con sus prisas, con su música, con sus ganas de llegar, con sus ganas de comer, con sus ganas de refugiarse…. La anécdota había pasado, estaba olvidada.

Yo ya llegaba a casa con la sensación esa que os he comentado, de cosas grises en días grises, cuando vi el resultado de otro efecto de la lluvia. A mi lado, en una gran rotonda llena de árboles otoñales, el suelo estaba cubierto de una alfombra de hojas caídas de infinitos colores, algunos verdes, muchos ocres distintos, varios rojizos y algún que otro granate, una gama de colores preciosos y brillantes. La humedad no tenía las mismas connotaciones negativas aquí, la lluvia intensa tampoco y el color gris había desaparecido por completo de la escena dejando en su lugar un llamativo cuadro abstracto de colores vibrantes.

Me resultó muy irónico que un momento de movimiento y actividad, protagonizado por vehículos y personas, me aportara sensaciones negativas cuando todos estaban vivos, mientras que, un sinfín de hojas tiradas por el suelo, muertas y casi enterradas me diera sensación de belleza y dinamismo. Pero así es como reaccionamos ante las imágenes que nos impactan, somos raros.

Pensad en ello.

Yo me voy a despedir, porque corro el riesgo de ponerme intenso y de hablaros de luz y de oscuridad… de sacar vida de la muerte y muerte de la vida….. Y como ya os he dicho al empezar, me da demasiada pereza.

Hasta pronto,

J

¿Educando?

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Es curioso como cambian las dinámicas de relaciones personales a medida que nos vamos haciendo mayores, y sobre todo cuando tenemos hijos y nuestras vida social pasa a un segundo término. Llega un momento, sin que nos demos cuenta, en que nuestras relaciones se circunscriben a las relaciones de nuestros hijos, y eso puede ser bueno y malo a la vez. O más malo que bueno, dependiendo de unos casos. O más bueno que malo, dependiendo de otros.

Cuando te conviertes en padre pasas en un pestañeo de los bares de copas a los parques infantiles, de relacionarte con adultos a admirar las monerías de tus hijos y de los de alrededor y de tener una conversación fluida y culta a hablar con diminutivos. Ese momento, para los que aún no han experimentado la maravilla de la paternidad, es lo más parecido a una regresión. De ese momento a querer ser tu el que se tira por el tobogán van segundos. Una vez completado el ciclo ya estás preparado para ponerte a la altura intelectual de los niños, para picarte con otros menores para hacer prevalecer los derechos de tus hijos ante ellos y te conviertes en una entidad imaginaria llamada padre o madre de….

Esto que relato, esa pérdida de identidad en beneficio de nuestros pequeños y la suya es, quizá, la parte más negativa de todo este proceso y realmente es una dinámica muy actual, muy novedosa. Yo no recuerdo este tipo de cosas cuando yo era pequeño, los adultos eran adultos y poco se inmiscuían en los juegos infantiles. Lo padres de entonces eran esos señores y señoras que se sentaban en un banco a ver como sus hijos se jugaban la vida en unos columpios de hierro mientras fumaban y conversaban de cosas de adultos. A los padres de hoy ya no se les está permitido no solo fumar en presencia de niños o en las proximidades de un parque con menores, sino que se les echa en cara, otros adultos, que no dediquen la debida atención a sus hijos y a sus posibles heridas.

¿Qué postura es mejor? Pues ambas tienen algo de positivo o de negativo, yo tengo mi opinión y en este caso me voy a mantener al margen, prefiero que cada uno saque sus propias conclusiones. Donde si que me voy a mojar y a posicionarme es en la sobre protección que solemos ejercer sobre nuestros retoños. Ahora no los tratamos como a niños, los tratamos como a jarrones chinos de la Dinastía Ming, de valor incalculable y extremadamente frágiles. Hoy en día pensamos por ellos, actuamos por ellos y hasta cierto punto, jugamos y nos relacionamos por ellos. Un ejemplo. A la edad de mi hija pequeña, 7 años, yo iba solo al colegio, el cual estaba relativamente lejos de mi casa, tenía que atravesar una carretera y atravesar un poblado de gitanos, y no pasaba nada. Alguna vez, incluso, me desviaba de mi camino para comprarme algunas golosinas (sí, llevaba dinero) o para ir a buscar a algún amigo a su casa.  Hoy en día, mi hija es incapaz de cruzar una calle por un semáforo porque no se plantea que tiene que mirar, ni detenerse. Está acostumbrada a ir de la mano o conmigo de guía y si la dejo sola se pierde. En aquella época yo iba a comprar y hacer algunos recados para mi madre que era ama de casa y que tenía tiempo libre para hacerlos ella, pero eran otros tiempos. Si hoy dejara que mi hija fuera sola a la panadería, acabaría escoltada por la Guardia Civil, y yo, claro, detenido.

Estamos convirtiendo a nuestros hijos en seres dependientes, porque creemos que es como hay que hacer las cosas. Los tiempos son distintos, no hay duda, todo está más saturado y más evolucionado. Se oyen muchas más cosas malas que pasan por la calle que antes, pero que se oigan no significa que antes no pasara nada o que ahora pasen de más. La protección hacia estos pequeñajos es exagerada y nos va a costar un disgusto. A este paso me veo yendo con mis hijas a hacer la matrícula de la Facultad o a llevarlas en coche a su primera cita, después de hacer una exhaustiva prueba de ADN y sacar el certificado de penales del pretendiente. Eso si no me vuelvo loco antes porque no pueda controlar cuando les viene la menstruación o porque no me decida entre compresas y tampones.

No vamos bien, está genial eso de tener los hijos cerca, no el aparente desapego de nuestros padres, pero no es normal que tengamos que sentarnos con ellos a hacer sus deberes porque sea nuestra obligación o tengamos que ser mejores formadores que sus profesores. No es de recibo crear grupos de Whatsapp de padres en los que hablar de los deberes de los hijos, de las excursiones de los hijos o de los castigos que han impuesto a nuestros hijos. Eso es responsabilidad de ellos, no nuestra. O al menos yo así lo creo y lo manifiesto. Yo no hago deberes, yo no participo en el grupo, a mí me da igual que los niños tengan exámenes…. ya bastante cosas tengo yo en la cabeza como para tener que estar pendiente de sus pocas obligaciones.Puedo ayudar, estar ahí, estar pendiente de que hagan sus tareas y supervisar. Mis hijas, las pobres, saben que si se les olvidan los deberes en el colegio yo no voy a mover un dedo para conseguírselos, así aprenderán a ser más responsables. El otro día me dijo una madre en la puerta del cole….

-Ya está bien, esta semana tenemos dos exámenes….

-¿Perdona? -Respondí yo, lo tendrán ellos, yo ya estudié los míos.

-Ah, tú no… yo es que si no me pongo con mi hijo no se entera….

-Ya -No se me ocurrió otra cosa.

Aunque lo que tenía en mente era… -Ni se va a enterar nunca, ni va a hacer nada por el mismo nunca, ni va a despertar nunca….

Por favor, vamos a pensar un poco en lo que estamos haciendo como padres, en lo bueno y en lo malo y tomemos medidas. ¿Realmente les estamos dando las herramientas necesarias para manejarse en la vida por ellos mismos?  Yo lo tengo claro en lo que respecta a mis hijas, los deberes son de ellas, los estudios son de ellas, sus amigos son los suyos, sus disputas son las suyas, pagar la hipoteca, eso ya es cosa mía y de su madre.

Hasta mañana,

J

El dedo en el ojo

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Hace ya varios años que el tráfico no me preocupa, suelo administrar bastante bien mi tiempo y llegar a los sitios en hora. Tengo la pequeña manía de ser puntual, y me gusta que lo sean conmigo, así que calculo lo que voy a tardar en los desplazamientos y suelo acertar, esa debe ser la virtud que compensa la manía.

Desgraciadamente para mí, nunca he trabajado cerca de casa, cosa que me podría haber hecho plantear mis movimientos de otra forma, y exceptuando los primeros años, cuando cogía metro y/o autobús, el resto del tiempo lo he pasado al volante, para bien o para mal. Ahora, con todos los años que llevo haciendo lo mismo, yendo y viniendo en coche, de casa al trabajo y del trabajo a casa, he podido llegar a la conclusión de que no hay mejor sitio para mí que en mi propio vehículo.

Los factores externos ya no me incomodan, los atascos son algo normal que vengo sufriendo desde hace más tiempo del que puedo recordar, si bien he notado a raíz de la crisis económica, como mucha gente se ha visto apartada de la vida laboral y por lo tanto de las carreteras en hora punta. Pero lo llevo bien, se lo que se tarda con atasco y sin él en llegar a donde tengo que llegar, el resto es anticipación. Si llueve sabemos que el tráfico se ralentiza y se abigarra así que paciencia y buena música. Ya llegaremos.

Tener esa tranquilidad es otra de mis virtudes, algunos la pueden considerar pachorra, pero es lo que hay. A mí tampoco me gusta ir a 20 por hora pero como no puedo influir, no me voy a atacar. Y como no me ataco, no me creo el dueño y señor de la carretera, ni interrumpo la circulación, ni agredo con mi claxon, ni agobio a los que tengo delante, ni asusto a los que llevo detrás. Me mantengo impertérrito viendo como otros, que si tienen los nervios a flor de piel sufren y hacen sufrir. Esa gente que va con prisas a las que me gustaría detener y decirles que si se creen que los demás nos vamos de excursión a esas horas…. No hombre, todos vamos a trabajar.

No llevo nada bien la gente que va al volante de su coche y se hacen los listos, los que se cruzan en mitad del carril haciendo frenar a los demás, los que se cuelan en una fila interminable de pacientes sufridores. Esa gente tan cívica merece que se le multe, pero no voy a ser yo el que lo haga, para eso están otros. De todas formas, siempre llevo en la cabeza un pensamiento -«vete tú a saber lo que pasa por la cabeza del tipo o de la tipa esta… a lo mejor actúa así porque tiene un buen motivo y yo solo veo mi parte….» A lo mejor me paso de empático pero me ayuda a no cabrearme. Esto que os cuento no quiere decir que no tenga mi orgullito y que deje que todo el mundo pase delante mío, que tampoco es eso, cuando voy de cabroncete no hay quién me pare, para listo, yo.

Todo esto viene a colación de una cosa, últimamente estoy viendo muchos accidentes, coches destrozados en las calles, motos pisoteadas por autobuses, vehículos detenidos en arcenes, colisiones múltiples… y todos son debidos a nuestras propias imprudencias. Seguramente en cada uno de esos accidentes hay una víctima inocente, y por lo tanto, hay al menos un culpable. Yo me he propuesto no ser culpable y mucho menos ser víctima. A muchos de esos exaltados al volante les he deseado que se estrellen, ellos solitos, un buen susto pero que les salten los airbags, para que empiecen a valorar lo que hay y lo que están haciendo con su actitud, menos mal que ninguno lo ha hecho, menudo susto!

Me gustaría que en las calles, al volante de nuestros coches, motos y bicis hubiera más respeto pero parece que siempre vamos demandando lo mismo pero dando bien poco, siempre nos creemos los agraviados y nunca los culpables y eso no puede ser, no podemos ser siempre las víctimas, no podemos tener esa actitud de que todo está en nuestra contra, no podemos pensar que el resto de vehículos deben cedernos el paso aunque no tengamos preferencia, ni hacer frenar a los demás porque tengamos que girar y no estemos bien situados. Si nos pitan nos ofendemos, si nos golpean por nuestra culpa, el culpable es el otro. Tendemos a ser el ombligo de nuestro mundo porque actuamos sin perspectiva, con soberbia y con prepotencia. Lamentablemente esto nos puede jugar una mala pasada.

Seamos mejores ciudadanos y aprendamos a respetarnos, así es mejor.

Como dicen en el caribe… «-No te estresseeeesss….»

Ya os he dicho que yo hace bastante que no me estreso al volante pero hoy he tenido un episodio bastante friki, es que mi cabeza a veces patina y luego pasa lo que pasa, que tengo material para escribir estos posts…. Resulta que he girado a la derecha y me he incorporado a una avenida grande con bastante tráfico, he recorrido unos escasos cincuenta metros y me he parado en un semáforo, el primero de la fila. Inmediatamente he notado como me picaba el lagrimal de mi ojo derecho y me lo he arrascado, debía ser un resto de legaña mañanera, en fracciones de segundo se me ha pasado por la cabeza el siguiente escenario:

Mi coche detenido en el semáforo, un coche por detrás demasiado pagado que no le da tiempo a detenerse, un golpe, mi dedo penetrando en mi ojo y finalmente mi ojo colgando de la cuenca ocular.

¿Absurdo? Si.

¿Probable? También

Conclusión: cuidado con esos actos reflejos o el día menos pensado puedes aparecer en ese programa americano de desgracias imposibles… 1000 Maneras de morir. Yo me he reído hasta la saciedad con la mayoría de esas historias y me he visto protagonizando una de ellas, eso no me ha hecho tanta gracia. Pero seguro que a tí, que estás leyendo esto y agitando la cabeza pensando que estoy fatal, seguro que te la haría.

Mis ojos siguen en su sitio y un día mas he llegado en perfectas condiciones al trabajo y a casa, que dure, que nos dure. Y cuidado con donde metéis esos deditos….

Hasta mañana,

J

Estrés en el Super

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Ayer fue viernes, noche de pizza y de peli en casa. Es un tradición ya casi legendaria aunque no muy original, creo que no es la única casa en el mundo que la siga, bueno no podemos ser siempre pioneros. Eso sí, nosotros el apartado peli, lo dedicamos a la que pongan en Clan TV o en Disney Channel, es el día que dejamos que las niñas se queden un poco más por la noche y no vamos a poner un documental de osos polares, porque nos dormiríamos todos ni un programa de esos, del corazón, que nos diviertan a rabiar pero que no son muy de «niños». La peli de anoche era de perritos, cuando llegué de correr y me pegué una buena ducha la peli y la cena ya estaban empezadas, y mis hijas ya estaban en trance, con los ojos como platos y la boca abierta, como abducidas, que monas! y qué tranquilas!

Afortunadamente la película que ponían ayer no era de los típicos cachorros monos ni tenía enormes cantidades de edulcorante, los perros y gatos que salían eran bastante capullos, hacían cosas malvadas y tenían unos diálogos bastante ingeniosos. Ahora que lo pienso, creo que me he equivocado, no era una peli de perros, era una de perros contra gatos, o de gatos contra perros, que los mininos eran los malos, claro.

Aclarado el tema para poneros en situación he de deciros que no venía yo aquí ha hablar de eso, sino del previo. Como esa noche tocaba pizza, me tuve que pasar por el super a hacer un poco de compra. Me las prometía muy felices porque mis hijas se habían ido a casa de una amiga y podía comprar sin preocupaciones, además, a esa hora casi no había nadie en el establecimiento así que, estupendo. Mi lista de la compra era muy escueta, pero como a veces soy bastante subnormal no suelo apuntarla, la llevo en la cabeza. Bueno, alguna vez lo he apuntado todo con detalle y luego me la he dejado en la encimera de la cocina, así que ya estoy acostumbrado.

Entré en el super, cogí una de esas cestas con ruedas e inmediatamente me dí cuenta que se podía mover sin tener que inclinarla, que curioso, se mueve como una de esas maletas con ruedas modernas, de pie. Mira que llevo años haciendo la compra en ese sitio y siempre torciendo la cestita, si con razón estas eran más altas que las otras y no tenían el mango retráctil. Yo si que debo tener el cerebro retráctil porque a veces me pasan cosas como estas, que le vamos a hacer! Una vez superada la emoción de lo de la cesta enfilé el primer pasillo y empecé a coger cosas, de las que sabía que tenía que comprar sí o sí y de las otras, de las que me acordaba en el momento o de las que veía y pensaba, -«de esto no tenemos….»

Fui a por las pizzas, que la mayoría de las veces son ya del supermercado, adiós cadenas de pizzerias con venta a domicilio, a por cosas para preparar cocido madrileño para comer hoy, por petición expresa de las mujeres de la casa, y había algo que sabía que tenía que pillar pero se me había esfumado. Recordaba a mi mujer diciéndome -«Cómprame detergente para la lavadora y …» Joer! si solo me había pedido dos cosas, o eso era lo que yo pensaba, y me había olvidado una. ¿Qué podía ser? ni idea. Y yo con la imagen de ella en la cabeza diciéndome «eso» paseando por los pasillos a ver si me venía la inspiración. En el pasillo de los lácteos me encontré a dos mujeres, de esas que se paran a hablar en cualquier parte, incluyendo «en medio de todo», de esas, las esquivé y seguí mi camino, dí la vuelta por donde las galletas y ahí estaban de nuevo, no podían ser las mismas, pero lo eran, que velocidad! y yo haciendo el mismo recorrido todo el rato, pasillo arriba, pasillo abajo… Otra vuelta por donde los lácteos y nada, no venía no me venía.

Teniendo en cuenta que en el super solo estaban dos reponedoras, un par de clientes, las señoras habladoras y yo, se me veía bastante dar vueltas desorientado. De nuevo al pasillo de las galletas y allí seguían las señoras, dándole a la lengua, imagino que hablando de médicos o cortando algún traje, y allí lo vi, en el estante de abajo, al lado de las piernas de una de las señoras, el bote de Nocilla. Eso era, las niñas no tenían su crema de chocolate para merendar, ahora lo veía completo -«Cómprame detergente para la lavadora y Nocilla para la merienda de las niñas». Pedí amablemente a la señora que se apartara, cogí el bote y me fuí a la caja a pagar, misión cumplida. Lo que vi allí, no me gustó nada.

Solo había un caja abierta, y la cajera estaba sola, no había nadie. Para algunos puede ser la opción ideal, pero no para mí. Me estresa enormemente llegar a la caja, empezar a colocar la compra y que la señorita las vaya pasando por el lector sin que yo haya terminado y sin tener tiempo para guardarlas en mi bolsa. ¡Cómo odio esooooo! Y eso es lo que tuve. Mira que iba deprisa agachándome y levantándome para sacar las cosas de la cesta de la compra y colocarlas sobre la cinta, pero la cajera, tan eficaz, casi me las quitaba de las manos y las «tiraba» al otro lado, donde se recogen. Cuando le dí la última cosa, y cambié de sitio para empezar a guardar la compra ya me había dicho el importe y tenía que pagar. Yo no sé hacer esas dos cosas a la vez, así que resoplé, tiré la bolsa sobre la compra, saqué la cartera y le dí la tarjeta. Volví a coger la bolsa, metí dos cosas y tuve que volver a dejarlo todo para poner el PIN de seguridad, la leche, que estrés.

Lo peor que me puede pasar en esa circunstancia es que ya haya más personas en la cola de la caja con su compra colocadita y la cajera dispuesta a darle al escaner. Y yo ahí, a medio recoger mi compra, mi tarjeta y el ticket con la presión de que hay gente esperando, no lo puedo evitar, me cabrea.

Acabé metiéndolo todo de golpe y descolocado en mi bolsa y largándome de ahí lo antes posible. Yo reconozco que suelo ser bastante templado, os lo podéis imaginar por las cosas que os cuento normalmente pero a veces me ataco por tonterías. Me irrita que me pasen esas cosas, que por otro lado, me las puedo tomar con más calma, pero no me apetece, si no, ¿de que os iba a hablar? ¿De pelis de animalitos?

Hasta mañana,

J

Hoy he visto uno!

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Estoy muy sorprendido porque hoy he visto uno.

No creía que fuera verdad, dudaba de su existencia y mira que había tenido indicios….

Casi me emociono, y hasta cierto punto, he vuelto a creer que otro mundo es posible.

No amigos, no estoy hablando de nada fantástico ni mitológico. No he visto ningún unicornio retozando en El Retiro ni he visto a ningún dragón sobrevolar La Castellana…. he visto a un ciclista señalizando sus movimientos, perfectamente ataviado, con un chaleco reflectante que permitía verlo a una buena distancia, incluso para un miope como yo, y con casco, ¡sí!, con casco. Estoy conmocionado hasta las lágrimas!

http://www.enbicipormadrid.es/
http://www.enbicipormadrid.es/

Ironías aparte, estoy bastante sorprendido de que me haya extrañado por un comportamiento que debería ser normal. Pero es que las cosas, por regla general no lo son. Con este tema a lo mejor me excito un poco porque me tiene calentito…. Hace apenas unas semanas un chaval que venía en bici como una bala invadió mi carril obligándome a frenar en seco y lo que es peor, a morderme la lengua porque mis hijas iban en el coche conmigo y no está bien que me vean como a un energúmeno. Menudo susto. El chaval ni se inmutó, con la prepotencia que da la edad y el saber que eres el dueño del mundo tiró calle abajo, sorteando el tráfico, saltándose el semáforo entre los peatones y atravesando una glorieta sin reparar en quien tenía la prioridad en la vía.

Este comportamiento que he descrito es el que es verdaderamente sorprendente pero desgraciadamente es al que estoy acostumbrado. Quiero hacer un inciso para dejar claras unas cosas, soy tolerante, soy tranquilo, soy paciente, no soy un exaltado ni un loco al volante y las personas que me conocen saben que es verdad. Acabado esto, sigo. Por suerte o por desgracia, a diario coincido con un montón de personas y de tráfico distinto por la mañana temprano, mucho tráfico, muchos coches y muchos capullos en coche. Muchos taxis y muchos capullos conduciendo un taxi. Muchos autobuses, furgonetas, camiones de reparto, buses escolares, motos, bicis y en general muchos capullos, cada uno en su vehículo, con prisa o sin ella, pero creyéndose los amos de la carretera y he de decir que cada vez oigo menos el claxon. La gente se está volviendo más tolerante, se está acostumbrando a lo que hay en la vía y simplemente se han acostumbrado a apartarse de lo que le estorba.

Con eso quiero decir, desde mi experiencia diaria, que los madrileños somos relativamente cívicos en nuestros desplazamientos y que respetamos a las bicis porque somos conscientes de que tienen un hueco en la calzada, junto a todos los demás. Generalizando claro, que de todo hay por ahí suelto.

Pero, obviando el comportamiento que percibo de los conductores «habituales», no deja de sorprenderme la anarquía con la que algunos usuarios de bicicletas se enfrentan al tráfico, poniendo en juego su vida en muchas ocasiones, con una soberbia desmedida. Vale que se han ganado su sitio, no lo discuto, ellos querían su parcela de calzada porque la bici es ¿cómoda?, ¿rápida? y sostenible y el Ayuntamiento, en lugar de habilitarles un buen carril bici donde poder circular con seguridad, les ha dicho…. -«Lo quieres, lo tienes, a la calzada con todos, que ellos te hacen un hueco, yo, total, viajo en coche oficial….». Pero si que puedo quejarme del uso que hacen del espacio común. Hemos adoptado a los ciclistas que han venido para quedarse, que están disfrutando de sus debidos derechos pero… ¿y sus obligaciones? ¿no tenemos todos los viandantes, conductores y peatones, obligaciones y un código que cumplir? ¿Por qué los ciclistas no lo tienen? Si yo tengo que tener un licencia en vigor para poder circular por la calle con mi coche, ¿por que ellos no?

Creo que en este caso en particular se ha empezado la casa por el tejado, primero permitiendo y luego aceptando. No se han sentado las bases para que la convivencia sea cívica y así nos está yendo. Creo que todos somos culpables de esto, los conductores, los ciclistas, los mandatarios. Los que usamos y abusamos y los que organizan y ceden y fomentan. Mientras tanto unos se nutren de mi impuesto de circulación por utilizar una vía que no es solo mía. Pero es lo que hay, de momento. A lo mejor, en unos meses los usuarios de patines y patinetes también querrán bajar a la calzada y a falta de otro espacio….

Y para finalizar y a modo de anécdota superficial una recomendación a los caballeros que se trasladan en bici. Por favor, vístanse adecuadamente, que los pantalones vaqueros y las bermudas tienden a bajarse y arrastrar los calzoncillos con ellos. Desde que las bicis están por la vía, he visto más culos peludos que en el vestuario del gimnasio.

¡Ay! que a gusto me he quedado.

Hasta mañana,

J

Adaptación positiva

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Llevo unos días hablando de la rutina, de como escapar de ella y de la necesidad de encontrar un espacio propio, alejado de la familia y el trabajo, donde esparcirte y crearte un nuevo yo que haga que te sientas más a gusto contigo mismo o bien que te haga crecer personalmente. También, de encontrar una actividad alejada de lo de siempre que te ayude a escapar de esa tan denostada rutina. Que por otro lado, ya he dicho, puede ser confortable para algunas personas.

Voy a partir ahora de la base de que lamentablemente casi nadie llevamos la vida que nos gustaría, el ideal que tenemos planteado en la cabeza se aleja mucho o poco de lo que creemos que es lo PERFECTO. Una casa mas grande, más hijos, menos hijos, un marido más atractivo, una mujer con mejor posición, ausencia de suegros…. o si están que estén lejos, en una casa de vacaciones en una playa paradisíaca…. Por un lado o por otro no terminamos de obtener la perfección, cuando no falla una cosa, falla otra. Quizá es que tenemos en la cabeza una idea equivocada de lo que realmente es perfecto o a lo mejor nuestras prioridades no están bien enfocadas. Aunque también es probable que el problema sea que poseemos una ambición que no es realista y por lo tanto, podemos caer fácilmente en un periodo de frustración.

Yo creo que si llegamos a frustrarnos no es porque no se cumplan nuestros objetivos, sino porque tiramos la toalla antes de tiempo, porque no tenemos el poderío necesario para afrontar una nueva derrota o porque nos hemos creído más listos que nadie y ese batacazo duelo en muchos sitios, sobre todo en el orgullo. Si ahondamos más sobre esto de la frustración y llevándolo al tema de la rutina, que también frustra, sobre todo cuando crees estar inmerso en una monotonía que se te antoja ajena, descubriremos que nosotros mismos somo muy culpables del resultado o del momento que vivimos.

Es duro darse cuenta de todas estas cosas de las que estoy hablando y realmente tampoco nos gusta oírlas, ni leerlas ni que nos las digan a la cara…..«-Tú eres el culpable»…. Si, es duro. Pero reflexionemos un poco y tratemos de ser honestos con nosotros mismos. Muchos de estos malos momentos, de esas frustraciones, son producto de nuestra gestión, los resultados no surgen siempre solos, nosotros también incidimos en hacer mover la balanza.

No quiero alejarme mucho del tema, que últimamente tengo un poco de verborrea. Cuando imaginamos nuestro estilo de vida ideal siempre estamos comparando, sabemos que fulano o mengana hacen las cosas de otra forma y al parecer les va bien. O les va tan bien como tu crees que les va. O les va tan bien como ellos te dicen que les va. Por lo tanto, fijarse en los demás es un error, tu vida es tuya, tus circunstancias son tuyas y de los que están contigo y sois vosotros los que tenéis que decidir como vivir vuestra vida.

Cuando oigo a alguien quejarse de que los horarios de sus trabajos son malos, que no tienen tiempo para verse, que no pueden ir juntos de paseo o que el tiempo que tienen libre lo tienen que dedicar a las tareas de la casa, al cuidado de los hijos o a la logística familiar me da por pensar en dos cosas:

1. La capacidad de adaptación

Esto es imprescindible, la vida es para vivirla y no es un camino que esté escrito. Hay baches, valles, ríos y montañas y nunca sabes donde te ha a aparecer uno de estos accidentes geográficos… La capacidad de adaptación es vital para poder seguir adelante. Una familia, un pareja o un proyecto son un objetivo en sí mismos y por lo tanto hay que hacer frente a lo que vaya surgiendo para alcanzarlo. Si ahora os veis menos, es un rollo pero es lo que hay, o buscas otro empleo o te replanteas tus prioridades. Si tu tiempo libre lo tienes que dedicar a los hijos o a la casa, un poco lo mismo, prioridades y esfuerzo. No digo que haya que dejarse ir y aguantarse con una situación insostenible, no es eso, pero si la vida te ha llevado por ahí y no te gusta, habrá que reaccionar o adaptarse.

2. La capacidad de actuar desde un punto de vista positivo

Hay muchas personas que acarrean mil tareas a sus espaldas y miles de responsabilidades con miles de carencias y aún así tiran del carro. Estas personas aprovechan lo que tienen para mirar a la vida de otra forma, con una sonrisa y decir, es lo que hay y yo puedo. En el caso que os relataba, que hasta cierto punto podría ser autobiográfico… Si tienes poco tiempo para la pareja, habrá que aprovecharlo y si ese tiempo lo tienes que invertir en las tareas, qué mejor que hacerlo juntos. Vale, puede que no podamos ir al cine, pero podemos ir a la compra y disfrutar de nuestra mutua compañía y de nuestra toma de decisiones. No es tan agradable pero… Hacer cosas juntos no es solo hacerlas fuera de casa, en un restaurante caro ni en la playa, hay momentos mucho mas humildes donde la ayuda es bienvenida. Y si el tiempo que te queda es para dedicárselo a tus hijos…. coño, aprovéchalo, que eso si que pasa volando. Yo tengo una relación muy buena con mis hijas por eso mismo, porque soy empático, me preocupo por lo que les gusta, comparto sus aficiones y hago que ellas compartan las mías. Es genial.

Ahora no tienes escusa, en lugar de mirar lo bueno que tienen los demás, piensa en lo bueno que tienes tú, que seguro que es mucho. No por menos «sibarita» es peor. Piensa en ello.

Hasta mañana,

J

El trabajo, en el trabajo

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Antes de nada tengo que reconocer que soy un tipo afortunado por el simple hecho de tener un trabajo en los tiempos que corren. Hasta ahora he ido capeando esta etapa de crisis con altibajos e incertidumbre pero siempre saliendo a flote y eso se merece, como mínimo, no quejarse en demasía de todo lo relativo a esa faceta, pero, ya se sabe, somos como somos y nunca estamos contentos del todo.

Esa sensación de inconformidad debe ser parte del ser humano, algo inherente a nosotros que nos hace estar casi siempre a disgusto con la parcela laboral, si no es por las tareas es por el sueldo y si no por el entorno o por los compañeros, o por la ausencia de ellos. Aunque lo realmente sorprendente es la capacidad que tenemos para quejarnos de todo y, por el contrario, la incapacidad de intentar cambiar las cosas. Es mucho mejor criticar que actuar. Lo digo por experiencia, que a mí me encanta criticar…

Hoy es viernes, y por lo tanto el último día de trabajo de la semana, por lo menos para mí, y lo hemos afrontado en general con una mezcla de sensaciones. Por un lado, ha sido un día duro, todos los viernes lo son, con agobios y problemas pero por otro, nos ha pillado con una sensación de tontuna en el cuerpo que nos hacía estar especialmente chispeantes y graciosos. Nos hemos reído de todo, hemos hecho burla de situaciones, hemos hablado, canturreado y mamoneado. Por esa parte no hay quejas. Y menos mal, porque si hubiera sido todo tan intenso como la parte más laboral…. habríamos acabado todos jodidos.

Hoy teníamos espíritu de fiesta y actitud positiva, estábamos anticipando el fin de semana y llevábamos la sensación de querer acabar pronto para pasar a otra cosa escrita en la frente. Las horas han pasado como han pasado, lentas o rápidas dependiendo de cada uno y de los marrones que debía afrontar, que no han sido pocos. Muchas caras con sonrisa se han congelado y muchas caras congeladas han estallado en carcajadas. Vamos, un circo.

Y yo, en medio de todas esas sensaciones he llegado al final de la jornada con la satisfacción de haber terminado todo lo que tenía que hacer, con la alegría correspondiente a los días libres por delante y la tranquilidad que queda en el cuerpo por el trabajo bien hecho. Puede sonar cursi, pero así ha sido, estoy satisfecho del día. Podría no haberlo estado, podría haber pensado mas en las cosas que pasaban y en los problemas que aún no han encontrado solución, pero… han llegado las tres de la tarde y he salido pitando.

Y es que si hay un secreto para esto es saber que el trabajo es muy importante, mucho, y que tenemos que ser responsables y leales, comprometidos y trabajadores pero que, a fin de cuentas, es un trabajo. Nosotros, mis compañeros y yo, no somos dueños de la empresa, ni somos accionistas, ni somos socios, tenemos un contrato con una contraprestación económica, unas cabezas bien amuebladas y una capacidad de trabajo grande. Hasta ahí. Las cosas del trabajo, se quedan en el trabajo.

Ahí se han quedado, aparcadas hasta el lunes, las risas y las bromas. También se han quedado pendientes de solución algunos problemas técnicos y otros menos técnicos. Y nosotros a lo nuestro, a disfrutar de la otra vida, de la personal, que nos lo hemos ganado. Se que para algunas personas es imposible desconectar del todo o de parte pero hay que hacer el esfuerzo. No merece la pena ser más comprometido que la gente que se lleva los beneficios, no hay por qué, y mucho menos permitir que cosas que escapan a tu acción te quiten el sueño.

Es una lección sencilla de decir y difícil de aceptar. A mi, siendo sincero, me viene de serie y por lo tanto no me cuesta ningún esfuerzo. Cuando trabajo, trabajo concentrado y dedicado, pero cuando no trabajo, no trabajo. Disfruto de la familia, de los amigos o de la tranquilidad de la soledad con una peli y el sofá. Como me dijeron hace poco en un curso, «cíñete a tus responsabilidades».  Claro que sí, cada uno a lo nuestro y que cada cual atienda a su cuota de implicación. No merece la pena generarte más angustia de la necesaria por el dinero de otros, ellos no lo harán con el tuyo.

No pretendo que creáis que esto es cuestión de egoísmo, aunque parezca eso mismo, es una cuestión de prioridades. Cuando trabajes, trabaja y cuando descanses, descansa, el cuerpo y la mente. Y en días como hoy, viernes, además disfruta de tu tiempo libre.

Hasta mañana,

J

Un año y un día

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Hace un año y un día que el blog comenzó a andar. Fue algo espontáneo, casi desapercibido. Como expliqué en aquel primer post, El proyecto «Tiendebragas», tomé conciencia de mí mismo una mañana de sábado con unas bragas en una mano, una pinza de madera en la otra y las ganas de emprender una nueva aventura, este blog.

Y lo hice, encontré el tiempo para investigar y crear mi primer blog y ese mismo día, publicar mi primer post. Así hago yo las cosas, a lo loco, pensando lo justo. ¿Y por que un blog? pues no se decir, podría haber abierto un cuaderno y haberme puesto a escribir un diario o a dibujar mis aventuras en formato cómic como tantas veces hace años. Pero sinceramente, esto del blog me pareció más moderno. Y claro, cuando uno ya ha cumplido los cuarenta, todo lo moderno le atrae con más facilidad. La famosa crisis de la edad.

Ahora, un año y un día después de aquello, debo reconocer que obré con la más absoluta de las inocencias, sin analizar los pros y los contras y, desde luego, con una falta de experiencia total. Yo no tenía ninguna relación con este mundo, no tenía perfiles en redes sociales, no tenía claro si sabría expresarme a través de la escritura y no seguía ningún blog…. experiencia cero, pero molaba, eso de decir por ahí, tengo un BLOG así en mayúsculas, porque es mío e importante, molaba un montón. Me hacía ser moderno, y al mismo tiempo bohemio e intelectual. La famosa crisis de la edad.

Y llegados al momento actual os digo, con toda sinceridad, que haber tomado aquella decisión creativa ha sido una de las mejores cosas que he podido hacer. No solo me sirve como terapia, como ya os dije, sino que me ha permitido abrirme a un mundo completamente desconocido e incluso conocer a muchas personas. Algunos de ellos son compañeros blogueros, otros suscriptores o seguidores y muchos de ellos amigos a los que les he dado mucho de mí en este tiempo y de los que he recibido mucho, con la más preciosa reciprocidad. Porque si algo caracteriza este tipo de lugares en Internet, es la posibilidad de conocer y conectar. Admito que todo lo que he escrito hasta ahora es parte de mí, y así lo habéis recibido, conociéndome por completo en esta faceta nueva y, aún a pesar vuestro, dándoos a conocer. Me parece un ejercicio maravilloso y estoy completamente agradecido por la respuesta.

Entre las cosas que mas me preocupaban durante este tiempo era mi famosa pereza y mi tendencia a procrastinar, era consciente de abrir un blog es sencillo y al alcance de todos, pero ¿mantenerlo? Eso requiere compromiso, energía y tiempo a partes iguales, no nos engañemos. Y yo estoy encantado de haber encontrado por el camino todo lo necesario para seguir con una regularidad admirable, conociéndome….

Ahora es el momento de mirar al futuro, sin prisa y sin pausa, no quiero parar. Ahora ya no me vale. Me encuentro en una época de nuevas inquietudes que puedo volcar en mi espacio, porque es mío y porque, en gran medida, soy yo. Y el primer paso en este nuevo ciclo ya está dado, os habréis fijado en que la apariencia de blog ha cambiado, es necesario cambiar cosas para que todo permanezca constante y esta nueva plantilla me gusta. Me gusta el color rojo que indica pasión y glamour, no podría ser de otro modo y me gusta la letra un poco más grande, que la edad no perdona. Ya me diréis si os parece atractivo el cambio o no, aunque os digo, a pesar de resultar prepotente, que a mí me gusta y que se va a quedar así un tiempo (bueno, si no le gusta a nadie…. no voy a ser una isla en el océano).

El siguiente cambio no será de forma, será de fondo. De hecho será una carrera de fondo, agotadora pero espero que gratificante y con posibilidades de ser terminada. A partir del primer día de Octubre me comprometo a hacer un experimento, voy a tratar de escribir un post diario, solo por un periodo concreto de tiempo, un mes. El objetivo es muy sencillo. Me he hartado de decir y de expresar que la vida es bella, que el día a día es glamuroso si tu quieres, que en tu mano está el poder necesario para girar la moneda y ver las cosas con optimismo y lo voy a tratar de demostrar. Soy optimista y quiero transmitir lo que siento, no es una pose. Yo soy capaz de ver lo bueno que pasa a lo largo del día, y voy a compartirlo. Trataré de enseñaros como un gesto, una sonrisa, una canción, un tropezón o un eructo serán capaces de hacer tu día mejor, solo y siempre que tu quieras que así sea.

A ver que sale de todo esto.

De momento, ayúdame a soplar las velas de esta tarta imaginaria de cumpleaños y sigue a mi lado un año más…. y los que vengan. ¿Te apuntas?

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Hasta pronto,

J

Qué ha llegado septiembre!

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Acabamos de estrenar septiembre, un mes que no me suele caer muy bien por lo que implica, la vuelta a la realidad después del verano, la antesala de otoño, la jornada completa en el trabajo, la reducción drástica de las horas de luz…. Pero este año ha venido con una «estupenda» ola de calor que nos tiene a todos derrotados. ¿Es posible que hoy sea el día más caluroso de este atípico verano? Yo así lo creo, os juro que termino de escribir esto y me tiro de cabeza a la piscina para refrescarme.

Ahora creo que soy yo el que, al igual que el mes de septiembre, os cae un poco mal, sobre todo a los que no tenéis una piscina cerca y estáis a medio camino del derretimiento… Lo siento, me he dejado llevar. Seguro que algunos de vosotros tenéis aire acondicionado o casas de campo, vivís odiasamente cerca de la playa o incluso en un ático, cosas que a mí me dan bastante envidia pero no por eso voy a juzgaros mal, cada uno aprovechamos los recursos que tenemos a nuestro alrededor como mejor podemos, ¿No creeis?

Volvamos a lo de septiembre, que es más aséptico. Suele ser un mes de comienzos y eso siempre es positivo e incluso volver a cierta rutina, tampoco es malo. Lo verdaderamente malo es no tener un pastizal que te permita vivir como te gustaría. La vuelta al cole está ahí, a la vuelta de la esquina, y la «vuelta al curro» de los que, afortunadamente, tenemos trabajo, ya casi se ha producido por completo. En este mes abrimos nuevos proyectos que el verano ha dejado interrumpidos y es casi, mi hermana por lo menos lo ve así, como si realmente fuera el inicio del año. Nunca me lo había planteado así, pero es curioso, podría funcionar. Empezar el año con el curso escolar y acabarlo con una gran fiesta de fin de vacaciones….

No se vosotros, pero yo aún me encuentro bien, aún conservo esa relajación en la cara, tengo un moreno muy agradable que todavía me recuerda a la playa y eso, cuando me miro en el espejo a primerísima hora de la mañana es un aliciente, parece que estoy de paso, que no voy a quedarme a trabajar once meses del tirón…. que ilusos somos, cuando queremos. Por otro lado, estoy a tope de energía, el mar y el sol me han venido muy bien para desconectar y para subir los bioritmos, ahora me encuentro más imperturbable que nunca. Estoy como si las circunstancias a mi alrededor, la rutina del trabajo y la de los estudios no pudieran conmigo, de momento, no lo hacen. Lo harán, lo se, lo harán, pero de momento, voy como flotando por la moqueta de la oficina, como levitando, con la sensación de que podría quitarme el zapato y tocar con mis dedos de los pies la arena fina de la playa. Qué ilusos somos, cuando queremos.

Pero es que estas sensaciones ayudan a estar mejor, hay que ir entrando en faena poco a poco, implicándose despacio, dejando que la monotonía llegue, pero lo más tarde posible. Y para eso, septiembre es un buen mes. Es el mes de transición por antonomasia, supone un cambio de estación, un cambio de colores, un cambio de temperatura, un cambio de luz, y luego tiene el equinoccio de otoño que no se bien que es pero que suena de maravilla. Esto de la astrología, los solsticios y los equinoccios suenan muy hippies, dan ganas de música, de baile y tomar cosas raras…, bueno, eso último lo retiro, que este es un blog «serio».

Yo no se por qué pero espero mucho de esta temporada, tengo puestas muchas expectativas en el futuro a corto plazo que empieza en este mes, creo que es muy bueno empezar estas mini etapas con buena cara y con ilusión, que a lo mejor, algo bueno se cumple.

-«Ya estamos todos» -Dijo el otro día un de los míos, y eso es muy buena noticia. Hemos ido y venido, hemos disfrutado y nos hemos reencontrado, y aquí estamos todos juntos de nuevo para afrontar lo que vaya viniendo. Ya os he dicho que me encuentro bien, feliz y positivo, a ver cuanto dura.

Esta canción que os dejo me ha acompañado este verano y el vídeo puede ilustrar muy bien lo que os he contado, eso de recordar lo vivido, incluso anhelando esos momentos pasados y mirar hacia adelante con ánimo de disfrutar de esta nueva etapa qué se abre hoy mismo. Pero quedaros con lo bueno y, como dice su autora, Birdy, «Recordaremos esa noche por el resto de nuestras vidas».

No dejéis que el síndrome post-vacacional os afecte, disfrutad de esta nueva etapa y de este septiembre que nos ha caído encima. Como siempre, sed felices.

Hasta pronto,

J