¡Se me va la vida!
Y mira que por mucho que corro no consigo alcanzarla, el tiempo se me está escapando de las manos y de los pies a una velocidad de vértigo, me despeina y todo. No hago más que hacer cosas y el tiempo cada vez me cunde menos.
Llevo sin publicar en el blog más de dos semanas y es que la vida off-line me tiene bastante absorto. Hay veces que todo se conjura para que la rutina salte por los aires llevándose por delante lo que pille, para bien o para mal. En este tiempo he estudiado para los exámenes de tercero de primaria con mi hija pequeña para preparar los trimestrales, dale que te pego al inglés, a natural science, a social science y a lo que te rondaré, morena. Hemos aprobado todo con buena nota, por lo menos se ha visto recompensado el esfuerzo.
También he sido tío, de una preciosa princesa de casi tres kilos y medio y que ya disfruta en casa de sus papis de todos los cariños y atenciones que se merece. Ahora se ha convertido en el juguete preferido de la familia, lo que va a tener que aguantar la pobre.
Y también me he apuntado a un reto estupendo.
Un reto físico.
Un reto deportivo.
Los que me seguís por Twitter y/o por Facebook ya sabéis a lo que me refiero y los que no, o los que aún no, vais a salir de dudas en seguida. Pero antes, os pondré un poco en antecedentes.
Hace un par de meses hicimos en el trabajo un curso sobre calidad, donde se nos animaba a añadir un plus de eso mismo a todas nuestras tareas para bla, bla, bla, y que el éxito de nuestros clientes es bla, bla, bla y así será mejor en nuestra relación con bla, bla, bla y por supuesto mucho mejor para la empresa y para los bla, bla, bla…. El curso no aportaba nada nuevo, habéis podido comprobar, pero terminaba con una actividad curiosa. Se nos proponía el reto de los 21 días, que consiste en realizar una tarea que aporte calidad (porque el curso iba de eso, no os olvidéis), día a día hasta alcanzar esos 21 pactados, de esa forma, y según dicen los expertos, una actividad se convierte en un hábito.
Sinceramente no puedo confirmaros si llegué a cumplir con el reto porque he tenido tanto trabajo que no he tenido casi tiempo de ir ni al servicio, pero esa es otra historia.
Yo, que lo del trabajo lo suelo dejar en el trabajo me vine a mi casa pensando que podría hacer algo en mi vida privada relacionado con eso, y como se me estaba haciendo muy cuesta arriba cumplir con mis compromisos con el running pensé que estaría fenomenal hacer un reto del tipo: «21 días en mallas» o «21 días corriendo a lo Forrest Gum».
No lo veía descabellado en absoluto pero la falta de tiempo y la procrastinación propia de mi persona me impidieron ponerme en marcha, nunca mejor dicho, hasta ahora. Porque resulta que alguien se ha inventado algo parecido que lo supera y lo mejora. Se trata del reto #RWRunXmas en el que la revista Runners nos propone salir a correr a diario, entre el día 8 de Diciembre y el 6 de Enero, al menos un kilómetro. Fantástica idea, pensé yo.
Si ya me lo daban hecho….
Y en esas estoy, empecé a correr el día 8 por la mañana y hasta hoy, seis días después no he parado. Cada día me he calzado mis zapatillas, me he puesto mis mallas o mis pantalones cortos, mi música y me he lanzado a la calle a corretear. Hasta la fecha he sumado ya 26 kilómetros, yo no soy de matarme, y tan contento. Los primeros dos o tres días me dolían un poco las articulaciones pero poco a poco se van habituando al castigo y ni ellas ni mi cabeza dicen ya ni pío.
Sobre todo mi cabeza, que sabe que con un kilómetro es suficiente para cumplir y va relajadita, luego de ahí para arriba lo que me vaya pidiendo el cuerpo o el reloj, que el resto de actividades no han variado y el tiempo sigue estando tan justo como antes. No se como estaré cuando acabe con esto, si lo del running será un hábito o no, pero no dudéis que os lo contaré.
Otra cosa que he hecho en este tiempo, bueno, concretamente hoy, es ir a trabajar al Banco de Alimentos de Madrid a ayudar a clasificar los alimentos donados en «La Gran Recogida». Parte de los tres millones de kilos de alimentos no perecederos han pasado por mis manos esta mañana, todo ha sido desempaquetar, seleccionar, agrupar y colocar.
Hemos formado un grupo de trabajo constituido por voluntarios y desconocidos que nos hemos organizado a la perfección para desarrollar la tarea específica. Me ha resultado un trabajo agotador, palets y palets llenos de cajas llenas de alimentos que hemos diseccionado y separado para ayudar a todas esas Ong’s a las que el Banco de Alimentos da soporte. Unas con comedores sociales y otras que distribuyen la comida entre sus usuarios. Emocionante como hemos sacado adelante el trabajo, como nos entendíamos casi sin hablar, como hemos colaborado juntos sin conocernos, como hemos hecho piña para poder ayudar y como hemos aportado nuestro granito de arena en esta lucha contra la pobreza.
Si tengo ocasión, volveré.
Y ahora, voy a dejaros con una canción que me ha acompañado hoy en el camino de ida al Banco de Alimentos y que muchas veces ha acariciado mis oídos mientras mis piernas devoraban kilómetros… vamos, cuando iba corriendo.
«No hay nadie que me quiera mejor que tú, que me haga feliz, que me haga sentir así»
Me encanta esta canción, me da mucha energía y lo que dice lo podría aplicar a tantas cosas y a tantas personas….
Y ahora os cedo el testigo, es vuestro momento de contarme vuestros retos, vuestras inquietudes y vuestros «loquequeráis», la zona de comentarios es toda vuestra, charlemos.
Hasta pronto,
J