La gaviota

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La Gaviota es el título de una obra de Chéjov, una comedia al parecer, aunque ahí no puedo ayudaros porque no la he leído, ni la he visto representada. Yo también creía que La Gaviota era el título de un poema de Rafael Alberti pero buscando, buscando, me he dado cuenta de dos cosas, que mi memoria empieza a fallar, si es que ha estado acertada en alguna ocasión y que el poema de Alberti se titula La Paloma.

«Se equivocó la paloma…. se equivocaba», como yo.

La verdad es que con estos dos escritorazos en la cabeza me parecía bastante pudoroso titular a este post de semejante manera pero ahora que uno de ellos se ha caído de la convocatoria, me quedo mas tranquilo. Y además, ya sabéis que yo no soy muy profundo así que cualquier parecido con la más alta literatura, es pura, purísima, coincidencia.

Así que, dejando de lado que las connotaciones literarias del título de la entrada son circunstanciales, solo me queda entrar en faena y contaros un suceso de este verano que me ha hecho irreflexionar mucho sobre la belleza, el instante y el sentido de la vida. Parece que me estoy poniendo intenso… si es así me paráis.

Esta es la historia de una breve frustración.

Una de las cosas que más me gusta hacer en el agua controlada de una piscina, por ejemplo, es sumergir la cabeza aguantando la respiración todo el tiempo que pueda y observar el movimiento cadencioso de lo que se encuentra a mi alrededor al tiempo que el sonido queda amortiguado y las formas se diluyen en ese gran azul de gresite y cloro. En el mar, sin embargo, esa experiencia no me gusta, me asusta más bien, estoy acostumbrado a otros colores y a otras texturas, a otras dimensiones más controladas, así que, como soy un tío bastante adaptable, cumplo con otro de mis rituales acuáticos favoritos, tumbarme boca arriba y hacer «el muerto».

Como las orejas quedan bajo la superficie del agua, el sonido está igual de amortiguado que en la piscina y como suelo estar con los ojos cerrados y dejándome mecer por las olas, la percepción visual es más o menos nula, todo cubierto con esa negrura naranja de los días soleados. Había una canción de Pastora que decía algo parecido…

«Con lo bien que se está «tumbá» en la terraza, con los ojos «cerraos» se ve «to» naranja».

Y ahí estaba yo, tumbado boca arriba en aguas malagueñas, viéndolo todo naranja a través de mis párpados cerrados, acompasando la respiración al ritmo constante del leve oleaje hasta llegar a ese punto en el que se pierde la noción del espacio, cuando ya no sabes si estás en la posición de partida o el mar te ha escorado a izquierda o derecha, cuando una nube, agradecida nube, apagó momentáneamente el sol abrasador dando unos instantes de descanso a mi bronceada piel.

Ese fue el momento que escogí para abrir los ojos, sabiendo que no se me abrasarían al mirar al incandescente sol y fue entonces cuando la ví, majestuosa como todas las aves, con sus alas extendidas y esa indolencia de saberse muy por encima de todas nuestras cabezas, de nuestras preocupaciones, de nuestras tonterías, de nuestras payasadas de humanos débiles y caminantes. Me encantó verla atravesar el cielo, sobrepasarme y enfilar hacia el horizonte que estaba a mis espaldas.

Y en ese mismo instante, la gaviota se cagó.

En efecto, yo la contemplaba maravillado y envidioso y de repente, su culo se abrió y se cagó, ahí, en mitad de un Mediterráneo ajeno, y como un conductor que comete un accidente y se da a la fuga, la gaviota siguió su camino sin mirar atrás, la naturaleza manda con una sencillez abrumadora. Afortunadamente para mí, por si os lo habéis preguntado, no me alcanzó el bombazo, ya estaba lo suficientemente lejos, solo hubiera faltado.

Podéis imaginar que el momento fue un WTF (What The Fuck!) en toda regla, y si tuviera banda sonora sería un frenazo chirriante y agudo, de esos que te hacen dar un respingo. ¿Qué coño? ¡¡¡Con lo bonito que era todo hasta ese momento!!! Pero luego, con el tiempo y la distancia, me he dado cuento de que no existen esos momentos bonitos, que todo son idealizaciones de nuestra mente, que lo que vemos no tiene nada que ver con lo que subyace en la imagen contemplada y que la vida es así, imperfecta, parcial, subjetiva y a veces, sucia.

Quién sabe que hubiera pasado si hubiera vuelto a cerrar los ojos unos segundos antes, ahora tendría otro recuerdo mas amable del vuelo de la gaviota o a lo mejor me hubiera cagado en la frente y mi recuerdo hubiera sido más negativo.

Por lo tanto, ahí va la moraleja, mantened los ojos bien abiertos, así no os perderéis la totalidad de la escena, estamos demasiado acostumbrados a ver solo una parte, incluso la parte que nos interesa y no toda la obra. Ahora que lo pienso, a lo mejor, en la obra de Chéjov, La Gaviota también se caga….

Pues hasta aquí una nueva irreflexión en alto, podéis comentar lo que queráis, hablemos.

Hasta pronto,

J

10 momentos que «SI»

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Dicen por ahí que la vida está llena de buenos momentos, pequeños, y que saber apreciarlos en su medida nos hace más felices. Mira que nos empeñamos en quitar valor a ciertas cosas, porque ¿no sería mucho mejor tener momentazos a diario? Así si que seríamos más felices. El caso es que esos momentos, por otro lado, tan sobrevalorados si que los podemos cuantificar y disfrutar, ya que son tan pequeños, que suceden aunque no nos demos cuenta.

Todos hemos oído hablar de momentos especiales como el olor del café recién hecho, el de la hierba recién cortada, o el de la tierra mojada. Y no solo de momentos olorosos, sino también sonoros, como la risa de un niño o táctiles, como el primer contacto con la persona que te gusta…. Preciosos momentos que no dejan de serlo aunque estén muy manidos ya. El que no haya hablado de alguno de esos «momentos» es que no ha tenido vida social alguna.

Eso sí, no creo yo que vayas a ser más feliz porque huela a tierra mojada….. a lo mejor te evoca, los olores son muy evocadores, épocas en las que crees que lo has sido, feliz digo… y que te pueda levantar el ánimo, pero no mucho más. Pero oye, que a cada uno nos hace feliz una cosa, a lo mejor yo estoy equivocado y esto es lo guay!

A mi todos esos tópicos momentos me parecen muy bien, me gustan, me agradan, me molan, pero seguro que sería mucho más feliz si me tocara la lotería, si pudiera solucionar la vida de mis hijas o si encontraran una cura definitiva para el cáncer, menudos momentazos. Está claro que la diferencia entre los unos, momentos y los otros, momentazos, no está en el tamaño, sino en la cantidad. Me explico:

La risa de un niño, si la escuchas una vez, es una sensación grandiosa. Si la escuchas a diario, es bonita, pero ya. Lo mismo pasa con los olores a café, a hierba y a tierra mojada, la primera vez son encantadores, luego, son buenos olores, pero ya viejos en nuestra memoria. Una boda, es un momentazo, sobre todo si la disfrutas. Pero si ya te has casado cinco veces….. pasa a ser un momento, aunque el contrayente sea distinto (solo faltaba, tropezar cinco veces con la misma piedra…), los invitados y el lugar de la celebración también sean nuevos, se ha perdido el efecto sorpresa, yo no es tan emocionante, se convierte en habitual. Bueno, habitual casarse cinco veces no es, pero bueno, entendéis el ejemplo.

Y todo esto para deciros que voy a hacer una lista de momentos, pero no de esos lugares comunes que ya hemos comentado, sino de unos muy personales, para que me vayáis conociendo un poquito mas si cabe, ya veremos si también queriendo o ya un poco odiando… Todos los momentos han sido pensados y requetepensados, no están aquí al azar, son mis momentos que SI, los que me gustan, de los que disfruto y los que hacen que mi día a día sea especial. Lo de la felicidad, vamos a dejarlo a un lado.

Debo decir que mis momentos no van en orden, no tienen unos más importancia que otros, es más, pueden incluso mezclarse en el espacio y en el tiempo, simplemente están como han salido:

LAS 7:23

Este momento me encanta, hace referencia a la hora de la mañana en que me voy a trabajar, no penséis mal que no voy a ir por ahí…. Cuando bajo al garaje a por el coche, después de hacer las comprobaciones que ya sabéis, arranco y lo primero que miro es el reloj. Cuando coincide que la hora que marca son las 7:23 se que empezaré el día de buen rollo. El enfermizo optimista que llevo dentro espera que pasen cosas buenas, que todo vaya de cara.

No está demostrado que haya habido alguna vez una correlación entre los hechos de un día y la hora del reloj, pero este frikismo es lo que tiene, yo disfruto sabiendo, que de nuevo, he arrancado en mi hora fetiche, y eso solo puede ser bueno.

BAJO EL AGUA

Hay una sensación que me apasiona, cuando estoy un poco saturado de mi alrededor, ya he escuchado todo lo que creía que tenía que oir o simplemente necesito tomarme un momento para mí, suelo meterme en la piscina, respirar hondo y sumergirme completamente bajo el agua. Un vez allí, me aíslo del mundo, el oído se atrofia, la vista, con mi miopía, ni te cuento y así, sin ver ni oir correctamente, solo vislumbrando manchas de color azul, escuchando tenues sonidos y adivinando pesados movimientos entro en un momento totalmente íntimo y edificante.

Lo malo es que el tiempo que puedo aguantar la respiración hace que el momento sea más o menos fugaz. Y luego hay que tener en cuenta que debe ser verano, que si no, no hay piscinas abiertas. Para este momento el mar no me sirve, demasiado grande, y demasiado movimiento….

VALIÓ LA PENA

Debo reconocer que Marc Anthony me gusta, solo cómo artista, demasiado flaco para mí. Y esta canción me trae muchos y buenos recuerdos. No es para nada ni mi tipo de música favorito, ni mi artista preferido, ni la canción de mi vida. Pero en ella se juntan muchas cosas. Hay mucho de Cuba en ella, de aquel autobús que nos llevaba a Varadero y de aquel huracán que asolaría La Habana un día más tarde….  Muy intenso este tema, pero siempre optimista, claro, ya lo dice el título.

LA SIESTA

Soy super fan de la siesta, de esas de cama y un par de horas por delante. No lo puedo evitar, me acuesto tarde, me levanto pronto y al mediodía no se me ocurre nada mejor que hacer que dormir un poco. Podría valorar leer un rato pero no sería capaz, ese no es buen momento para los libros y para mí. O ver la televisión, pero se consume mucha electricidad, y está tan cara…. que lo mejor que puedo hacer es practicar ese deporte tan español, el siesting.

Disfruto de todo tipo de modalidades, en solitario, y acompañado. Y acompañado por mi mujer o por alguna de mis hijas. Cada modalidad tiene su parte positiva, estoy pensando en partes negativas, pero no las encuentro… Así que, viva ese momento de habitaciones frescas, casi a oscuras, cuando la luz lucha por invadir la estancia a través de las rendijas de la persiana.

LA PRIMERA VEZ

La primera vez que voy a la playa cada año, el primer encuentro con el mar, me desborda. El mar y la playa me dan energía, me recargan las pilas para poder soportar un año de trabajo y cuando llego a la costa lo primero que hago es mirar el mar fíjamente, respirar hondo y notar como el aroma a salitre me impregna y como el rumor de sus olas inunda mis oídos. Me siento muy pequeño y a la vez muy afortunado por volver, esa sensación de novedad, de descubrimiento, de amenaza y de inmensidad me gusta sobremanera, me acostumbraría a vivir siempre a su lado, aunque perdiera esa sensación de regresar.

Y esto es prácticamente todo… si, se que el título de esta entrada habla de 10 momentos y que solo he hablado de cinco, pero bueno, ya sabéis que a mi me gusta que el blog sea un sitio de diálogo, así que….. ¿Por qué no me ayudáis a configurar una enorme lista de momentos personales? No seáis tímidos, seguro que tenéis el vuestro y yo estoy deseando conocerlo y de esa forma, conoceros un poco mejor, ¿quien empieza?

Hasta pronto,

J