Dos años y un día

Este título tiene nombre de condena, de esas en las que tienes todas las posibilidades de ir a la cárcel como de quedarte en tu casa con tus antecedentes a que pase la marea, que se lo digan a La Pantoja. Dos años y un día que pueden ser eternos pero que a mí, que no estoy condenado, ni imputado, ni siquiera investigado se me han pasado muy rápidos.

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Dos años y un día desde que me levanté una mañana de sábado y escribí este primer post, origen e inicio de mi andadura bloguera y de mi vuelco a las redes sociales. Un periodo de cambios en lo profundo camuflado entre la aparente calma chicha de la superficie. Un tratamiento que me ha hecho mucho bien y que en ciertos momentos ha evitado que me volviera más loco, más oscuro o más rebelde. Ahora soy mejor, me conozco mejor, convivo mejor y me sobrellevo mejor. Incluso tengo un nuevo término para vosotros, me he convertido en un revelerdi consentido y consentidor. Se que debería profundizar en esto y no dejaros así con la intriga pero es una broma muy muy privada, tan privada que hasta yo tengo dudas de lo que quiero decirme.

Incluso podéis pensar que como estoy de aniversario bloguero he empezado a darle al cava, al vinillo o a las birras, pero no, estoy irreflexionando como de costumbre y gracias a este espacio, ahora me permito el lujo de irreflexionar en alto, por que yo lo valgo. Y porque yo elijo el tono de lo que escribo, la profundidad de lo que escribo, el carácter de lo que escribo y vosotr@s… Ay!, esos VOSOTR@S a los que tengo tanto que agradecer, estáis ahí, fieles fijos, fieles discontinuos o fieles pasajeros llenado mi espacio virtual y mi corazón real de contenido, de vida, de magia, de pasión y de continuidad.

Si no ha quedado claro, era un GRACIAS como una casa de grande. Porque es por vosotros por quien sigo por aquí, porque yo tengo muchas cosas que contar (o que contarme) pero he descubierto que el diálogo es infinitamente mejor que el mejor de los monólogos, y desde que este blog echó a andar, los comentarios, germen, abono y fertilizante de mis palabras, no han hecho más que cimentar una relación difícilmente rescindible.

En este tiempo, esos dos hermosos años y un día de locuras, irreflexiones y música compartidas periódica o a-periódicamente, he vivido como el blog se convertía en terapia (a veces de grupo), en patio de vecinos, en atalaya de opinión, en humilde literatura, en humor, en amor, en enseñanza…. y en definitiva, en vida y en felicidad. Y llegados a este punto, no puedo ni quiero renunciar a nada de esto. No quiero renunciar a ser quien soy, a ser quien he llegado a ser, a ser quien he ayudado a convertirme como tampoco quiero renunciar a vuestra retro-alimentación, a vuestra presencia, a vuestro apoyo, a vuestros ánimos, a vuestros comentarios y a todo ese cariño con el que inundáis este rincón de la blogosfera más íntima.

Ahora es el momento de decirlo, ya no lo controlo, soy un yonki de lo que quiera que sea esto.

Reconozco que ya se me va pasando el pudor de hablar de lo que hago al otro lado de la pantalla cuando alguien me pregunta por el blog en la vida offline, ya es una parte asumida y disfrutada por los cuatro costados. Tal vez soy un blogger, uno aficionado y blogodependiente.

Y como no quiero ponerme más intenso, que podría… y lo sabes! voy a apagar las velas imaginarias y voy a dejarme caer en los brazo de Morfeo, que siempre es generoso conmigo y me consigue dulces sueños y mucha inspiración. Me despido hoy con una canción, como no podía ser menos, que dibuja perfectamente como me siento y una versión que me llena de fuerza y de energía.

Ahora es tu momento, el de pasar a felicitarme, a felicitarte, a comentar. Tanto si eres nuevo, no lo eres tanto, o si eres de los que está por aquí desde el principio de la condena, hoy es el día que tienes que dar un paso adelante y decirme algo, aunque sea de forma anónima, hazme feliz, haznos felices a ambos. Dialoguemos…. ¿o es que acaso #EstamosLocos?

Hasta pronto,

J