Hace un par de días leí en internet que en 2015 volvería la serie «Héroes», casi diez años después de estrenarse su primer capítulo. Si nunca has oído la frase: «Salva a la animadora, salva el mundo» seguramente no sabrás de lo que estoy hablando. Héroes fue una serie norteamericana, de la cadena NBC, que se estrenó en 2006 con una grandísima repercusión. Su primera temporada fue todo un éxito aunque la serie cayó tanto en audiencia como en notoriedad hasta que fue abruptamente cancelada al finalizar su cuarta temporada. Para aquel entonces, actores y actrices como Zachary Quinto, Hayden Panettiere, Milo Ventimiglia y Ali Larter se habían convertido en algunos de los más influyentes en la industria de la TV mundial.
Parece ser que ahora, su creador, Tim Kring, amparado en el buen momento de forma que atraviesan las películas y las series sobre super-héroes, se ha sacado de la manga una miniserie de 13 capítulos a la que bautizará como Héroes Reborn. Aún no se saben muchos más detalles, ni de la trama, ni del reparto, ni de si existe la posibilidad de volver a ver a alguno de aquellos personajes originales. Pero una cosa os puedo avanzar, los fans de esta serie, ya están dando palmas.
Yo no se si puedo considerarme como tal, un fan, digo. Si que me tragué la primera temporada con avidez, me pilló con muchas ganas, los personajes molaban y la trama era lo suficientemente retorcida como para que me enganchara ya con cierta edad. Pero es que tampoco tiene tanto mérito. Yo, lo reconozco, siempre he sido un friki de los super-héroes.
Comencé a leer comics de super-héroes aproximadamente con diez años y con once o doce ya dibujaba mis propias aventuras. Me pasé pre-adolescencia, adolescencia, y pre-edad-adulta creando mis propios personajes, creando sus historias, guionizando y dibujando miles de aventuras, de ahí mi miopía, por supuesto. Mi sueño de la época era convertirme en dibujante de comics, irme a vivir a Nueva York y trabajar para Mavel Comics Group. Muchas veces fantaseé incluso con la idea de llegar a convertirme en el dibujante oficial de mis comics favoritos, los X-Men.
Ay, esos personajes malditos, mutantes marcados desde su nacimiento con un gen especial que les confiere habilidades extraordinarias. Hombres y mujeres que veían como durante su adolescencia, con el cambio hormonal, se manifestaban sus poderes, que los convertían en parias para la humanidad y que tenían que aprender a controlarlos, a vivir con ellos y a aceptar su responsabilidad. Y con lo que a mí me gusta un drama….. pues eso, me identificaba a tope con esas vidas torturadas, apartados de sus familias, de sus amigos, rodeados de peligros…. Menudo caldo de cultivo para mi carácter introvertido. Yo entonces comprendí lo que me pasaba, lo mío no era timidez, era una mutación. Yo, amigos y amigas, era un mutante, como ellos. Aunque en Madrid, en lugar de Greenwich Village, y del centro. Un mutante cañí.
Tan metido estaba en esta vorágine mutante que incluso creía de desarrollaba poderes. Aunque no eran más que pelos en las piernas, un bigote de Guardia Civil y unos cuantos granos al más puro estilo acné juvenil de toda la vida, así, sin más glamour. Pero cuando más tranquilo me encontraba, a eso de los quince años, descubrí que….
Una tarde, estaba con mi mejor amigo, mi hermano y a la postre, el guionista oficial de mis comics, en un parque madrileño reflexionando sobre la vida, los amigos, las chicas…. cuando vimos a un señor paseando en bicicleta con su hijo detrás, en una sillita de bebé. Fue verlos y me recorrió un escalofrío por la espalda. Le dije a mi amigo:
-Uy, que mal rollo me da ese tío…
Y acto seguido, se cayeron. Bicicleta, padre e hijo. Mi amigo y yo nos quedamos con la boca abierta y yo lo sentí, mis poderes habían florecido al fin. Podía ver el futuro, o sentirlo, o predecirlo, o quizá con un poco de entrenamiento especializado podría… ni siquiera yo podía pensar hasta donde llegaría con ese poder. Ya os lo digo yo, a nada. Lo que pasó, pasó. Fue efímero, si, pero moló. Yo notaba que mi amigo me miraba con ojos distintos, con orgullo, y eso me hacía sentirme especial.
No fue la primera vez que desarrollé cierta «habilidad». Unos años más tarde, cuando ya me interesaban algo más las chicas y la bebida, y salíamos de juerga y de discotecas descubrí que tenía un talento innato para que me dejaran entrar sin pagar en los sitios. Yo me acercaba al señor de la puerta, le ponía mi cara de control mental, le confiaba que había dentro unos amigos, o unas chicas o lo que se me ocurriera y ¡milagro! mis amigos y yo a disfrutar de gratis de la noche. Lo podemos llamar como queramos, como super poder es más bien algo flojo pero funcionaba. Si señor.
La tercera vez que me ha pasado algo extraordinario ha sido hace bien poco, un mes o cosa así. Estaba en la cocina, preparando pescado rebozado para cenar y aquello saltaba que asustaba. El aceite hirviendo de la sartén era excesivo y ni corto ni perezoso intenté vaciar algo del aceite que estaba usando de vuelta a la aceitera. Se me dió como el culo, la sartén estaba a rebosar y pesaba un montón, al intentar vaciarla se me escurrió y me tiré el aceite en la mano. Conseguí que no se cayera el pescado y volví a dejar la sartén en la placa. Mi mano entera se puso roja, la metí en agua fría y me preparé mentalmente para perderla. Pero eso no sucedió. Esa noche si que escocía pero por la mañana siguiente ni rastro de quemaduras. Eso fue un ataque de invulnerabilidad en toda regla. Lamentablemente este poder también se me ha pasado, el otro día me saltó de nuevo algo de aceite, un par de gotas y eso parecía ácido sulfúrico, ahora si que tengo marcas.
A lo mejor mi super poder es tener super poderes transitorios. Ya estoy mayor y en baja forma como para ir haciendo el bien por ahí así que ya me da un poco igual. Solo espero que la próxima manifestación sea un poco mas chula. Invisibilidad, por favor, por favor, por favor…..
Hasta pronto,
J