Una Nochevieja diferente

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Desde que empecé con esto del running, cada vez que me hablaban de la San Silvestre, la última carrera del año, la del 31 de todos los diciembres, a mí me daba una pereza terrible. Normalmente siempre trabajo ese día y planificar una carrera de diez kilómetros cuando te has levantado a las 7 de la mañana para trabajar y sabes que la noche va a ser larga no era algo que valorase. Siempre he aprovechado para echarme la siesta y tener buen cutis y buenas energías para las uvas y lo que viene antes y después.

Pero este año ha sido distinto porque el 31 ha caído en sábado y no había que trabajar. Y además, como volví con mi grupo de running de los domingos, el efecto simpatía surtió efecto y uno a uno nos fuimos apuntando y pagando religiosamente nuestros derechos de carrera. Que os voy a decir que no sepáis ya, que me vine arriba.

La inscripción la hice con tanto tiempo que ha sido algo que tenía ahí en mente pero que siempre veía tan lejano. Pero como sabéis, todo llega, y esta carrera también llegó. Y lo hizo en unas circunstancias un tanto complejas, con casi dos semanas sin entrenar aquejado de un ataque de lumbago que difícilmente me permitía mantener una postura erguida y digna. Poco a poco el dolor se fue aliviando y llegó el día, ayer mismo.

Un día mierdoso, gris y muy, muy, muy frío. Y con los nervios que tenía por la carrera, más mierdoso y más frío me parecía. Llevaba más de un año y medio sin participar en ninguna carrera y esa distancia me daba un poco de vértigo, era como si fuera la primera de la historia. Nada más comer, que casi no pude ni hacerlo por los nervios, me vestí y me senté a esperar la hora en la que había quedado con mis compañeros de fatigas y sudores, un ratito en mallas en casa, deambulando e inventariando cachivaches no fuera a ser que se me olvidara algo imprescindible.

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Llegó la hora

Tras un corto viaje en metro allí estaba yo, en medio de toda la vorágine de corredores populares, unos profesionalmente ataviados y otros ingeniosamente disfrazados, cada uno para vivir su particular San Silvestre y alcanzar sus objetivos, los que fueran. Los míos eran acabar la carrera y disfrutarla, sin agonía de tiempos ni de clasificaciones.

Me encontré con mis hermanos runner, y nos fuimos a situar a nuestra cajón de salida, cada uno el suyo, Ángela al de las mujeres (si, hay un cajón solo para chicas) y Dani, su amigo Álvaro y yo al de los borregos (es el último cajón, el de los corredores que no tienen marca homologada inferior a 60 minutos en esa distancia, y el más populoso).

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Un poco de calentamiento y un poco de movilidad articular después, el pistoletazo de salida. Era la hora de que saliera nuestra oleada así que poco a poco nos fuimos desplazando hacia la línea de salida disfrutando del tremendo ambiente, de los gritos, de los aplausos, de la música en directo. Toda una fiesta. 3,2,1….

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A correr!!!!

Empezamos a correr entre una marabunta de gente que impedía que se notara el terrorífico frío que hacía y eso era de agradecer. Ya no sentía nervios, ya no sentía frío, ya no sentía nada que me atenazara, solo emoción así que era la hora de empezar a disfrutar. Una cuesta arriba, bien. Un giro a la derecha para coger la calle Serrano con tremendo efecto embudo y obligados a bajar el ritmo y de ahí, situados en constante descenso hasta ver el kilómetro 1. Plaza, giro a la izquierda, bajada vertiginosa, nueva subida…. kilómetro 2 y al fondo, la Puerta de Alcalá iluminada y donde se empezaban a agolpar numerosos espectadores preparados para pasar frío y calentarnos con sus ánimos.

Nuevo giro a la derecha para bajar a Cibeles y pasar el kilómetro 4 (perdí el tercero entre la gente) y recto, recto, recto ir llegando a Atocha donde estaba el arco que indicaba el kilómetro 5, mitad del recorrido. Hasta entonces muy buenas sensaciones de piernas y de respiración pero ya venían molestándome los dedos del pie derecho, muy a gusto corriendo con mis compañeros, siempre pendientes unos de los otros y de los que nos rodeaban. Un repecho antes de enfilar los dos kilómetros de bajada por Avenida Ciudad de Barcelona donde ya si que se notaba el ambiente festivo, un montón de gente en la calle animando y gritando. Y con cervezas en la mano que daba una envidia…

Pasado el kilómetro 7 empezaba lo duro de verdad. En la misma M3o nos esperaban una nueva banda de música tocando en directo y el comienzo de la Avenida de la Albufera, que era una cuesta arriba interminable. Después de sentir dolor en el pie durando los últimos cuatro kilómetros, ahora lo que me fatigaba era esa subida impertinente que frenaba el ritmo y que no parecía que se fuera a acabar nunca. Kilómetro 8 y aún subiendo. Álvaro nos animaba a subir, gritaba constantemente y casi nos llevaba en volandas. Yo en esos momentos de esfuerzo máximo solo me acordaba de los madrugones que se pega mi mujer para ir a trabajar y del curro que se mete luego en casa para tenerlo todo en orden y controlado. Y de mis niñas y sus entrenamientos exigentes, en esas horas y horas de físico, de natación y de técnica. Eso me ayudaba a seguir hacia arriba.

Y de repente, se acabó la cuesta. Giro a la derecha en Sierra del Cadí y ligera cuesta abajo para recuperar un poco el resuello ya de lleno en el barrio de Vallecas volcado con los corredores. Y el kilómetro 9, ya solo quedaban mil metros para terminar. Y fue cuando nos diseminamos, Álvaro avanzaba y se perdía mientras Dani se quedaba a recuperar un poco de aliento y superar el momento de flato mientras me animaba a que yo tirara. Y tiré.

Estaba muy emocionado escuchando tanto alboroto, tanta gente apoyando, tantos gritos de ánimo, ya se escuchaba la meta cerca pero no se veía hasta que al final de la calle, giro a la izquierda y los cien últimos metros cuesta arriba para franquearla. Tiré de las energías que me quedaban y crucé la línea!

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Sudoroso, agotado, congestionado y muy contento. Prueba superada, objetivo alcanzado y cumplido. Había terminado la carrera, la había disfrutado y me sentía bien, ni siquiera se en que momento me dejó de doler el pie pero de esto aprendí una lección. Que se pueden hacer las cosas con esfuerzo y con sufrimiento. Que para conseguir cosas nuevas hay que salir de la zona de confort y arriesgarse y que no se debe tirar la toalla a las primeras de cambio. Hay que luchar para llegar.

Dani y yo nos encontramos unos minutos más tarde en el guardarropa y nos despedimos deseándonos feliz noche, Álvaro se había despedido antes. Ahora quedaba el camino de vuelta a casa, que casi se convierte también en otra odisea, pero eso es otra historia.

El resto de la noche os lo podéis imaginar, cena, copas, uvas, más copas, besos y mucho Whatsapp y mucho Facebook y muchos agradecimientos a mucha gente que se interesó por como había vivido esa carrera.

Y hasta aquí la batallita. Espero que todos hayáis disfrutado de vuestra particular Nochevieja y que no seáis tímid@s y que paséis por aquí a compartirla con la comunidad. Un abrazo para tod@s y muy FELIZ AÑO NUEVO lleno de salud, amor, retos y éxitos.

Hasta pronto,

J

Fortifor

No se si os he dicho alguna vez que mi número favorito es el cuatro, así ha sido de toda la vida, excepto cuando me pongo un pongo intenso y misterioso y digo que es el trece (que en realidad no es mas que uno mas tres, igual a cuatro). Así que todo estaba a mi favor cuando entré en la época de la «cuarentena».

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Pero realmente no son cosas equiparables y ya os digo que esta década no es mi favorita. Quizá se están igualando mucho la edad real con la edad que aparento o quizá sea la famosa crisis que me está durando casi diez años… Los cuarenta son una etapa de asentamiento, de recoger frutos, de estabilidad, de posición y quizá estoy demasiado inquieto para todo eso. A lo mejor espero más de las cosas o he estado toda la vida tirado esperando a que suceda algo que ahora tengo la sensación de correr a contra-reloj. Lo cual no es intrínsecamente malo, ni bueno.

Son solo sensaciones, cosa de pre-viejo o de post-jóven. Porque estas edades en las que nos encontramos están ahí, a medio camino entre la adolescencia, la fiesta, las ganas de comerse el mundo y la jubilación. Como si un jubilado no pudiera comerse el mundo y salir de fiesta como un adolescente… Pero me entendéis, ¿verdad?

Esa es la sensación que arrastro año tras año. Y esa es la sensación con la que afrontaba el cuadragésimo cuarto día de mi nombre, como dirían en Juego de Tronos. Debía ser la leche cumplir 44, dos cuatros, el summun… pero no, me daba una perezaaaaaaa!!!!. Pero una pereeeeeezzzzzaaaaaaaa!!! Tal pereza que me apetecía que se acabara el sábado y que empezara el lunes, sin tener que pasar por el trámite de la onomástica.

Pero esas cosas no pasan, a menos que caigas en coma o que te pinches con el huso de una rueca envenenada (¿O era maldita?) asi que…

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…Lo mejor era poner al mal tiempo, buena cara y disfrutar. Caían cuarenta y cuatro, «forty four» y eso iba a ser así a pesar mío, me pusiera como me pusiese. Y ha sucedido lo que me pasa siempre que no me apetecen los planes, que los disfruto mucho mas, auténtico y genuino rebelerdismo mío.

Así que solo me queda agradecer a mis chicas que me han mimado, me han cuidado y me han hecho unos regalitos preciosos. Los de mi mujer, ropa y unos auriculares, muy prácticos y muy útiles. El de mi hija mayor, una carta decorada fantástica, muy emotivo. El de mi hija menor, una cerbatana casera hecha con una pajita, decorada con cinta adhesiva de colores y repleta de munición en forma de bolitas de papel de aluminio, inclasificable y muy peligroso, que probándola me ha disparado en un ojo y por poco acabamos en urgencias, que puntería. 😀

También a La Familia, así en mayúsculas y en genérico, sin distinciones de los míos o los tuyos. Los que siempre están ahí en lo bueno y en lo malo, en la salud y en la enfermedad, en las bodas, bautizos, comuniones y cumpleaños. Hoy estaban todos los cercanos y hemos pasado una tarde estupenda con merienda, tarta y nuestra bebé que ha pasado de mano en mano con infinita paciencia.

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Y no puedo olvidarme de todos esos amig@s que han estado pendientes del día que era y que han invertido parte de su tiempo en felicitarme y charlar un rato. Amig@s reales y amig@s de las redes sociales y del blogging, de aquí y de allá, con los que he compartido mucho en el pasado, lo hago en el presente y lo seguiré haciendo en el futuro. Amig@s de hace mucho tiempo y amig@s nuevos que se van incorporando.

Y de una de esas amigas es la aportación musical que os dejo hoy y con la que me despido, como dice la canción, hoy he tenido un cumpleaños muy feliz, y ha sido gracias a tod@s vosotr@s.

Hasta pronto,

J

Más risas y menos llantos

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Pasado ya el momento de ira, vuelvo por mis fueros, vuelvo a ser positivo y superficial. Realmente me encanta ser así, poco profundo, me resulta mucho más divertido que ser intenso y también mucho más entretenido, puede que haya gente que me tome por lo que no soy con estas declaraciones pero es que es cierto, yo no soy especialmente serio e introspectivo. Pero sobre todo, suelo ser de esta forma con la gente que me rodea y con la gente que me da bola, hasta cierto punto, siempre he pensado que esta actitud es la que se espera de mí. Soy como una especie de payaso buenrollista que ve la botella siempre casi llena, siempre con buen humor y con alegría, en la medida de lo posible.

También me encanta el humor absurdo, ese humor que me da la confianza con las personas con las que suelo juntarme, esos momentos los disfruto a tope, como si no hubiera un mañana, porque soy de esas personas a las que les gusta disfrutar, prefiero reir que llorar, llamadme loco. Aparentemente todas las personas deberían ser así, pero creedme, hay mucha gente que no sabe. Hay personas que siempre están taciturnos y reflexivos, pesimistas que tratan de verle un doble sentido a todas las cosas, personas que no saben ser felices con lo que tienen si el que tienen en frente tiene algo de los que ellos carecen, gente no preparada para ser feliz. Si ahora pensáis sobre ello me daréis la razón, es lógico pensar que todos disfrutamos con lo mismo, pero no es así, seguro que ahora os viene a la cabeza alguna persona en particular que le gusta recrearse en sus problemas y que, por más que trates de ayudarla, no avanza. Es lamentable, pero es cierto, que en principio todos tengamos las mismas oportunidades para disfrutar y solo algunos sepamos aprovecharlas.

Ya se que entre estar todo el día cabizbajo y ser un payaso hay todo un abanico de actitudes ante la vida y yo creo que lo más importante es saber actuar en cada momento como se requiere, no siempre se puede estar riendo a carcajadas, de la misma forma que no siempre se puede estar llorando por los rincones. Yo tengo una forma de ser y soy más de los primeros que de los segundos, quizá debería acercarme más al término medio que es donde dicen que está la virtud, pero también se encuentra la mediocridad y no quiero que se me confunda.

Por eso disfruto tanto con mis amigos cuando nos ponemos en plan niños. A veces nos comportamos incluso peor, tenemos conversaciones que sacadas fuera de contexto serían de estudio psicológico pero no hacemos daño a nadie, todo lo contrario, transmitimos alegría. Quizá deberían pagarnos por eso, o expatriarnos, dependiendo a quien preguntes. Cualquier excusa es buena para liarla, doy por hecho que a vosotros también os ha pasado que en un entorno de confianza, empiezas hablando en serio y acabas desbarrando, y estoy convencido de que esas acciones son terriblemente positivas, tener cerca al niño que llevamos dentro no puede ser malo si lo dejamos salir en pequeñas dosis, para esparcirnos y divertirnos.

Ayer nos pasó un poco eso, salí un rato a ver a mis veciamigos (mitad amigos, mitad vecinos) al patio de la urbanización, que los tengo muy olvidados debido a este proyecto del post diario, entre otras cosas, y hablando un poco de todo, medio en broma medio en serio, salió un tema de conversación muy particular. Mi amigo Pedro, al que conoceréis por los comentarios del blog me preguntó muy serio:

-Juan, tío, tú ahora que corres…. ¿alguna vez te has puesto vaselina en los pezones?

No me podéis negar que en cualquier conversación adulta donde salgan juntas las palabras vaselina y pezones va a haber juego. Así que, a partir de ahí, os podéis imaginar. Si uno decía una burrada, otro la decía mayor…. y entre toda esta risa y cachondeo, llegábamos incluso a decir cosas coherentes como que eso solo se hace si corres largas distancias y estás muy expuesto al roce de la camiseta contra los pezones durante mucho rato, que hay quién también se los cubre con esparadrapo o tiritas o que también hay personas que en este tipo de eventos de larga distancia se ponen vaselina en los muslos para evitar rozarse y generarse heridas. Todo muy instructivo y muy entretenido. Está claro que las lecciones entran mejor en un entorno afable y a nosotros nos quedaron cristalinas las explicaciones.

Podría contaros algunas de las burradas que compartimos, basadas en hechos reales y fehacientes, de cosas muy particulares que nos han pasado a nosotros pero luego tendría que mataros, y oye, no me voy a liquidar a mis lectores. Dejo que vuestra calenturienta imaginación elucubre, que seguro que se os ocurrirán muchas anécdotas.

Indudablemente no siempre nos comportamos de la misma manera, a veces, incluso hablamos de temas serios y nos mojamos, no discutimos porque ninguno nos la jugamos en nada, ni en religión, ni en política, ni en sexo, ni en gustos musicales. Y eso solo se consigue de una forma, respetando la opinión de los demás y aceptando que las personas que nos rodean tienen su particular forma de pensar. Nuestro grupo es tolerante y eso es un gusto, pero, añado, si no fueran así, no serían de mi grupo.

Yo hace mucho tiempo que rechacé a ese otro tipo de personas que son partidistas o sectarios, que tratan de imponer sus opiniones sobre las del resto y que creen en una verdad absoluta, la suya. Y desde entonces soy más feliz, y más auténtico, y más profundo, y más payaso…. En definitiva, y lo voy a dejar así en el aire a modo de resumen y con ánimo de haceros pensar un rato, debemos tratar de rodearnos de la gente que queremos, de esas personas que nos hacen más agradable la vida, que vamos a estar aquí cuatro días y no tenemos por qué estar llorando.

Por favor, buscad a esas personas que os alegran el día y disfrutad de ellas.

Hasta mañana,

J

Hoy es un día…

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Adoro los viernes, es mi día favorito de la semana, no lo puedo evitar. Me ha pasado siempre, estudiando, trabajando o incluso haciendo las dos cosas a la vez, el viernes era el ganador. Puede que me encuentre cansado y que haya madrugado mucho pero todo lo que hay por delante tiene un brillo especial. Siempre ha sido mi día especial para salir (cuando salía) y para hacer planes (cuando hacía planes) y desde bien temprano me levanto de la cama con eso en el cuerpo, con saber que hoy es ese día.

Cuando salía por la noche me gustaba especialmente esta noche, después de trabajar o de la Universidad, una ducha y a la calle, a tragarme lo malo de la semana con unas cervecitas o con lo que fuera surgiendo, y hasta las tantas…. nunca encontraba el momento de irme a casa, a lo mejor por el hecho de que no se acabase mi día favorito. Ahora es un poco lo mismo, el viernes está lleno de incentivos. Voy a repasar unos cuantos, generales y particulares:

El primero de ellos es sutil y superficial pero me encanta, es el casual day en el trabajo y puedo ir en vaqueros, que comodidad. Es la prenda de ropa con la que mas y mejor me identifico así que esos días de vaqueros y dress code relajado es cuando me siento más YO MISMO. Y eso, amigas y amigos, es importante. Creo que lo noto en mi actitud hacia el trabajo y hacia los compañeros, los viernes no suelen ser días fáciles laboralmente hablando, siempre hay prisas y algunas cosas tienden a enfangarse pero con un poco de paciencia todo se va finiquitando, total, yo ya estoy en vaqueros… También es un día difícil en lo que se refiere al tráfico, la vuelta a casa en hora punta es atroz pero me da exactamente igual, se que en un momento u otro llego así que me relajo con la música y el paisaje y listo, total, yo ya estoy en vaqueros…. Parece absurdo, pero la comodidad que siento anticipa la tranquilidad del fin de semana y relativiza las tareas del día.

Este año, además, los viernes tienen otro aliciente, las niñas no tienen entrenamiento este día por lo que, una vez recogidas del colegio tenemos la tarde para nosotros, a modo de preámbulo, sin más prisas que la merienda y sin más preocupaciones que decidir si patines o patinete para salir a jugar. Un tranquilidad que agradezco, claro, que también me gusta desconectar de esa parte. Cuando hace bueno y las veo largarse y dejarme solo en casa, solo puedo recostarme en el sofá y sonreir.

Hoy, en concreto, ni siquiera están, se han ido de compras con los abuelos así que no tengo que estar pendiente de ellas, ni preveer que vengan a casa por pis, caca o agua, hoy la tarde es mía, y vuestra, que aquí estoy dándole a la tecla. Y tan agusto, oye. Cuando quieran volver ya será la hora de la cena y estaré preparado para irme a correr un rato, para terminar de desestresarme. Cuando vuelva, disfrutemos del pack peli-pizza y cuando se vayan a la cama, me quedaré tirado en el sofá como un gato, ronroneando y todo.

Además, hoy es el cumpleaños de mi ex-jefe y me ha alegrado mucho llamarle para felicitarle y charlar un rato con él. Asi dicho queda raro, pero es que él es mas que un ex-jefe, él ahora está jubilado y nos conocemos desde hace taaaaanto tiempo. Todo lo que se del mundo laboral, la forma que tengo de trabajar y de ser me la ha forjado él. Yo llegué a su vida con 18 añitos, solo unos años más mayor que sus hijos y me ha tenido un poco como referente. La relación que establecimos desde bien pronto fue de amor por el trabajo, de respeto, de maestro-alumno y luego, más tarde pero de forma natural, de amigos, casi familia. Yo era para él un proyecto y notaba como se sentía orgulloso de mis avances, de mi vuelta a los estudios, del ingreso en la Universidad, de mi boda, del comienzo de mi proyecto de familia. Muchos años juntos, y me consta, que si hubiera sido por él, ahora yo estaría mucho más arriba de lo que estoy. Pero la vida es así. Yo le tengo mucho cariño por todo esto que os he contado pero también por su forma de tratarme, por su forma de mirarme, por su forma que respetarme y por su forma de quererme. Cariñosamente le llamábamos «El López» y así me apetece presentároslo, así que, aunque ya lo he hecho por teléfono… López, muchas felicidades.

No puedo evitarlo, ni quiero. La euforia que siento hoy se debe en parte a todo esto que os he dicho y a muchas cosas más pero sobre todo son fruto de una actitud positiva. Me viene a la memoria, muchos años atrás, una cinta de casette de Joan Manuel Serrat que solía poner mucho mi madre y a una frase extraída de una de esas canciones:

«Hoy puede ser un gran día,
plantéatelo así,
aprovecharlo o que pase de largo,
depende en parte de ti.» 

Yo creo que de tanto oírla se me quedó grabada a fuego y quién sabe si ha podido marcar mi filosofía de vida desde entonces.

Hoy viernes, mientras volvía a casa en el coche, dejando que el sol acariciase mi cara, sabiendo que ya había terminado lo duro de la semana ha sonado una canción que me gusta mucho y que me pone de buen humor, de mejor humor del habitual, si cabe y como os habéis portado bien, quiero compartirla con vosotros y desearos un muy feliz viernes.

Hasta mañana,

J

Cómo hemos cambiado

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Ayer por la noche, mi mujer y yo nos lo pasamos genial cotilleando por Facebook la vida y evolución de algunos de nuestros compañeros de instituto. Nosotros nos conocimos allí a esa tierna edad y guardamos muy buenos recuerdos de aquella época y de la gente con la que la vivimos. Por eso, con la facilidad que te dan las redes sociales para el voyeurismo, empezamos a recordar nombres y apellidos, caras y fisionomías y llegamos a la conclusión de que estamos genial.

Es posible que todo sea producto de nuestra imaginación, o el hecho de vernos a diario haga que nos hayamos acostumbrado a los cambios que la vida nos ha regalado durante todo este tiempo. Nosotros tratamos de ser objetivos y cuando encontrábamos a alguno o alguna de aquellos niños y niñas de nuestra adolescencia valorábamos si el tiempo ha sido benévolo o no con ellas y ellos. En muchos casos, en los de las chicas sobre todo hay mejores resultados. Ellas, vosotras, tenéis mil avances a vuestra disposición que pueden arreglar considerablemente la marca del paso del tiempo, también la forma en la que maduráis es distinta, es más contenida, más racional. Observamos que muchas de ellas han sido madres y se han adaptado a los tiempos, no queda casi rastro de aquellos rostros infantiloides, todas ellas son mujeres hechas y derechas, más atractivas unas que otras pero siempre reconocibles.

Los chicos, sin embargo, tenemos peor cambio. La ausencia de pelo (no es mi caso) y el sobrepeso (eso un poquito, que en aquella época era la viva imagen de la anorexia) son factores determinantes para una evolución a peor. Si que es posible que nuestros rostros, o los de ellos, que yo estoy estupendo, sigan siendo los mismos pero nuestras imperfecciones están más marcadas. Alguno hay que ha sabido cuidarse y conservar la esencia de lo que era con auténtica normalidad pero la mayoría, calvos, viejos y gordos. Quizá estos adjetivos son poco adecuados para tíos de unos cuarenta años pero es que había cada uno….

Y luego están aquellas y aquellos que no tienen foto disponible, que han ilustrados sus perfiles con fotos de sus hijos, de sus mascotas o de sus personajes de dibujos animados favoritos, incluso hay algún que otro místico que tiene por avatar una frase positiva…. ¡Cómo yo en el Whatsapp, ahora que caigo!!!! De esos no hay referencia, no hay rastro ni señal. Adiós al critiqueo saludable. Os voy a ser sincero, cuando hago un «trabajo de campo» como el de anoche, no me gusta no ver a la gente que busco, así nunca puedo estar seguro de que son ellos o alguien con sus mismos apellidos, es una especie de frustración enervante.

Y en medio de todos ellos y todas ellas, nos topamos con una amiga nuestra, que a la postre fue una de mis más constantes pretendientes. Y no digo novia porque no lo fue, y mira que la muchacha insistió…. Era una chica muy graciosa, con el carácter más alegre que puedo recordar, con una cara bonita, unos ojos verdes preciosos y unos cien kilos de peso. Aunque era una chica gorda, tenía esa actitud de «no me importa nada, yo me quiero como soy» que le daba tal seguridad que yo creo que el tema del peso quedó obviado casi desde el principio.

Ella se fijó en mí y vino a saco. Yo, que por aquella época era muy tímido me sentía completamente sobrepasado con sus atenciones. Recuerdo que en clase hablaba con sus amigas de mí como su «marido», me llamaba por teléfono por las tardes, me halagaba constantemente delante de todo el mundo y yo eso lo llevaba fatal, me ponía en evidencia y me daba una vergüenza que me moría. Ella no me gustaba, y no era por gorda, sino porque me apabullaba, me sentía…. acosado.

Al principio me hacía gracia su actitud, siempre es agradable ser el objeto de deseo, pero poco a poco me fue estomagando. El colmo de su obsesión por mí fue cuando le dio por pasar a diario por mi calle y llamarme. Lo peor de todo es que no utilizaba el portero automático, sino que me llamaba a voces. A gritos de JUAAAAANNNNAAAANNNN!!!!!…………. JUAAAAANNNNAAAANNNN!!!!!………….. que yo no podía soportar y que me ponían malito. En más de una ocasión le dije a mi madre… «-Por favor, sal al balcón y dile que no estoy…» Mi madre lo hacía, claro, a ella tampoco le gustaban los numeritos. Eso me llega a pasar ahora, y pido una orden de alejamiento, que momentazos!!!!

Ahora lo recuerdo con la tranquilidad que da la distancia, con ese poso de madurez que nos va dando la experiencia y me río. Es una de las anécdotas que más me gusta recordar, quizá porque me encanta reírme de todo y en especial de mí mismo o a lo mejor porque aún sigo conservando esa sensación de halago.  Por cierto, ella está igual, con la misma cara bonita, los mismos ojos verdes preciosos y sus mismos kilos.

Esta mañana, después de una noche nostálgica buceando entre los recuerdos medio dormidos del pasado, en la radio sonó una canción de las de «entonces», de nuestra época de salir y ligar. Y aquí os la dejo, que seguro que también os remueve…. Cómo hemos cambiado, amigos. ¿como estará este….?

No os olvidéis de recordar, con indulgencia o sin ella, es un ejercicio… interesante.

Hasta mañana,

J

No se vayan todavía…. aún hay mas

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Cuando era pequeño me encantaba esta frase que decía Super Ratón. Con ella sabía que a mis dibujos animados favoritos les quedaba al menos una historia más, que tiempos aquellos! Y encima con aquella vocecilla traducida en español latino que lo hacía tan especial, tan zalamero… Y tan super al fín y al cabo.

Ya sabéis de sobra que a mí me tira mucho todo lo super, los super héroes, las super heroínas, los super poderes, los supermercados…. bueno, eso no tanto, así que se me ha ocurrido hacer este pequeño guiño a la infancia para contaros que sigo en mi dinámica de recibir y entregar premios. Últimamente me siento un poco como aquel «Mighty Mouse» de los dibujos, triunfador, ligón, valiente, aventurero, valorado…. Estoy de subidón, o de super subidón más bien…

He estado guardando todos estos premios que mis amigos blogueros me han ido entregando durante estos meses para esta fecha a modo de cierre de ciclo, en apenas un par de días llegará el primer cumpleaños a este humilde espacio y con él una evolución, algunos cambios y mucho más compromiso, a tope de ganas, con super ganas más bien….

Y con emoción, con mucha emoción he recibido todos los premios hasta la fecha, sin ánimo de lucro pero con valor de reconocimiento. El premio que traigo hoy, el último hasta la fecha es muy reciente y llegó por sorpresa de manos de unos de mis bloggers de referencia, un tipo honesto con su trabajo, culto, sensible y con ánimo de evolucionar hasta el infinito y más allá.  Carlos Girón desde su blog homónimo donde conjuga la cultura y la tecnología, o como a mí me gusta decirlo, la magia y la ciencia, me hizo llegar un Premio Dardos, que no me emocionó solo por estar en una de esas listas de gente VIP sino por el contenido del mensaje. Podría contaros muchas cosas sobre esto pero preferiría, me gustaría, que simplemente pulsarais en el enlace y lo leyerais de su puño y letra (o de sus teclas, mas bien…) Todo lo que dice acerca de este premio y de lo que suponen estos intercambios sinergéticos entre compañeros en modo de premio virtual de reconocimiento verídico no tiene desperdicio.

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En su artículo habla de energía positiva, de palabras, de reconocimiento y menciona, y por lo tanto me atrevo a ponerlo aquí, la esencia misma de la iniciativa:

“El premio se otorga en reconocimiento a valores personales, culturales, éticos y literarios que son transmitidos a través de una forma creativa y original mediante la escritura. La insignia fue creada con el afán de promover la hermandad entre bloggers, mostrar cariño y gratitud por añadir valor a la blogosfera”

No se a vosotros, pero a mí me hace sentirme importante, super importante más bien…

El desarrollo del premio es igual que los anteriores, nombrar, agradecer, compartir y nominar. Este premio se entrega, si se quiere, a quince compañeros, esta es mi lista:

http://www.ivanlasso.info/

http://sigamosbuscando.blogspot.com.es/

http://aprendizajeyvida.com/

http://miposicionamientoweb.es/

http://gerardfoz.blogspot.com.es/

http://elcinederamon.com/

Portada

http://www.lasmejorespeliculasdelahistoriadelcine.com/

http://almadesilencio.blogspot.com.es/

http://juangregorioaviles.wordpress.com/

http://artemasplus.blogspot.com.es/

http://delucesysombrasmy.blogspot.com.es/

http://elparaisooelinfierno.blogspot.com.es/

http://fotoalquimiada.blogspot.com.es/

http://androidografia.i-barakaldo.com/

Se que a algunos de los nominados no les gustan las cadenas, ni siquiera las doradas de eslabones gordos, y por lo tanto no se tienen que tomar esto como una obligación, que nadie haga nada que no le apetezca. Enhorabuena a los premiados, gracias de nuevo a mi nominador y volviendo al principio para cerrar el círculo, otra frase de Super Ratón…

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Hasta pronto,

J

Montaña rusa

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Verdaderamente la vida es una montaña rusa de diversión, o al menos de sensaciones. Habituados y atentos a sus giros inesperados, siempre nos sorprende poniéndonos boca abajo o metiéndonos a la fuerza en algún túnel… o si no, que se lo digan a ella.

Poco se podía ella imaginar que iba a estar celebrando su cumpleaños en su pequeña parte del mundo, en su paraíso querido, en esa playa que la ha visto madurar año tras año, bajo ese sol que ha dorado su piel y esa luna a la que ha visto nacer tantas veces. Pero así ha sido esta vez, sorpresivo y emocionante.

Ella allí y yo aquí, en la distancia, dejando que mis dedos se arrastren por estas teclas intentando plasmar todo lo que quiero decir en una pocas líneas, mientras los suyos, con toda seguridad, se arrastran entre la fina arena de la orilla del mar de una playa conocida pero dispuesta a vivirla de otra manera, con menos gente y más espacio para disfrutar. Es lo que tienen estas escapadas un poco fuera de temporada….

Ella, adora septiembre como un renacimiento, ya lo dije el otro día, para ella es el comienzo del año pero me había guardado esto. Ella nació en septiempre, es lógico que para ella este sea «su» mes. Es que lo es, el que nos la trajo a casa para poder disfrutarla. Ella llegó entre la arena y los libros de texto, entre la piel quemada por el sol y los uniformes. En septiembre, como no podía ser de otra forma, apareció con sus ojos negros, sus dientes perfectos, sus rizos alocados y su notable altura.

Es curioso como teniendo todo eso para triunfar, se haya resistido tanto a quererse como se merece. Yo era el tímido, el introvertido, el reservado y ella mi antagonista, la abierta, la amigable, la graciosa, y la vida nos ha asentado en diferentes tiempos y en diferentes momentos. Pero al final todo está en su sitio, la chica de los complejos ya es una luchadora con mucha fuerza, se ha subido a sus tacones y ha dicho: -¡Aquí estoy yo. A disfrutar de mí, que me lo he ganado!

Como ella es la comunicativa está acostumbrada a ser ella la que vaya con la voz cantante, la que se exprese y la que no tenga miedo, de tú a tú de albarte y hacerte sentir querido. Ella siempre me dice que está «very proud» de mi por haber tenido la cara de abrir este blog y por escribir las cosas que escribo y por como las escribo, pasión de hermana, debe ser. Pues te voy a decir una cosa, pequeña, yo si que estoy muy orgulloso de tí, de la vida que llevas, de como has conseguido reinventarte, de como has logrado sacar fuerza de flaqueza y de aceptar como normales las circunstancias de tu vida. De una vida, que afortunadamente no es de las que aparecen en los telediarios, pero es que a veces, la normalidad se hace muy intensa de vivir.

Y todo esto, porque has llegado a una edad que supone un punto de inflexión, en la que vas a replantearte cosas y vas a creer que has llegado a tu cima. Pues es ahora cuando tenemos que decirte, cada uno como sabemos, que te queremos, que eres importante en nuestras vidas y que adoramos cada segundo que has pasado con nosotros, que hemos disfrutado sobremanera de las cosas que hemos compartido, de las confidencias, de todos esos momentos comunes y de todos esos años de convivencia. Puede que tú no lo sepas, porque no te hayas parado a pensar en ello, pero haces la vida muy feliz a los que te rodeamos. Tu generosidad nos llega y tratamos de responderte en la misma medida, esperemos que parte de todo lo que tenemos para tí, te cale tan hondo como tú nos has marcado a nosotros.

Por tí y para tí esta canción que me descubriste en nuestro último viaje y que te define a la perfección:

Eres mi contrapunto, mi gemela, mi tatuaje. Te quiero mucho, feliz cumpleaños.

Hasta pronto

J

 

Rebobinando

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Volvíamos mi hermana y yo de un fin de semana especial, Mérida ya quedaba a nuestras espaldas y el regustillo del jamón ibérico se iba diluyendo. Entre risas, comentábamos la jugada y coincidíamos en lo natural que había sido todo, en el buen rato que habíamos pasado con nuestros amigos de siempre y en los sentimientos encontrados que teníamos, por un lado tristeza de dejar de nuevo esa ciudad tan especial y alegría por haber podido coincidir y volver a ver a tanta gente. Habíamos vivido nuestro reencuentro esperado, nuestro particular «Verano Azul» condensado en un día y había merecido la pena. Todas esas sensaciones habían sido auténticas, míticas, con sabor a antaño.  Y fáciles, el momento del encuentro fue natural, como si no hubiesen pasado tantos años, como si estuviéramos retomando las conversaciones de la semana pasada. Disfrutamos de cada beso, de cada abrazo y de cada persona.

Y disfrutamos de nosotros, hacer este viaje con ella, y solo con ella ha sido clave. Solo nosotros sabemos lo que esa ciudad y esas personas nos han aportado.

Con algunas conversaciones y mirándonos a los ojos nos dimos cuenta que la vida había pasado de soslayo por algunos de nosotros, otros han sabido subirse en su carro y a otros les ha golpeado completamente en la cara. Es lo que tiene la vida, que te empeñas en vivirla, pero a veces es como ella quiere, no como tú deseas.  Pero otras veces te hace concesiones y hace que te creas dueño de tu destino. Por eso, y porque estoy especialmente inspirado, hoy este relato va al revés. Por dos razones: Porque me apetece, y porque me da miedo lo que tiene el futuro de inesperado.

Era Semana Santa cuando recibimos la noticia que no por esperada fue menos dolorosa. Mi tía había fallecido. Esa mujer que fue tan inspiradora, tan cómplice…. se había ido definitivamente. Ella ya había abandonado tiempo atrás, se quedó sin ganas. Manuela fue una mujer fuerte en todos los aspectos, grande por dentro y por fuera, culta y arriesgada, con un sentido del humor fuera de serie, roja y católica, amiga de todos y para mí, referente de muchas cosas. Fue una mujer que vivió mucho, y desgraciadamente, dejo de vivir mucho también. Supo reponerse y tirar hasta que dijo no, ya no, después de esto, no.

Y así, abandonado a su suerte fue su final, triste y gris. Para mi familia fue, hasta cierto punto, liberador.  Para mi hermana y para mí supuso algo más. Para nosotros, su ciudad, Mérida, era una constante y ella había sido el vínculo. Ahora nos quedábamos «huérfanos». Sabíamos que teníamos amigos, pero las excusas para volver se difuminaban, el sentimiento de pérdida era doble, enorme.

Nos vimos con una pareja de amigos que vinieron a apoyarnos, y hablamos de la posibilidad de un reencuentro con la gente de entonces, necesitábamos anclarnos de nuevo a la ciudad de nuestra juventud…. Reconozco que yo era bastante pesimista al respecto, sin quererlo, me convertí en el amigo que piensa que este plan loco no funcionaría…. Me equivoqué.

La boda de L y P fue un acontecimiento social en la Mérida de finales de los noventa. Nuestro amigo P estaba muy metido en el entramado laboral y administrativo de la ciudad en particular y de Extremadura en general por lo que su celebración fue grande, familia, amigos, contactos, compromisos. Una boda digna de los ecos de sociedad y un punto de inflexión en nuestra relación con nuestros amigos.

Había pasado tiempo desde que no veíamos a muchos de ellos, los años habían hecho su propia selección natural entre nosotros pero ese evento nos juntó a casi todos. Fue un momento estupendo para ponernos al día y para prometernos más visitas, más encuentros y más contactos que nunca llegaron. Después de aquello, volvimos cada uno a lo nuestro, a nuestra vida y a nuestras circunstancias. Ese día nos despedimos con intención de volver y de seguir, pero no fue así.

Ya las cosas se habían enfriado, nuestro paso por Mérida era cada vez más esporádico y ya estábamos embarcados en nuestros propios caminos, no supimos o no pudimos incorporar ese pasado a nuestro presente y decidimos que habría que mirar hacia adelante, nunca hacia atrás.

A finales de los ochenta, en plena post adolescencia y después de un periodo de sequía, comenzamos a volver a Mérida de vacaciones. Aquello había cambiado mucho, la gente había cambiado mucho y nuestros amigos de la infancia habían crecido. Todo parecía estar igual pero era diferente, sería un nuevo comienzo para mi hermana y para mí.

Nuestra visita despertaba mucha expectación, los de fuera, éramos como algo exótico en aquella época, vestíamos distinto, pensábamos distinto y hablábamos distinto. Como siempre, habíamos anunciado nuestra llegada a nuestra amiga Y, la hija del carnicero y nos esperaba, pero no con lo de siempre. Con un montón de caras nuevas, su nueva pandilla, atrás habían quedado los niños y las niñas del barrio, ahora se movía con la gente del instituto. Esta época era la de los primeros novios, los primeros jaleos, las locuras…. Nos acogieron con los brazos abiertos y nos dejamos querer. Esa gente se nos metió dentro, como el acento extremeño, las piedras romanas y los productos de la tierra.

Aquel nuevo primer verano fue mágico, como lo serían los siguientes. Esperábamos pacientemente los meses de invierno para volver, como los propios generales romanos, a su ciudad recreo, su Emérita Augusta. Así nos sentíamos nosotros de especiales, con todo el tiempo del mundo por delante. Los recuerdos de aquellos tiempos se han quedado en cientos de instantáneas que ya amarillean, pero, que si las frotas, puedes ver de nuevo el brillo de la ilusión en nuestros ojos.

Cuando yo era muy pequeño tenía alergia a casi todo, mis síntomas eran de lo más peculiares. Me quedaba sordo. Si que había obstrucción de las vías respiratorias, moqueo y estornudos pero la sordera preocupaba sobremanera a mis padres. La opción que les daba el especialista era que el niño tenía que cambiar de aires. Así que, mi padre habló con su hermana y decidieron que pasara un verano en su casa, en Mérida. Alejado de Madrid, calmado, distraído….. No sabían lo que hacían, pobres.

Mis tíos me acogieron en su casa como si de un sanatorio se tratase, con todas las medicinas y tratamientos. La estrecha relación con mi tía comenzó entonces, sus hijos ya eran mayores y la diferencia de edad entre ella y mi padre hacía parecer que yo, su sobrino, era como si fuese un nieto, el que nunca llegaría a tener. El amor era incondicional, como debe ser. Y nos hicimos amigos, aprendía muchas cosas de ella que me han servido hasta hoy día, sobre todo, su actitud ante la vida en aquella época. Era imparable y yo inagotable.

En Mérida se vivía distinto, todo era más abierto, más de pueblo. Se vivía en la calle. Recuerdo que empecé a tener amigos casi de inmediato, los vecinos del edificio y de los edificios de alrededor. Era distinto a lo que yo vivía en casa, me sentía completamente libre y no podía permitir que esa sensación pasara de largo, tenía que repetir….. y no deje de hacerlo hasta muchos años después. Unas veces acompañado de mis padres, otras solo o con mi hermana, siempre encontrábamos un hueco para volver. Allí crecí y conocí la amistad, las travesuras, el amor, la picardía, la cultura, …. la vida.

Y hasta aquí mi particular viaje a ninguna parte de los últimos casi cuarenta años, convirtiendo todo este tiempo en relatos individuales y marcando momentos significativos que hacen que el relato general cobre sentido. Rebobinando y dándome cuenta que hacia atrás todo es más luminoso, más vital, y más inocente, aunque ahora que lo pienso, aquí hay mucho más de mi de lo que yo quería mostrar, creo que el subconsciente me ha jugado una mala pasada, pero bueno, lo hecho, hecho está.

Hasta pronto,

J

Estar en contacto

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Esta mañana se ha despedido del trabajo uno de mis mejores amigos, de los del trabajo. Ha pasado página, ha encontrado un trabajo mejor que le va a permitir crecer personal y profesionalmente aunque esta nueva posición le haga, incluso, cambiar de ciudad. Yo estoy contento por él, así se lo he dicho, me alegro del paso que va a dar y estoy convencido de que el cambio va a ser muy positivo. Hemos charlado un rato y nos hemos despedido con una de esas frases tipo…

-Me gustaría que siguiéramos en contacto -Hemos dicho uno de nosotros.

-Claro, claro, por supuesto -Ha respondido el otro.

Sobre el papel es muy sencillo, la vida nos ha dado un montón de vías de comunicación con las que acercar distancias. Incluso hoy en día, con la proliferación de las redes sociales, tememos un montón de nuevos caminos donde encontrarnos, aunque sea en el plano virtual. Es fácil encontrar alguna publicación de ese amigo en Facebook y darle un «like», así sabe que estás ahí, que te interesan las cosas que ofrece, que estás al tanto de su día a día. Lo mismo con Twitter, hacer un RT de sus comentarios está a la orden de día. Igual que ofrecer un sencillo +1 en Google+. Así podríamos seguir bastante tiempo si tuviera un perfil abierto en otras redes y supiera como se utilizan, pero como no es el caso, lo dejo.

La pregunta que me surge ahora es esta:

-¿Pero esto es REALMENTE comunicación?

Yo creo que no, creo que es cubrir el expediente y aceptar, con mejor o peor disposición tu propia falta de interés. Creo que el «like», el RT y el +1 son fríos y distantes. Creo que todo lo relativo a las redes sociales es frío y distante, no hay corazón, no hay implicación, es una especie de pasar de puntillas y sobre todo, una ventana abierta al cotilleo. Todo esto que digo no tiene por qué ser especialmente negativo, no lo pretendo. A veces nos sirve con eso, a veces, a los demás les sirve con eso, a veces, a mí, me sirve y me sobra con eso.

La comunicación es otra cosa porque implica otras cosas, implica tomar decisiones, salir de la rutina y actuar. Implica coger el teléfono y llamar, y conversar, y preguntar y compartir. Significa proponer citas, salir a charlar, quedar en vernos, con fecha y día concreto, y llevarlas a cabo. E implica contestar al teléfono, dar de tí, contestar, proponer, activar, porque la conversación, sin réplica, no es más que palabras al aire, no es más que buenas intenciones de parte de uno y pasividad por parte del otro.

Las redes sociales también cumplen otro cometido, traen del pasado gente que había quedado en el olvido, o añaden gente nueva que pasaba por ahí en un preciso momento. Terminar con una buena comunicación, honesta y dual será cosa nuestra, de como administremos nuestros esfuerzos, o de como los veamos compensados. Yo, si, se que hoy estoy un poco particularizando… un poco egocéntrico, voy a reunirme en un par de días con amigos de la infancia de los que hacía X (equis, no diez) años que no sabía nada. Todo movido y promovido por un encuentro triste y una proposición alegre, con ganas, ilusión y reciprocidad.

Aunque creo que la mejor forma de estar en contacto, es estar, literalmente, en contacto. Compartir el día a día, formar parte activa de la vida de los que te rodean, que tu voz sea importante y escuchada al igual que lo es la de los demás. Compartir lo cotidiano es fundamental, verse a diario es favorecedor. Y en el caso que os he contado, de mi amigo y de mí, compartir el espacio físico de la oficina era, yo no es, imprescindible.

¿Qué pasará a partir de ahora?

No lo se, puedo hacerme una idea por la experiencia que tengo y por el tipo de persona que soy pero la gente sorprende y a lo mejor, para bien o para mal, ahora será distinto. No soy pitonisa ni vidente, no veo el futuro y sus miles de probabilidades, así que estoy completamente virgen ante la idea de hacer este tipo de predicciones.

Pero ¿Voy a poner de mi parte?

Tampoco lo se. Puede, quizá, seguro, por supuesto…. son palabras y expresiones, ahora vacías, que no consiguen comunicar como debieran, están aquí plasmadas a mi disposición pero no se cual voy a elegir, o cuales, dependiendo del momento, de las necesidades o de las obligaciones que tenga en el futuro.

Lo que si estoy seguro que voy a hacer es no buscar culpables si las cosas no suceden como en el mejor escenario que yo pueda tener en la cabeza. Las relaciones, como ya he dicho sobre la comunicación, tienen dos vías, dos participantes, dos culpables. Aunque eso implique que yo soy siempre uno de ellos, culpable digo. Yo suelo decir una expresión que siempre quiero que sea literal, que no suene vacía, porque no lo es, no es vacía la pretensión ni vacíos los sentimientos, y además tiene banda sonora, esta preciosa canción de Ben E. King. Cuenta conmigo.

A los seres vivos desarrollados se nos distingue por nuestra capacidad de comunicación, y a los humanos, por la capacidad de hacerlo a través del lenguaje. Pues utilicémoslo. Como dicen en Twitter, mantén viva la comunicación.

Hasta pronto,

J

Todo el mundo deja atrás a alguien

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«Todo el mundo, en algún momento, deja atrás a alguien. Hágalo o será a usted a quien dejen atrás».

Esta frase tan estupenda la escuché ayer en una de las series que estoy siguiendo últimamente. Yo soy mucho de series, me gusta seguir la trama y encariñarme con los personajes, ver como evolucionan y como se transforman, como se interrelacionan y como sus personalidades se potencian con las decisiones que toman y con las circunstancias que los guionistas les hacen atravesar. Me parece mejor tragarme un capitulo diario de una de mis series que ver una película de dos horas, con su principio, su nudo y su desenlace. Reconozco que me he vuelto vago. De vez en cuando veo películas, claro, pero no es lo mismo.

Las series de hoy en día son muy completas y algunas tienen una producción envidiable, unos actores y actrices de primer nivel y una repercusión global. Todo un chollo para la industria televisiva, que está viviendo unos días dorados. Hace años nadie en su sano juicio quería hacer televisión, las estrellas estaban a otra cosa, el teatro (por convicción) y el cine (por presencia e ingresos). Pero las cosas cambiaron poco a poco y las tortilla se ha dado la vuelta, ahora los ingresos y la presencia están en la tele, y los premios y el prestigio.

Dejando a un lado que soy un total forofo y defensor del cine por entregas, quiero centrarme en la frase con la que he abierto este post. Me parece genial y por ello me he propuesto reflexionar hoy en torno a ella. Creo que la verdadera madurez del ser humano, la madurez en el buen sentido, no en el peyorativo de vejez y carnes blandas, se alcanza cuando eres capaz de aceptar que las cosas suceden a pesar nuestro, que no somos el centro sobre el que gira la vida y que la gente pasa a nuestro lado, unos se quedan y otros pasan de largo. Y que no pasa nada.

Es un error mitificar la relaciones, creer que todo va a durar para siempre. Ni la AMISTAD, ni el AMOR, ni la PAREJA están hechos para perdurar, eso solo ocurre en la películas, que después de un metraje limitado, los protagonistas viven felices por siempre jamás, los amigos son eternos y el amor triunfa por doquier. Bien pensado, esos finales son los que todos deseamos, un fundido en negro en plenitud y un precioso y emocionante «THE END» con música.

the end

No quiero que me malinterpretéis, seguramente hay amigos, parejas y estados de enajenación amorosa que duran y perduran hasta el infinito y más allá. Y eso está muy bien. Pero a lo que voy, es que no tenemos que temer la fecha de caducidad. No hay razón para obsesionarse con el final, hay que disfrutar con el momento, como si fuera el último, regarlo a diario para que florezca renovado cada mañana, cultivar las relaciones para que crezcan sanas y fuertes y curarlas con todo nuestro ser y nuestro corazón. Pero, cuando alguna de estas relaciones se marchita, se agosta, se mueren, hay que saber pasar página. Duele, en unos casos más que en otros. Escuece, a veces sí, a veces no. Atormenta, seguro. Pero tenemos la capacidad de resurgir, de agarrarnos a lo que todavía está en pie, levantar la cabeza, apretar los dientes y seguir.

Necesitaremos nuestro luto, desde luego, es, incluso sano, pero no podemos permitirnos el lujo de dejarnos cubrir por el negro…(esto ha quedado guarro, lo se). Y una vez finalizado, una vez superada la traumática experiencia, debemos dejar a un lado el rencor, que lo único que hace es ensombrecer, no ayuda. Y si queremos buscar culpables, debemos ser valientes y pensar en nuestra parte, en lo que hemos hecho bien, o mal, o lo que no hemos hecho.

Volviendo al principio para ir terminado, si echamos la vista atrás, todos somos conscientes de las personas que hemos dejado por el camino. De esos amigos, de esas parejas que un día desaparecieron de nuestras vidas, que se desdibujaron entre la penumbra de un atardecer ya lejano. Personas, al fin y al cabo que cumplieron su cometido en nuestras vidas y que ahora están cumpliéndolo en otras. Si os paráis a pensar, esto que acabo de decir es precioso.

Y recíproco, porque, tal vez, nosotros mismos somos los rostros que se desdibujan en los ecos de la memoria de alguien, a lo mejor somos a los que han dejado atrás, los que hemos cumplido con nuestra tarea y los que estamos a lo que estamos en la vida de otros. La vida es así, un ir y venir. Un mezclarse y diluirse. Un principio y un final. Y esto es parte de lo maravilloso de la vida, no te niegues el derecho a vivirla, a olvidar, a superarte.

Si aún no ha quedado claro, aquí os dejo este vídeo de The Doors, con una de mis canciones favoritas, y que viene como anillo al dedo a todo lo que he dicho.

Y, por supuesto, después de todo lo que has leído y escuchado, no te niegues el derecho a comentar este post, a difundir tu opinión, a dejarte oir….

Hasta pronto,

J