Esta semana he disfrutado de tres días de vacaciones.
Os podría decir que he estado con unos amigos en Londres o que he cogido a la familia, hemos cargado el coche y nos hemos ido a pasar unos días a un encantador hotelito rural. Pero sería mentiros. Nada mas lejos de la realidad. La verdad es que he disfrutado de tres días de vacaciones en casa, y tan a gusto, oye.
Todos los años me sobran unos días sueltos en el trabajo después de fijar la vacaciones de verano y de Navidad y suelo agrupar un par de ellos para sencillamente no hacer nada. El resto de vacaciones, las familiares, vamos, suelen ser una prolongación de la rutina de casa, pero cambiando el escenario. Normalmente cambiando la vida de ciudad por la playa, lo cual es perfecto. Me encantan esas vacaciones, hacer con mi familia cosas que habitualmente no hacemos, recorrer sitios distintos, pasar más tiempo juntos…. aunque eso no se si es del todo bueno…. ya me entendéis. Así que estos días me los tomo como mis auténticas vacaciones.
Con tres días por delante, tenia la opción de hacer muchas cosas, o de no hacer nada. Ya os podréis imaginar que mi mujer me asignó una lista de tareas para estos días en plan:
-Tienes que hacer esto, comprar aquello, limpiar eso, empapelar lo otro, salir a por, bla, bla, bla. -Ya llegó un momento en el que no escuchaba.
Sinceramente, le hubiera dicho que se callara, que no pensaba hacer nada de lo que decía, que eran mis días libres y que me los había ganado. Pero en lugar de eso, actué como suelen actuar ellas, las mujeres. Cerré la boca y sonreí, por eso de que «el que calla otorga», incluso creo que asentí varias veces con la cabeza. Pero mi mujer, que es como todas las mujeres, mas lista que el hambre, sabía que sus indicaciones ya estaban cayendo en saco roto por lo que hizo su jugada maestra. Un golpe bajo incluso. Aprovechó que las niñas estaban por ahí para decir con la mejor de sus sonrisas:
-Niñas, la semana que viene papi está de vacaciones, así que os puede recoger en el cole y venir a comer con él.
En esos momentos pensé «menuda cabronada», pero volví a pensar con inteligencia, cerré la boca, sonreí y asentí varias veces con la cabeza. De esta no me libraba, está claro. Era un chantaje emocional en toda regla así que, por el bien de mis criaturas, me lo comí. Enterito, ¿o no? Pues la verdad es que no. Porque un día de esos, de los de las vacaciones en casa, me fui a comer fuera, con mi amiga P, que después de lo de su cumpleaños teníamos una quedada pendiente. Sí que actué como buen padre y recogí a las niñas en el cole, pero para lo que viene siendo la comida, recurrí a los abuelos.
Estos actos de rebeldía no iban a dejarse pasar por alto. El último día de mis vacaciones, el miércoles, fue uno de los días mas largos de mi vida, sin entrar en detalles estuve toda la mañana, tarde y casi noche sin parar de ir de un lado para otro, recogiendo aquí, ayudando allá, viniendo a por esto para luego volver a por lo otro. Creo que el coche hizo más kilómetros ese día que un viaje normal a Cádiz. Os lo juro! Fijaos como sería ese día de cansado y movido ¿os he dicho ya que a parte de hacer todas esas cosas tuve que ir a recoger a las niñas al colegio, traerlas a comer, llevarlas de nuevo, recogerlas a las 5, llevarlas a sus actividades extra-escolares y traerlas de vuelta?, que todo lo que he dicho antes, lo hice entre mis obligaciones paterno-filiales. Ni Fernando Alonso se mueve más rápido por Madrid.
Pero ese día concreto tuvo una gran recompensa, bueno más bien, me tomé la recompensa por la mañana a la espera de lo que pudiese venir por la tarde…. Esa mañana quedé con mi hermana y nos fuimos de brunch por el centro. Visitamos La Latina, el Mercado de San Miguel, otra vez La Latina, y a todo esto, que si zumo de frutas natural con bocata de jamón ibérico, que si cafecito (yo, ella Cola Cao), que si tarta de Zanahoria…. y aderezado todo con charla y sol. Que mañana tan estupenda pasamos!
Durante esa charla con mi hermana, le hice una confesión, que voy a compartir con todos vosotros. Le dije:
-Hermana, vengo sin ducharme -No penséis mal, que limpio estaba, que me había lavado todo.
Y le expliqué lo que para mí es el verdadero significado de las vacaciones. Imagino que cada uno tenemos uno distinto, pero el mío es dormir hasta tarde, desayunar sentado, relajarme en el sofá con un libro, aprovechar para pasear por la ciudad, tener tiempo para hacer las cosas que me gustan y sobre todo huir de la rutina del día a día. Esa rutina empieza siempre en la ducha, por eso para mí era tan liberador haber escapado….
Y para vosotros ¿Cuál es el verdadero significado de vacaciones?
Hasta pronto,
J
Desde que me casé, allá por el 96, ya no sé lo que son vacaciones… En casa, con niños de cualquier edad, pero sobre todo en edad escolar, simepre algo hay que hacer. Así que comprendo y hasta empatizo con tu mujer: pregúntale a ella cuándo fue la última vez que tuvo vacaciones y quizás la entenderás un poco más ;)!
Te has ido para arriba, Juanan: con WordPress te has profesionalizado como blogger. ¡Mis felicitaciones!
Un saludo!
Fer
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Gracias por comentar Fer, me encanta lo que dices. Es cierto pero en nuestro caso los roles están algo invertidos. Ella ha leído el post hace apenas un par de horas y ha llorado de la risa. Creo que he construido un retrato fiel de la situación, y lo sé porque a ella le ha gustado.
Un abrazo
Juanan
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Juanan que son las vacaciones
Me encanta tu blog
María jesus
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A mi me encantas tú. Muchas gracias por el comentario. ¿Qué son vacaciones dices? Pues….
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Las vacaciones para mi, esas de las que hablas, las tuyas, las de verdad!! Yo las disfruto durante dos o tres días con una amiga, nos vamos cada año un fin de semana solas las dos, sin maridos, niños ni demás. Cada año seleccionamos un destino diferente y nos vamos a disfrutar de nuestras verdaderas VACACIONES!!
Por lo que aquí dejo una muestra de que pese a ser mujer, esposa y madre….. Si te organizas….. Lo puedes hacer y qué gratificante resulta 😉
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Tú si que sabes!!! Muchas gracias por comentar y por compartir el blog. Te quiero.
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