Mi reino por un selfie

Acaba de sonar el teléfono y era Manuela Carmena, la Alcaldesa de Madrid.

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Me llamaba como si me conociera de toda la vida, dirigiéndose a mi de tú a tú e invitándome a un evento que tendrá lugar este fin de semana donde pretende hacer balance de estos cuatro años de legislatura, rendir cuentas e informar de su plan para los cuatro siguientes, porque, como ha insistido, ella se ha presentado a la reelección.

Cuando ha acabado la grabación, no era ella en realidad pero vosotros ya los sabíais, he colgado, he encendido mi ordenador y he abierto este nuevo post. Cualquier excusa es buena para meterme en vuestras vidas y esta tiene su aquel, no me lo podréis negar.

Y hasta aquí la introducción que yo de política no suelo hablar, ni yo mismo me hago responsable de mis ideas como para ponerme intensito en plan campaña electoral. Pereza máxima. Y después de estar en la mesa electoral en los últimos comicios y meterme una jornada de diecisiete horas POR LA DEMOCRACIA, pocas cosas me apetecen menos que ahondar en este tema.

Así que voy a hablar de gente gilipollas, que me apetece mucho mas. No es que piense que la Alcaldesa lo sea, no se de donde he sacado esta asociación de ideas pero es que últimamente me encuentro a demasiados y demasiadas por ahí. Gente, que si bien no son organismos unicelulares, si que se comportan como si lo fueran, y si encima van en bandada o están al servicio de las redes sociales….

Hace poco nos enteramos que había muerto en acto de servicio una señorita que solía hacer alpinismo en bikini para fotografiarse después y hacer que sus hazañas fueran virales. La pobre Gigi Wu se precipitó al vacío en uno de sus reportajes y aunque fue capaz de hacer una llamada a unos amigos por el teléfono vía satélite que llevaba consigo, nada pudieron hacer para salvar la vida de la joven que falleció por hipotermia. Descansen en paz ella y su cohorte de seguidores voyeur. Como diría una que yo me se, ¿qué necesidad hay, hija?

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Ir más allá o irse al más allá… todo por una foto, por un reto, por un puñado de seguidores o por la gloria efímera. #EstamosLocos

La señorita Wu no es la primera ni será la última que da su vida por esa instantánea. Casi 300 personas fallecieron en los últimos años a consecuencia de sacarse un selfie en circunstancias extremas, que me parecen hasta pocas con lo chalados que parece que estamos. Nos estamos empeñando en esquilmar la población pero así vamos lentos, leeeenntos. Mas insensat@s por favor.

Como el escalador chino Wu Yongning, famoso por escalar edificios a cambio de likes y buenas sumas de dinero, en su última aparición se le escaparon los quince mil dólares del contrato por un pequeño resbalón de nada, ciento noventa metros hasta el suelo y bye bye. Si queréis ver como se desploma, podéis buscar el vídeo, está, como el resto de sus logros, en YouTube.

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O como el fotógrafo polaco Michal Mackowiak y su esposa Hania que se precipitaron por el acantilado de Cabo da Roca en Portugal ante la atenta y desesperada mirada de sus hijos pequeños que contemplaban atónitos como sus papis se acercaban tanto al borde del precipicio para hacer LA foto para desaparecer inmediatamente después risco abajo.

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Y que decir del pobre Darsh Patel. A este no le dio tiempo ni a hacerse el selfie en el parque natural de West Milford, se acercó tanto a un osito de 140 kilos para hacerle unas fotillos que no fue capaz de escaparse de su amoroso abrazo, mutilado y KO en menos de lo que tarda en saltar el temporizador.

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Mas o menos lo mismo que le pasó a James Crowlett en Miami, con un tiburón en lugar de un oso. Esta vez si que hubo selfie. Dicen que los tiburones no suelen atacar a los humanos si no se les provoca… a lo mejor al escualo no le gustó que subiera la foto a redes sin su autorización.. o que no lo etiquetara.

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Pero no hay que irse tan lejos, en la estación de cercanías de Sabadell Nord vimos como una chicas se tiraban a las vías para hacerse fotos, posar sensuales y poner morritos. A veces las esperas se hacen interminables y hay que entretenerse con algo mientras llega el tren. A estas las podría haber sorprendido en plena pose y desde luego ya ninguno nos reiríamos tanto. Afortunadamente alguien con cabeza las reprendió y subieron al anden entre risas y desprecio, se les había acabado el cachondeo.

¿Y todo esto para qué? Es posible que a veces la audacia se pueda rentabilizar y en algunos casos, las experiencia extremas reporten un beneficio económico elevado y acorde con el peligro, ahí lo puedo entender. ¿pero si no es así? ¿y si solo es por tontuna y por afán de protagonismo? Ser joven en esta generación es complicado, lo se. Ya no se vive como hace cuarenta o cincuenta años, ya no se juega a lo mismo, ya no se socializa de la misma manera. Ahora la moneda de cambio son los LIKES, la popularidad se mide por número de seguidores y por interacciones. No es de extrañar que en esta escalada a la fama triunfen las ideas peregrinas y las consignas filosóficas del HIGHER, FASTER, FURTHER. Al más ALTO, más RÁPIDO, más LEJOS casi habría que añadir más GORE para actualizarlo.

Un poco de música para relajar, esto es SELFIE, de The Chainsmokers.

Ay Carmena y todo esto por tu culpa, si voy a tu evento ya nos haremos unas fotillos, tengo ideas 🙂

Y a vosotr@s, queridos e insansatos lector@s, os espero cámara en mano en la zona de comentarios.

Hasta pronto,

J

La (e)lección de la camiseta

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Recientemente hablaba con una compañera de trabajo de lo importante que es tener ropa chula para hacer deporte. El hecho de estrenar algo es como un aliciente para salir a sudar la camiseta con más ganas, una excusa, a veces cara, para tirarte a la calle a correr o acercarte a machacar tu cuerpo en el gimnasio. Se que no era una conversación muy elevada que digamos, pero claro, este blog habla de glamour barato y cotidiano así que no esperaríais que fuésemos a charlar sobre física cuántica, ¿no?

De momento no tengo intención de cambiar el título de mi bitácora a algo parecido a…

«Cuantos protones hay en esto?»

Dicho esto, volvamos por la colorida senda de lo superfluo (que no tonto) y de lo superficial (que no tanto) y pensemos un poco en el fondo de la conversación que os comentaba. Cierto es que a veces necesitamos excusas para castigar a nuestro cuerpo, y sobre todo, para engañar a nuestra mente y una buena forma de hacerlo es con estos pequeños estímulos. La novedad siempre ayuda, por lo menos hasta que somos conscientes de que las prendas coloridas y molonas que portamos no hacen que lleguemos más lejos, ni más rápido, ni nos cansemos menos… pero estamos tan guapos cuando nos miramos al espejo antes de salir, que compensa e incita.

Aunque también hay veces que no lo hace y es que, si queremos darnos estos caprichos que tiren de nosotros hasta el reino del sudor, de la congestión y de las agujetas, debemos recurrir a prendas adecuadas, prendas que nos queden bien y que sirvan para lo que queremos que sirvan… O sea, para enseñar si tenemos algo que lucir o para tapar, si lo que tenemos para lucir está mejor oculto y encerrado bajo cuatro llaves.

Y os digo esto porque yo he caído en la trampa de Narciso y me he estrellado de manera atómica. Quería empezar mi nueva temporada de running estrenando ropa, para animarme, y vi una camiseta en Amazon chulísima y muy rebajada, de color verde fluorescente, con detalles en azul y camuflaje… mejor os dejo la foto…

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Me la pillé, claro, porque me gustaba la camiseta y porque inocente y desquiciadamente pensé que me sentaría igual que al modelo. Qué error amig@s, que error.

Abrí el paquete con ansia, la camiseta era más bonita de lo que parecía en la foto y ya me veía corriendo a velocidad supersónica mientras la gente se daba la vuelta para mirarme mientras pensaban con algo de envidia… «qué mono va este chico siempre!» 

Cuando me la puse y me miré al espejo me dí un tremendo golpe contra la más cruel de las realidades, un golpe dolorosísimo. Lo que vi en el espejo era atroz, como si algún ser diabólico me hubiera hecho un trabajo cruel de body painting. La camiseta era tan fina que parecía que iba desnudo, y así me sentía yo, desnudo y verde, como una versión amorfa y mohosa del Increíble Hulk. No es que la camiseta remarcase todas las zonas, las bonitas y las feas, de mi torso, sino que las realzaba de una forma que debería estar prohibida.

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WTF!!!!!

Ni que decir tiene que no le dí mas oportunidades, me la quité como si quemara, la metí en su bolsa y solicité la devolución express. Quería ese engendro lejos de mi casa, de mi armario, de mis lorzas… Dicen que hay tres cosas que SIEMPRE dicen la verdad, los borrachos, los niños y las mallas…. pues creedme, esa camiseta era un puto niño borracho en mallas.

Aquel episodio fue cruel, pero también muy instructivo.

Tenemos metido en nuestro subconsciente la imagen que queremos proyectar de nosotros mismos, una imagen deseada y casi siempre alejada de la realidad pero encontrarte con ese otro YO de repente y sin anestesia es, cuanto menos, inquietante. Y no porque creamos que somos lo que no somos, no es eso, sino que tendemos a vernos idealizados, distintos, a veces mejorando la realidad, otras veces, empeorándola. Ambas versiones son, llevadas al extremo, patológicas. Así que cuanto más cercanas estén la imagen real de la imagen proyectada mejor para nosotros.

Esto forma parte del proceso de aceptación de nosotros mismos, y si, del proceso de aprender a querernos. Pero no podemos confundir esa aceptación con una liberación excesiva. Las cosas grotescas, como lo de la camiseta, mejor dejarlas para la intimidad. Siempre hay otra elección más acertada con la que podamos sentirnos mejor y donde la imagen que proyectemos sea más dócil. O tal vez seamos del tipo de personas que ya carecen de complejos porque se los han ido quitando uno a uno… si eres de esos y te gusta lucir palmito sea lo que sea lo que te devuelva el espejo, dame un toque, tengo el conjuntito perfecto para tí. Yo no me atreví.

Y ahora una canción que sirva de ilustración a esto que os he contado, un tema que suelo escuchar en mi MP3 y que dice de una forma muy gráfica algo parecido a habla, habla, que no te escucho. Porque a veces es mejor salir corriendo y hacer oídos sordos a los gritos, a los insultos, a las vejaciones y a las camisetas verdes. Que disfrutéis de la canción y de la versión del Mago de Oz que representa el vídeo.

Y ahora, llegó el momento de charlar, no seais tímid@s y contadme algún momento vergonzante como el que os he relatado yo… o simplemente hablemos de lo que os apetezca.

Hasta pronto,

J

El «suizo» y el francés

Aquí entre nosotros, debo reconocer que me encanta el francés.

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Y en plena vorágine del Orgullo LGBT 2016, también debo reconocer que me encanta el francés practicado por chicas o mujeres, en femenino. Es que para esto de los idiomas soy muy heterosexual…

Porque estoy hablando de idiomas, ¿acaso creíais que iba por otro lado?

¿Por el exquisitamente hablando «sexo oral», quizá? ¿Ese que si eres hombre y vives en Ginebra, Suiza, puedes demandar en una cafetería de nueva creación que llevará el explícito título de Cafe Fellatio?

No me puedo creer que no os hayáis enterado de esto, después del Brexit es lo más escuchado y discutido en nuestra Europa. Esta vez no hemos importado un nuevo modelo de negocio americano dispuesto a arrasar y a globalizar sin parangón. No. Esta vez la importación viene desde Tailandia, paradisíaco país donde el sexo, el turismo, y en definitiva, el turismo sexual, significan las aportaciones más numerosas de su PIB.

El concepto es muy sencillo, te tomas un café y te la chupan. Sin trampa ni cartón, no te van a dar conversación ya que el servicio que ofertan tiene una duración de entre cinco y diez minutos, por lo que habrá que ir algo estimulado de casa si no quieres quedarte a medias. E imagino que ese tiempo será el dedicado a la «ordeñación» del cliente, que lo de disfrutar del café no irá con hora….Se anuncia una gran carta de cafés y de señoritas o señoras y el coste de este relajante momento será de unos 55 Euros, que a nada que el café sea bueno y la «camarera» limpia, está bien de precio. O si no fíjate en la calidad de lo que te dan en un Starbucks y lo que te cobran por ello y compara.

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«Pero primero, café»…. ¡si usted lo dice!

Puede que este negocio se extienda como la pólvora por esta desgastada Europa nuestra aunque seguro que en algunos países su concepto y su concreción chocarán de frente contra las leyes que regulan/prohíben la prostitución. Parece ser que las prostitutas suizas tienen un marco legal distinto al de sus colegas en otras partes del mundo, por eso de acabar con la «trata» y el proxenetismo, o quizá, por el simple hecho que sacar partido a una actividad lucrativa, que es Suiza, señores, paraíso fiscal consentido, donde los mafiosos y los corruptos encuentran lugar para atesorar, rentabilizar y limpiar sus fortunas.

Pero a lo que vamos, aviso a navegantes. Tenemos que estar muy atentos a partir de ahora cuando alguien nos ofrezca o nos pida un «suizo», habrá que saber distinguir si lo que quiere es el típico bollo, o la nueva acepción, el café con mamada. No deis nada por hecho, amiguit@s.

Y retomando lo que decía al principio, que me gusta mucho el francés, y esto del sexo oral, también, claro. Pero realmente yo venía aquí a hablar del lenguaje, de su sonoridad, de su sensualidad, de su calidez…. y de esas canciones entre cantadas y susurradas, algo intensas, pero preciosas.

Y es que estamos tan acostumbrados a escuchar música en castellano y en inglés que a veces olvidamos que hay muchos artistas a lo largo y ancho del globo que componen en sus idiomas y que cantan y sienten en otras realidades. Solo hay que tener la mente abierta y atrevernos a investigar para darnos cuenta de que la música es universal y que lo que te llega y te parte el corazón no entiende solo de lenguaje.

De vez en cuando un artista no anglosajón se abre paso en el proceloso mundo de las discográficas, las radio-fórmulas y los encorsetados estándares del marketing musical y nos llegan cosas frescas y atractivas como este «Je Veux» (Quiero) de ZAZ.

Si es que el francés, cuando está bien cantado, es una maravilla ¿no?

Pues a disfrutarlo. Que cada uno se quede con lo que más le apetezca, con la canción, con el café, o con el francés. Pero no os olvidéis de comentarlo.

Hasta pronto,

J

Abril y la locura del crucero

Dice el refrán que «en abril, aguas mil». Pero yo, desde que vi este vídeo…

…Soy mucho mas de «abril…cerral» Donde va a parar!

Y aquí estamos, otro mes que nos ha caído encima, un mes primaveral y revuelto. No me creéis cuando digo que se nos va el año pero mira, hace nada estábamos con la uvas y ya estamos en el cuarto mes.

También esto de abril-cerral me viene al pelo para contaros algo. Uno de los cambios que hemos sufrido a nivel familiar ha sido el cierre de la tienda que llevaba mi mujer, ya no volveré a ser empresario consorte nunca más, snif, snif. Las cosas de la vida, la ilusión con la que hace cinco años abrimos el negocio se ha transformado en ansiedad, en angustia, en desilusión y en incertidumbre. Al final la realidad se ha impuesto y hemos tomado la que, para nosotros en este momento, es la decisión mas acertada. Han sido cinco años buenos y malos a partes iguales pero sobre todo, cinco años de aprendizaje. Muchas cosas han fallado y muchas hemos hecho bien pero eso ya es historia.

Como somos muy teatrales, el mismo día de la inauguración, el once de marzo, colgamos el cartel de liquidación y el mismo día 31 de marzo se echó el cierre cerrando una etapa más. Porque la vida, ya me lo decía una amiga, no es más que eso, etapas que vamos pasando.

Nosotros ya hemos pasado nuestro luto, lo peor ha sido tomar la decisión, pero no somos de recrearnos en lo malo así que lo que pasó, pasó y ya estamos enfocados en el futuro. Ahora el refrán que nos gusta es el de que «cuando una puerta se cierra, otra se abre».

Y hasta aquí la sección cambios, a partir de ahora todo alegría, locura y diversión.

Amigas, amigos, me he hecho fan de Susan Brown.

Seguramente vosotros no la conoceréis pero os voy a contar su historia, bueno, más bien os voy a relatar un pasaje de ella, el más grande.

El tema es que Susan Brown, jubilada inglesa de 65 años y su esposo, de 69, se habían embarcado en el crucero Marco Polo que hacía un recorrido de 32 días desde las Indias Occidentales. En la escala que hicieron en Madeira, Portugal, la pareja discutió acaloradamente y decidieron poner fin a su periplo e incluso a su relación. En el aeropuerto de la ciudad portuguesa trataron de comprar unos billetes de avión para volver a su hogar, el marido la mandó más o menos a freír espárragos y le dijo que mejor él cogería un taxi de vuelta al puerto y que embarcaría de nuevo.

La mujer sola en el aeropuerto decidió seguir a su marido hacia el crucero y cuando llegó al embarcadero descubrió que ya había zarpado.

Hasta aquí todo bien, ¿no? Si esto no fuera la vida real sino un libro de los de «elige tu propia aventura», las opciones para continuar el relato serían las siguientes:

A. ¿Volverías al aeropuerto, comprarías un billete de vuelta a tu país y te largarías en el primer vuelo disponible?

B. ¿Mandarías a tu marido al carajo, te pasearías por las tabernas del puerto hasta encontrar a un atractivo portugués y te quedarías en la isla forever and ever, living la vida loca?

C. ¿Tratarías de alcanzar el crucero a nado?

Pues sí, como imagináis, Susan Brown, eligió la opción C. #EstamosLocos? pues sí, una hartá, mogollón, mazo, como una puta cabra, o quizá enajenados, enloquecios o borrachos.

La señora, con lo puesto y aferrada a su bolso de mano, se lanzó a las frías aguas del Atlántico en plena noche y puso velocidad de crucero para ver si alcanzaba al barco y a su esposo.

Cuatro horas después la rescataron, aún aferrada a su bolso de mano, unos pescadores alertados por los gritos de la buena mujer. ¿No es para quererla? Yo la adoro. Es que me la he imaginado en plan la «Superabuela» nadando a toda velocidad, llegando al crucero, y llamando al casco…

Toc, toc, toc!

Y entonando en su perfecto y británico ingles:

«Could you please help me board the cruise?»

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¿Susan Brown antes de tirarse al agua?

Así entre nosotros os diré que me meo de la risa con esa señora, que grande, que loca, que histérica, que cachonda.

Aunque para cachondo el marido, que le dijo que se volvía al crucero y en realidad se fue en el avión. Y mientras su esposa nadaba y nadaba el tío pidiéndose gintonics caminito del mismísimo Londres, y tan a gusto. No me quiero ni imaginar como sería el reencuentro. O sí, claro que sí.

«Lo que Dios ha unido, que no lo separe… ¿El mar?»

Y ahora os toca a vosotros, ¿qué os parece la locura de Susan Brown? ¿Son del tipo de cosas que vosotros habéis hecho por amor? ¿Qué esto se queda corto? Pues contádmelo, contádmelo. Charlemos.

Hasta pronto,

J

Malos tragos #EstamosLocos?

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Dice el diccionario que la fagofobia es la fobia o miedo irracional a tragar o a atragantarse. Y os puedo asegurar que ninguno de los protagonistas del artículo de hoy la sufría.

Vamos al lío. El otro día, mientras revisaba la prensa en busca de historias locas que traeros al blog, me encontré con una historia de infidelidad con final catastrófico. Se relataban unos hechos acaecidos en la ciudad de Natal, Brasil. Nuestra protagonista, una linda muchacha de 28 años, acudió a un hotel con su amante a disfrutar de una noche de lujuria lejos de casa, pero la historia se torció. No voy a dar muchos detalles escabrosos, solo diré el titular y dejo en vuestras calenturientas cabezas el desarrollo de la trama:

La mujer falleció atragantada mientras le practicaba una felación a su amante.

Un «mal trago» para la protagonista y una papeleta para el novio, que se puso tan nervioso por la situación que no se le ocurrió otra cosa que coger el teléfono de la chica y llamar a su marido para informarle del incidente. Y digo yo, por mucho susto que te estés pegando, casi es mejor llamar a emergencias, ¿no?

Imaginaos la reacción del señor cornudo en cuestión al enterarse que su mujer acababa de morir en plena infidelidad. Creo que al principio le pareció una broma, luego…. una putada. Que digo putada, ¡la putada del siglo! Porque una cosa es lavar los trapos sucios en casa y otra muy distinta que salgan en las noticias. A la muerta ya le da igual, pero el que tiene que vivir con la consternación, la vergüenza y los cuernos públicos es él. Qué momentazo, imagino que el señor pensará que ha sido justicia divina y bla, bla, bla…

¿Y el amante? ¿qué pensará el amante? Pues que tiene que controlar el caudal, que igual con un regulador de presión las cosas hubieran sido distintas, o no.

No quiero imaginarme la escena «del crimen» con el marido, el amante y la mujer de cuerpo presente, tirada como si le hubiera dado un síncope… y los de emergencias mirando de reojo al marido… y el juez mirando de reojo al amante…. y la policía manteniendo el status quo. ¿podría incluso denunciarse al amante por homicidio involuntario? Que aquí seguro que cada uno quiere sacar su parte… bueno, ella ya la tuvo.

Si no fuera dramático, sería cómico, ¿no?

A mi esta noticia me ha recordado a un programa de TV americano que se titula «1000 maneras de morir» y que relata en tono de broma un montón de muertes bizarras, fruto de la casualidad o de la imprudencia. Se que las historias que mencionan son casos reales y que quizá deberíamos tener un poco de respeto pero…. es que hay cada uno. Yo me he reído hasta la saciedad con el programa y lo que ha pasado en Brasil parece una de esas historias. Incluso me imagino la reconstrucción de la escena y los comentarios jocosos, lo se, a veces soy muuuuuy básico e irreverente.

Pero debo reconoceros que esto de las muertes es un filón, no hay como buscar en Google «muere al intentar…» o «muere mientras…» para que aparezcan cientos de casos curiosos, marcianos y extraños. La muerte es lo que tiene, nunca avisa y a veces es muy imaginativa, que se lo digan a los protagonistas de la exitosa franquicia «Pesadilla en Elm Street».

Para completar el caso que la mortal ingesta os voy a ilustrar con otro que iguales consecuencias, en este caso se trata de un joven, no vamos a ser sexistas, viva la paridad, que minutos antes de fallecer debió pensar algo que hemos pensado todos….

-¡Cómo me he puesto, voy a explotar!

Este muchacho, un treintañero americano falleció hace un par de años tras ingerir cucarachas, gusanos y larvas, VIVOS, mientras trataba de ganar un concurso «gastronómico» en EEUU. Es que no se si seguir, que me está dando un asco que me muero o quizá es que mi fobia por las cucarachas me puede.

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Arrrggghhh!!!! no lo hagas!

Imaginaos el típico concurso del estilo «Man Vs. Food (Crónicas Carnívoras en España)» con varios postulantes dispuestos a comerse de todo por lograr un premio especial, en este caso una serpiente pitón. Si os parece raruno, os confirmo que el concurso se desarrollaba en una tienda de reptiles en Florida y que nuestro muerto fue el ganador. El muchacho se tragó docenas de bichos vivos, dejó a sus rivales a la altura del betún y cuando se disponía a recoger su premio, sufrió malestar, vómitos y cayó desvanecido. Las autoridades sanitarias no pudieron hacer nada por él.

La organización aclara que al resto de la treintena de concursantes restantes no les pasó nada y que el desgraciado incidente pudo deberse a una reacción alérgica.

No lo sabremos aunque igual tampoco nos importa, lo que realmente me alucina es que hubiera 30 personas comiendo bichos vivos con el fin de llevarse una serpiente enorme a sus casas.

Así que mucho cuidado con lo que os metéis en la boca, amiguitas y amiguitos, que a veces, lo que te tragas te puede matar. Luego tenemos que aguantar que la OMS (Organización Mundial de la Salud) nos informe de que lo malo es comer jamón serrano, embutidos y carnes procesadas…. Si es que no se centran.

Para poner una nota musical y relajar el ambiente os dejo con el Swallow (tragar) de Crystal Fighters, que es muy apropiado.

Sé que estaréis deseando comentar así que no os privéis, ahí tenéis la zona de comentarios disponible. Que aproveche 😀 .

Hasta pronto,

J

 

 

En el nombre de… #EstamosLocos ?

Nuestro nombre es nuestra carta de presentación y dice mucho sobre nosotros, sobre nuestra personalidad, sobre nuestro entorno y sobre todo, sobre lo frikis que pueden llegar a ser nuestros padres… o nosotros mismos.

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No es la primera vez que escribo y charlamos sobre nombres, recordaréis de este post en el que la protagonista había cambiado su nombre por otro más «original» con la intención de distinguirse de la masa o quizá este donde os relataba la tendencia de llamar a los bebes con el nombre de los filtros de Instagram, y es que cuando te pones a elegir nombre hay que tener las cosas muy claras, siempre te acuerdas de alguien y dependiendo de como sea, su nombre te gusta o te repele, a todos nos pasa.

Otras veces tratamos de ser originales y recurrimos a fórmulas de dudoso gusto, recordad lo que os conté de la gitanilla Iloveny (I love NY) o todos esos nombres inspirados en famosos, personajes de libros, de películas o de series de televisión. Yo conozco el caso de una compañera de trabajo que llamó a su hijo mayor Izan porque le encantaba el protagonista de Misión Imposible, que si que se pronuncia izan pero que se escribe Ethan. Qué cosas.

También recuerdo a una niña de padres «progres» que no querían que su retoño tuviera un nombre bíblico, ni un nombre que apareciera en el santoral y ni siquiera un nombre regio, no iglesia, no monarquía. Su postura les llevó a poner a la niña Zoe y en su ignorancia, olvidaron a la pobre Santa Zoe de Atalia, cuya onomástica se celebra cada 2 de mayo. Menos mal que la mártir turca era una esclava, que si llega a ser una princesa regente se caen con todo el equipo. Si hasta para mantener este tipo de postureos hay que tener unos mínimos. Pobres, ellos tan tranquilos con su nena y es como si hubieran escupido hacia arriba y esperaran lo que está por llegar, en fin.

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La mismísima Santa Zoe de Atalia, mártir.

Y hablando de nombres y de postureos, lo que no tiene «nombre» es lo que ha hecho la presentadora Tania Llasera con su hijo, la criatura ha tenido la mala suerte de nacer en fechas muy próximas al fallecimiento de David Bowie, artista del que la presentadora se ha declarado MUY fan. Tanto es el hecho de su fanatismo y de su mitomanía que ha decidido llamar al muchacho José Bowie, José Bowie Vilar Llasera para ser más exactos, porque como os podéis imaginar, Bowie es nombre, no apellido. Y eso para que al final al chiquillo le llamen Pepe. ¿No habría sido más razonable llamarle José David? o llámame loco… ¿David Bowie Vilar Llasera? Que yo no voy a meterme en lo que no me llaman, válgame! pero esto se parece más al afán de estar en el candelero que a homenaje.

¿En ningún momento se le ha pasado a la madre que su chaval tendrá abuelos a los que lo del Bowie se les haga complicado? ¿O que va a ir al colegio y allí cualquier excusa es buena para reírse de lo diferente?

Un poco de esto y un poco de lo otro tendrán también los papás que se inspiran en «Juego de Tronos» para ponerles el nombre a sus nenas, que sepamos, en España ya hay dos Khaleesi… como las dos tengan dragones y mala leche se va a liar gorda, una en Barcelona y otra en Sevilla, me veo dentro de unos años como en «Norte y Sur» o «Villarriba y Villabajo».

¡Khaleesi, que nombre tan bonito para una niña! -Habrán pensado los orgullosos padres y ala, al registro. Por supuesto, con esta imagen en la cabeza…

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¡Ay Khaleesi, la que has liado!

Menos mal que no se han decantado por «Daenerys Targaryen Hija de la Tormenta y Madre de Dragones» que es el nombre del personaje, porque Khaleesi significa algo así como «majestad». Que como nombre es bonito pero… yo de elegir hubiera preferido Daenerys, Sansa, Arya o Cersei por centrarme en nombres de personajes de la serie, pero oye, cada cual elige como llamar a su descendencia. Total, si al final, todos los llamamos a gritos 😀

Ya me imagino asomando la cabeza por la ventana de casa y gritando….. Ilovenyyyyyyyy!!!!! Jose Bowiiiiiieeeee!!!!! Khaleesiiiiiiiiiiiii!!!!! a cenar!!!!!

Sea como fuere, al final el que tiene que llevar su nombre con orgullo y con dignidad es uno mismo y conferirle toda la personalidad posible, ¿que los padres en nuestro afán de destacar resulta que #EstamosLocos? Pues claro, siempre. Y si no te gusta puedes hacer dos cosas, cambiarlo o hacer como «The Ting Tings», cantar a los cuatro vientos que ESE NO ES MI NOMBRE (That’s not my name).

Y me despido aquí, con mi nombre original y compuesto que nadie sabía decir, he respondido a cada mezcla…. pero eso es otra historia. Ahora estoy dispuesto a leer las vuestras, charlemos.

Hasta pronto,

J

El saboteador

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Hace unas semanas tomé una decisión importante en mi vida, de esas que llevaba tiempo postergando, una de esas decisiones que, una vez tomada, te hacen sentir bien contigo mismo y que te reconcilian con el mundo. A veces soy bastante pasivo a la hora de pasar a la acción y lo que tenía que haber hecho hace meses, años quizá, estaba ahí presente incordiando a diario. Pero una vez analizada la situación, los pros y los contras, decidí aventurarme, liarme la manta a la cabeza y hacerlo…

…He tirado mi despertador.

Y ha sido una ejecución en toda regla, desconectado de la red, con el cable envuelto… así ha ido derechito al fondo del cubo de la basura. Una vez ahí tirado, descansando entre cáscaras de huevo, restos de la comida del día y demás restos orgánicos, notaba como me «miraba», como clavaba su pantalla led en mis ojos que lo miraban de reojo, como implorando, como preguntándose el por qué de esa situación, de lo injusto que era eso. A medida que la tapa del cubo de basura se cerraba, durante esos micro segundos en los que la oscuridad luchaba por hacerse con el alijo de desperdicios depositados en la bolsa negra, casi pude oir un…. ¿pero que te he hecho yo…por qué….?

Yo, envalentonado, ya no había quien me parase, miré al cubo cerrado, alcé le voz para que pudiera oírme claramente y le dije todo lo que tenía guardado:

-«Porque no has sido bueno, porque me has jodido durante todo este tiempo que llevabas junto a mi cabeza en la mesilla, porque no has sido lo que se esperaba de tí, porque no has sido un despertador, has sido un saboteador…»

Eso es cierto, nos había saboteado la tranquilidad y el descanso desde el primer momento que llegó a nuestro dormitorio. Llevaba con nosotros varios años, desde el día que su predecesor murió de la noche a la mañana y hubo que salir de urgencia en busca de un nuevo radio despertador que cumpliera su nefasta función matinal. En ningún momento nos habíamos planteado otra opción, nos gusta despertarnos con música, o con el sonido de la radio, nada de teléfonos en la habitación, es una norma de casa. Y nada de despertadores tradicionales, de campana, o de aquellos de inacabables tic tac.

Antes de echar un vistazo a los posibles modelos que podríamos encontrarnos en los grandes almacenes llevaba una consigna clara desde casa… «¡qué el aparato pegue con la habitación, a ver que vas a comprar!». Esta frase se repetía en mi cabeza como si de un maldito mantra se tratase, así que el primer descarte ya estaba hecho, nada de colores o formas exóticos. Allí, en medio de la exposición, el saboteador sacaba pecho ensalzando su neutralidad cromática y formal, sabiéndose el elegido de antemano, acertó.

Una vez en casa, enchufado y en perfecto funcionamiento nos dimos cuenta de que algo habíamos hecho mal. La luz del lector, donde aparecía la hora, era verde. De un verde esmeralda brillante y precioso, de un verde tan intenso, tan mágico, que se comía la oscuridad. Esa primera noche, por llamarla de algún modo, fue el inicio de nuestra mutua animadversión. El verde de su pantalla era de una intensidad tal que la habitación a oscuras parecía de día. Nunca se puso el sol en nuestra habitación desde entonces. Noche a noche, me miraba a los ojos desde la atalaya de mi mesilla, desafiándome y deslumbrando mi descanso. Debido a eso tuve que alterar mi forma de dormir, no quería que esos ojos verdes me vigilaran constantemente así que cambié la postura de tal forma que mi mano se introducía debajo de la almohada, elevándola unos centímetros y parapetando la mirada inquisitiva del saboteador.

Cabreado porque no podía escanear mi fase REM decidió, el saboteador, reinventarse y recuperar el protagonismo perdido, entró en regresión, como los robots cabrones de las películas de ciencia ficción y se redujo a lo absurdo. Una mañana, al llegar la hora de avisarme para despertarme, no hizo saltar el programa de radio sintonizado, en su lugar, me deleitó con una brusca melodía de pitidos desgarradores. Inocentemente creí que el error había sido humano, que el dial no estaba bien sintonizado, pero no, todo estaba perfecto, en su sitio, era él, que me la jugaba. Nunca más se volvió a oír un programa de radio a la hora de despertarme, a partir de entonces, siempre esa atroz cacofonía.

La tercera jugada fue, sin duda, la más ingeniosa. El saboteador, crecido en su maldad, hizo repicar su soniquete infernal a la hora de siempre, las 06:50. La rutina hizo el resto, la ducha ayudó a despejar las legañas, el café a reconfortar ese cuerpo madrugador y el reloj de la cocina, sirviendo de aliado a su pesar, me demostró que la media hora de preparativos no había transcurrido realmente, eran las 7:00 y ya estaba listo para salir hacia el trabajo. Comprobé la hora en todos los relojes de la casa, en los de pulsera y en los teléfonos para que me cerciorasen quién me mentía, quién engañaba. No hubo lugar a dudas ni a falsos culpables, el saboteador había vuelto a hacerlo. Era la primera vez que yo tenía constancia de que un reloj digital se adelantara, quizá fue el primero de su especie, pero lo hacía. Desde aquel día, cinco, diez, quince minutos, nunca conservaba la hora real.

Debí haber tomado medidas en aquel momento, desprenderme de él pero quizá esperaba que cambiase, anhelaba que lo hiciera…. Pegaba con la habitación, si, pero también la iluminaba a deshora, se adelantaba y mis despertares se habían vuelto sobresaltados y desquiciantes. Al final sucedió lo que todos sabemos, que no cambió, no se redimió, siguió fiel a su macabra existencia, regodeándose en sus putaditas y haciéndose fuerte junto a la lámpara de noche y a los libros de cabecera. Se creía el infeliz que aquello iba a durar para siempre.

La decisión se tomó un día cualquiera, muy tarde ya, lejos de él, donde no pudiera oírnos. De ese día no iba a pasar, esa noche ya no la pasaría con nosotros, atormentándonos, y lo cumplimos. No fue consciente de lo que se le venía encima hasta que no estaba levitando en mis manos camino de la basura, bye bye, capullo, espero que ya te hayan desmembrado y que tus componentes nunca más se junten para hacer el mal.

Mi vida ha dado un giro importante, si bien sigo siendo pobre y sigo teniendo que salir a trabajar todos los días a la misma hora, pero ahora me despierta otro aparato, que no ilumina más de lo debido, que permanece en hora y que deja sonar la melodía de la canción de turno en la emisora de turno. Las mañanas siguen siendo igual de perezosas y de ingratas pero el panorama es menos atormentado.

Lo bueno de esto es que he sacado una moraleja instructiva, ya no esperaré que nada ni nadie cambie por mí, ni estoy dispuesto a dar infinitas oportunidades sin recibir nada a cambio, a la primera…..fundido en negro.

Hasta pronto,

J

Del «Black Friday» al «Blue Monday»

Blue woman

Nos vamos a hacer bilingües a la fuerza, no me digáis que no. Llevamos ya una temporada hablando en este Spanglish que nos parecía tan gracioso al principio que no nos damos cuenta que vamos a terminar hablando como en Puerto Rico. ¿Os lo imagináis? Pues no lo veáis tan lejano, que está a la vuelta de la esquina.

Yo ya estoy bastante avanzado en el asunto, en mi empresa se habla así desde siempre. Recuerdo lo mucho que me extrañaba la forma de hablar de mis nuevos compañeros cuando me incorporé hace ya casi nueve años y ahora, tengo tan mimetizado este «idioma corporativo» que hay palabras que no se en español. Parece triste, y, en cierta medida, lo es. Incluso tengo compañeros que españolizan los términos en ingles dejando perlas como:

-«Príntame» ese documento. (de PRINT, imprimir)

-«Forwardeales» el e-mail para la reunión. (de FORWARD, Reenviar)

-«Bookea» estas facturas. (de BOOK, registrar)

Y es que en mi trabajo todo se hace en inglés, nosotros no preparamos provisiones de cuentas, sino accruals. Ni realizamos presupuestos anuales, sino budgets. Hacemos bookings en lugar de reservas, forecasts en lugar de estimaciones y trainning en lugar de formación. En cierta medida, es lógico que terminemos hablando en un idioma propio que entienden y comparten nuestros compañeros de todo el mundo. Es lo que tienen las multinacionales, que todas poseen una lengua madre por la que se rigen todos los procedimientos y los procesos. En la nuestra es el ingles, y nosotros, que somos unos snob o unos catetos, aceptamos lo que nos dan y como nos lo dan, asimilamos los términos y los hacemos nuestros.

Pero esto que pasa al nivel más íntimamente empresarial también se produce en la vida cotidiana, estamos hartos de encontrarnos negocios locales con nombres rimbombantes en otros idiomas. Desde hace años, mucha publicidad no se traduce, los mensajes se transmiten en la lengua original y el que lo pille que lo pille, si total, el que no lo pilla no entra dentro del mercado objetivo de la marca.

Así, poco a poco, vamos asumiendo términos y expresiones que nos globalizan. Desde la niña gitana llamada Iloveny, porque sus padres vieron ese nombre en una camiseta….

iloveny

… al famoso «Just do it«. Todo este vocabulario extranjero, anglosajón principalmente, que hemos ido asumiendo nos deja la mente abierta para todo lo que vaya cayendo. Ya lo he dicho muchas otras veces, el mundo angloparlante tiene, en general, y los Estados Unidos, en particular, muy buen marketing, saben vender lo suyo mejor que nadie y eso es porque tienen industria de todo y ganan dinero exportando su marca. En nuestro humilde pais, nos hemos tragado como parte de nuestra historia reciente la festividad de Halloween cuando ya teníamos nuestro propio día de difuntos, hace un par de años tan solo, instauramos el Black Friday como el top de la modernidad, y este año nos echamos las manos a la cabeza al enterarnos de que el tercer lunes de enero es el peor día de año, el más malo de todos, el peor, el más deprimente, o lo que viene a ser lo mismo, el Blue Monday.

Y nos quedamos tan tranquilos, oye.

Este concepto, porque el Blue Monday ya es un concepto en sí mismo, tiene además bastante traca. Resulta que el término es relativamente nuevo, de 2005 y está basado en una fórmula matemática que analiza valores climáticos, económicos, la sensación de haber fallado con los propósitos de Año Nuevo, el tiempo que ha transcurrido desde que acabó la Navidad, la motivación actual y la necesidad de reaccionar. No se cuanto tiempo le llevó a su descubridor, Cliff Arnal, la fórmula magistral del lunes depresivo por excelencia pero por lo menos fue financiada por una entidad privada, la empresa Sky Travel que aprovechó el descubrimiento para incentivar su negocio, los viajes.

Porque si este estudio hubiera sido subvencionado por el Estado, el British o el Spanish, me da lo mismo, la cosa sería distinta. O sea, que hay dinero para memeces y no para la ley de dependencia! Y claro, luego está el hecho de que nos tenemos que creer que esto es así, porque como son matemáticas puras y duras no hay lugar a engaño, verdad verdadera. Da igual como te encontrases el lunes pasado, como estuvieran tus biorritmos, tu motivación o tus ganas, si en la tele dicen que es el día más triste, pues a cambiar la cara, todos «blue«.

Esto de los estudios es demencial, no me digáis que no. Yo creo que en las Universidades no saben en que invertir el dinero que les llega por la cara y lo dedican a hacer encuestas y estadísticas absurdas que luego publican y publicitan, tienen todo un tinglado montado en aras de la investigación, el desarrollo y el progreso. Esta misma mañana, en la radio se han hecho eco del último hallazgo….

Por lo visto, está demostrado (no sabemos muy bien como) que los jueves son los días más propicios para tener acercamiento con la pareja. Los investigadores del London School of Economics and Political Science han llegado a la conclusión de que estos días, repito, los jueves, los picos de hormonas sexuales están en su máximo nivel, o lo que viene a ser lo mismo, toda una orgía de testosterona y de estrógenos. Así que ya sabéis, ahora no hay excusas que valgan, si hoy es jueves, toca. El mito del sábado sabadete tiene los días contados.

Pero mira, aquí, los investigadores de la Gran Bretaña, se han dejado el concepto que podría revolucionar la vida sexual mundial, solo tenían que darle un nombre bonito a esto y ya estaría. Cada jueves, los telediarios abrirían sus ediciones hablando de los…. ¿Sex Thursdays? ¿Hot Thursdays?…. mejor, siguiendo la senda de la gama cromática, los «Red Thursdays«. Red (rojo) por la pasión, por el morbo, por la libido y porque así es como se marcan en el calendario los días importantes.

Ay, qué cándidos han estado estos investigadores! Pero bueno, yo siempre estoy aquí para echar una mano (sin guarradas….).

Hasta pronto,

J

La Navidad es un coñazo!

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Solía decir mi madre….

-¡Cómo me gustaría acostarme hoy y despertarme el ocho de enero…!

A mi hermana y a mí nos ponía descompuestos tanto derrotismo pero ahora, como todo en la vida, el ciclo ha continuado con su rumbo y somos nosotros, ya padres responsables, los que entonamos esta y alguna que otra expresión parecida. Yo reconozco que las Navidades no me han gustado nunca desde que mi padre me reveló el secreto mejor guardado, la verdad de Los Reyes Magos. Ese día se acabó la magia, lamentablemente. Imagino que mis padres creerían que yo era demasiado inocente, demasiado tonto o demasiado blandito para mi edad (unos siete años y medio, no penséis que ya era adulto…) y por ello tomaron la decisión de contarme lo que me contaron. Mi padre, que fue el encargado de llevar a cabo la conversación, tuvo todo el tacto que pudo pero a la hora de tirar por tierra las ilusiones de un niño no hay fórmulas mágicas.

Desde entonces el único aliciente de la Navidad, eran los regalos y las vacaciones. Ahora, años después de terminar los estudios y metido de lleno en la vida laboral, y que no nos falte, solo nos quedan los regalos porque de vacaciones mejor ni hablar. Pero nuestros hijos si que las tienen, al igual que tienen ilusión y creen en la magia y demandan de nosotros todo el tiempo del mundo, toda la atención y toda nuestra implicación, que es muy bonito, pero cansa, vamos que cansa.

Sin ir más lejos, mi hermana decía el otro día que quería que se acabaran las vacaciones para que su marido volviera a trabajar y su hijo al cole…. Es curioso que tratamos de luchar constantemente contra la rutina y al final, en fechas como estas se convierta en una aliada. Somos inconformistas por naturaleza y en estos hechos contradictorios se revela nuestra naturaleza mejor que nunca.

Yo reconozco que disfruto bastante el tiempo que estoy con mi mujer y mis hijas y con la familia, me adapto a los planes que vayan surgiendo y tiendo a tratar de divertirme con cada evento, con cada comida y con cada tradición, me guste o no. Soy consciente de que algunos disfrutan más que otros y yo no voy a ser el agorero de la reunión, si hay que pasar frío, se pasa, si hay que comer hasta reventar, se come, si hay que gastar sin límite, se gasta, si hay que quererse mucho y ser solidario, se intenta. Y es que estas cosas, que es a lo que se ha reducido la Navidad para los que no tenemos un sentimiento religioso, no me gustan. No me gustan en conjunto, cuando pienso en el «paquete navideño» y hago un somero resumen de lo que incorpora, lo negativo se lleva lo positivo.

Detesto con todas mis fuerzas el consumismo al que nos vemos abocados y del que todos participamos, aunque todos lo critiquemos. En las comidas, por ejemplo, todo es poco, cuanto más platos mejor, cuando más vino mejor, cuanto más postres, mejor, cuanto más cara es la materia prima mejor…. He escuchado hasta la saciedad aquello de -«Si yo con unos huevos fritos con patatas me quedaba tan a gusto…», pero como nunca se hace, ni se hará, ya ha caído en la lista de tópicos navideños, como los abuelos que se despiden Navidad tras Navidad haciendo ver que esa será la última…. Alguna lo es, claro.

Y no solo con la comida hacemos excesos, con los regalos tiramos la casa por la ventana. Los regalos de Navidad, los del amigo invisible, los de los Reyes Magos, las bragas rojas para año nuevo….. no recuerdo un día de estas Fiestas que no hayamos estado gastando dinero y abriendo paquetes. No rechazo la tradición de los regalos, lo que me asusta y me sobrecoge es el excedente. Luego nos quejamos de que los niños no valoran nada….. y es cierto, ¿como lo van a hacer si cada Navidad, sus habitaciones parecen jugueterias? Ellos no entienden de precios y del esfuerzo económico que hay que hacer para que unas Fiestas salgan CDM (como Dios manda), ellos, inocentes, solo entienden de ilusión y de papeles de colores.

Y hablando de niños…. yo creí que vivir las Navidades a través de los ojos de mis hijas iba a reconciliarme con la Fiesta y la tradición, pero no ha sido así. Me gusta como se ilusionan, como mantienen aún esa efímera inocencia, que no seré yo el que trate de romper a la fuerza, pero también veo en ellas mucho egoísmo, mucho acaparar, mucho abarcar y mucho desear sin fundamento. Creo que su madre y yo deberíamos tratar este tema de diferente manera, de hacerlas ver las desigualdades que existen, que las hagamos emocionarse y anhelar de manera razonada…. pero no sabemos hacerlo, al final, nos dejamos llevar por la vorágine, por ese más es más tan desnaturalizado y que tanto nos agobia.

¿Otras Navidades son posibles? Por supuesto que sí, podemos incluso hacerlo mucho peor, ser más consumistas, más egoistas, más egocéntricos y más aprovechados. O también podemos tener unas Navidades a lo Dickens, sin recursos y aparentemente más románticas, austeras y verdaderas. Esto último me parece el topicazo del siglo y no me lo creo pero bueno, queda políticamente correcto.

Este año, los amigos de IKEA nos han querido dar una lección con un precioso vídeo con mensaje, que os dejo a continuación porque no tiene desperdicio, si termináis llorando es que os sentís tan culpables y avergonzados como yo:

¿Serían esas las verdaderas Navidades? Es posible que el sentido de la Navidad sea ese, es posible que todo lo que se dice en esa campaña sea verdad y que tengamos que pensar sobre ello…. Y luego, una vez pensado y reflexionado, mirar cómo es nuestra vida de verdad, la posibilidad real que tenemos de conciliar vida laboral y familiar, los recursos que necesitamos y de los que podemos prescindir y quizá, a lo mejor, el año que viene, podamos hacer felices a nuestros pequeños con más presencia, más implicación y un molde para galletas….

O  a lo mejor, podemos llevar a todos nuestros hijos a Ikea a que los re-eduquen, como ellos mismos dicen, que «les amueblen la cabeza», donde nosotros fallamos, que el gigante sueco nos eche una mano. Yo en confianza os digo, si pudiera dejar a mis hijas en Ikea una semanita en Navidad y así evitar tener que hacer encaje de bolillos con los horarios míos y la disponibilidad de los abuelos y tíos, sería un poquito más feliz.

Feliz Año Nuevo.

Hasta pronto,

J

No siempre apetece

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Hace muchos, muchos años, cuando yo estaba en plena vorágine hormonal, cayó en mis manos una revista de esas, no se bien de donde pude sacarla, si era mía, prestada o robada… entre tanta foto y tan poco texto, porque estas revistas son para lo que son, para desarrollar nuestro lado más voyeur, me encontré con un titular que me llamó muchísimo la atención. Se trataba de una entrevista a una de las estrellas porno masculinas del momento, no preguntéis el nombre porque a nadie le interesa, el titular decía lo siguiente:

«No siempre apetece quitarse la ropa y follar»

Pensé que ese tío no sabía de lo que estaba hablando, eso era precisamente lo que nos apetecía a todos los de nuestra edad, no era de recibo que un tío que se dedicaba a ello profesionalmente, un héroe, se quejara de semejante manera. Tardé mucho tiempo en entender a lo que el tipo se refería y ahora puedo asegurar que coincido a pies juntillas con aquella infame afirmación.

Realmente no me estoy refiriendo al hecho sexual, o no solamente, si no a la sensación de hastío y de pereza que puede producirnos la vida laboral, y en mayor o menor medida, la vida personal o familiar. Me quiero centrar solo en la faceta laboral porque lo otra me parece un jardín demasiado grande, y no me apetece….

Un trabajo es un trabajo, y por la tanto, tiene unas connotaciones especiales. Puede que tu trabajo te haga disfrutar y puede que hasta tú mismo consideres que es el trabajo de tu vida, pero tarde o temprano, un trabajo se vuelve rutina y aburre o al menos, se convierte en monotonía. Cuando realizas una actividad que te gusta y alguien te paga por ella y te exige por ella, el romanticismo que tiene dedicarte a lo que más te gusta se pierde. Esto es innegable, puedes ser el profesor más vocacional, el médico mas entregado, o el arquitecto más creativo que en algún momento de tu vida entonarás eso de… «es que no siempre apetece».

Cuanto más afín y más deseada sea la profesión elegida más satisfactoria va a ser siempre de afrontar, ya teniendo en cuenta que estás entregado a un intercambio comercial, en un mundo capitalista y en el que, desgraciadamente, los que tenemos ciertas costumbres como comer todos los días, nos vemos obligados a acatar decisiones, a aguantar a patanes y a sonreir a gente que no se lo merece. Esto no es edificante, pero es la vida misma.

Ahora, a la vuelta de los años y de las responsabilidades, entiendo perfectamente que aquel actor porno, estuviera cansado de estimular, excitar y penetrar mujeres, porque era su trabajo y él no era el que elegía el CÓMO, el CUANDO, el DONDE y el CON QUIÉN. De la misma manera que un abogado de éxito puede defender con todas sus fuerzas y su desgana a una persona en cuya inocencia no cree, una enfermera puede tener que lidiar con algunos pacientes desagradecidos y sucios o un vendedor de coches puede tener que poner su mejor sonrisa y bailarle el agua a un imbécil que le trata como a un desarrapado, todo esto a cambio de dinero, tan desagradable, tan sucio, tan esclavo y tan necesario.

Y eso si nos centramos en los profesionales que han apostado por su vocación y son trabajadores abnegados y centrados en las tareas que han elegido, que si pensamos en el resto, en los que estamos donde estamos porque no podemos, no queremos, no sabemos o nunca nos hemos planteado estar en otro sitio, la cosa se agrava.

¿Qué podemos hacer para remediarlo?

Pues poco, o mucho, depende de como se mire. Principalmente debemos ser consecuentes con nuestras tareas, tenemos un contrato y tenemos que cumplirlo, nos apetezca o no, nos guste o no, nos interese o no, al final del día, cobraremos y eso es a por lo que tenemos que ir. También tenemos que ser leales con quien nos contrata y con nosotros mismos, acordar unos plazos, una calidad y un compromiso asumible. Todos pertenecemos a este tejido económico que se llama capitalismo y que nos obliga a producir para consumir y si estamos en la cadena, estamos. Más o menos integrados, más o menos contentos.

Si extrapolamos la vida laboral a otras tareas más altruistas o más personales, por las que no nos pagan, vamos, nos encontramos que es más complicado sacar adelante un proyecto cuando estás en una de esas etapas de apatía. Tal vez te dejes llevar por otras tareas, tal vez te dejes caer en la famosa procrastinación o tal vez te quedes esperando a que suceda algo a tu alrededor que te de un empujón. Yo reconozco que de cara al blog y a las redes sociales, llevo un mes un poco relajado, he adolecido un poco de cada cosa, un mucho de tareas de la vida off-line, algo de procrastinar y algo de esperar acontecimientos blogueables…. Sin ir más lejos, estaba convencido de que este año me iba a tocar la lotería y pensaba narrarlo con todo lujo de detalles en un super post, antes de transformarme en un hombre rico y de alejarme de un trabajo que no me llena como debería.

No hay que decir que no me ha tocado la lotería, ni un euro, ni lo que jugaba, ni la mitad de la mitad. Así que sigo siendo igual de pobre, sigo teniendo que retomar mi trabajo y ahora ya no tengo excusas para no sentarme a escribir a contaros lo que hay de glamouroso en el día a día. Quizá, a lo tonto a lo tonto, este post me esté sirviendo para ponerme en marcha de nuevo pero claro, es que empezar hablando de follar está bastante bien, aunque sea en estos términos de pereza.

Ahora ya estoy acabando, la comida se está haciendo, ya he tendido todas las sábanas y las bragas que había en la lavadora y me encuentro de cara a la pantalla de mi portátil con los pies subidos encima de la mesa, aún en pijama y abrigado hasta las orejas con un forro polar. Hoy más que nunca me planteo…. Qué glamour hay en esto?

Felices Navidades a todas y a todos,

Hasta pronto,

J