Cómo hemos cambiado

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Ayer por la noche, mi mujer y yo nos lo pasamos genial cotilleando por Facebook la vida y evolución de algunos de nuestros compañeros de instituto. Nosotros nos conocimos allí a esa tierna edad y guardamos muy buenos recuerdos de aquella época y de la gente con la que la vivimos. Por eso, con la facilidad que te dan las redes sociales para el voyeurismo, empezamos a recordar nombres y apellidos, caras y fisionomías y llegamos a la conclusión de que estamos genial.

Es posible que todo sea producto de nuestra imaginación, o el hecho de vernos a diario haga que nos hayamos acostumbrado a los cambios que la vida nos ha regalado durante todo este tiempo. Nosotros tratamos de ser objetivos y cuando encontrábamos a alguno o alguna de aquellos niños y niñas de nuestra adolescencia valorábamos si el tiempo ha sido benévolo o no con ellas y ellos. En muchos casos, en los de las chicas sobre todo hay mejores resultados. Ellas, vosotras, tenéis mil avances a vuestra disposición que pueden arreglar considerablemente la marca del paso del tiempo, también la forma en la que maduráis es distinta, es más contenida, más racional. Observamos que muchas de ellas han sido madres y se han adaptado a los tiempos, no queda casi rastro de aquellos rostros infantiloides, todas ellas son mujeres hechas y derechas, más atractivas unas que otras pero siempre reconocibles.

Los chicos, sin embargo, tenemos peor cambio. La ausencia de pelo (no es mi caso) y el sobrepeso (eso un poquito, que en aquella época era la viva imagen de la anorexia) son factores determinantes para una evolución a peor. Si que es posible que nuestros rostros, o los de ellos, que yo estoy estupendo, sigan siendo los mismos pero nuestras imperfecciones están más marcadas. Alguno hay que ha sabido cuidarse y conservar la esencia de lo que era con auténtica normalidad pero la mayoría, calvos, viejos y gordos. Quizá estos adjetivos son poco adecuados para tíos de unos cuarenta años pero es que había cada uno….

Y luego están aquellas y aquellos que no tienen foto disponible, que han ilustrados sus perfiles con fotos de sus hijos, de sus mascotas o de sus personajes de dibujos animados favoritos, incluso hay algún que otro místico que tiene por avatar una frase positiva…. ¡Cómo yo en el Whatsapp, ahora que caigo!!!! De esos no hay referencia, no hay rastro ni señal. Adiós al critiqueo saludable. Os voy a ser sincero, cuando hago un «trabajo de campo» como el de anoche, no me gusta no ver a la gente que busco, así nunca puedo estar seguro de que son ellos o alguien con sus mismos apellidos, es una especie de frustración enervante.

Y en medio de todos ellos y todas ellas, nos topamos con una amiga nuestra, que a la postre fue una de mis más constantes pretendientes. Y no digo novia porque no lo fue, y mira que la muchacha insistió…. Era una chica muy graciosa, con el carácter más alegre que puedo recordar, con una cara bonita, unos ojos verdes preciosos y unos cien kilos de peso. Aunque era una chica gorda, tenía esa actitud de «no me importa nada, yo me quiero como soy» que le daba tal seguridad que yo creo que el tema del peso quedó obviado casi desde el principio.

Ella se fijó en mí y vino a saco. Yo, que por aquella época era muy tímido me sentía completamente sobrepasado con sus atenciones. Recuerdo que en clase hablaba con sus amigas de mí como su «marido», me llamaba por teléfono por las tardes, me halagaba constantemente delante de todo el mundo y yo eso lo llevaba fatal, me ponía en evidencia y me daba una vergüenza que me moría. Ella no me gustaba, y no era por gorda, sino porque me apabullaba, me sentía…. acosado.

Al principio me hacía gracia su actitud, siempre es agradable ser el objeto de deseo, pero poco a poco me fue estomagando. El colmo de su obsesión por mí fue cuando le dio por pasar a diario por mi calle y llamarme. Lo peor de todo es que no utilizaba el portero automático, sino que me llamaba a voces. A gritos de JUAAAAANNNNAAAANNNN!!!!!…………. JUAAAAANNNNAAAANNNN!!!!!………….. que yo no podía soportar y que me ponían malito. En más de una ocasión le dije a mi madre… «-Por favor, sal al balcón y dile que no estoy…» Mi madre lo hacía, claro, a ella tampoco le gustaban los numeritos. Eso me llega a pasar ahora, y pido una orden de alejamiento, que momentazos!!!!

Ahora lo recuerdo con la tranquilidad que da la distancia, con ese poso de madurez que nos va dando la experiencia y me río. Es una de las anécdotas que más me gusta recordar, quizá porque me encanta reírme de todo y en especial de mí mismo o a lo mejor porque aún sigo conservando esa sensación de halago.  Por cierto, ella está igual, con la misma cara bonita, los mismos ojos verdes preciosos y sus mismos kilos.

Esta mañana, después de una noche nostálgica buceando entre los recuerdos medio dormidos del pasado, en la radio sonó una canción de las de «entonces», de nuestra época de salir y ligar. Y aquí os la dejo, que seguro que también os remueve…. Cómo hemos cambiado, amigos. ¿como estará este….?

No os olvidéis de recordar, con indulgencia o sin ella, es un ejercicio… interesante.

Hasta mañana,

J

6 respuestas a “Cómo hemos cambiado

  1. Uis sip!! Esto de las redes sociales hace que busques a esa gente que se quedó atrás, que de alguna menera o de otra a pasado por tu vida, y si, te sorprendes y muuucho algunos hemos cambiado y otros no tanto, esa es la magia de las redes sociales jejeje un bsin!! 😉

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    1. Jajajajaja, Yoli, que nos lo digan a nosotros que nos hemos vuelto a ver después de 25 años???!!! y algunos estamos mejor que antes, otros no habéis cambiado y otros han cambiado a peor. La vida!!!! y la edad, que leche!
      Un abrazo!!

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  2. Confieso publicamente q he pecado de cotillo en la red.
    Pero q bien q lo he pasado.
    Quien no ha buscado alguna ex,y se ha quedado con la boca abierta diciendo Hostias ! Joder como ha cambiado,a veces incluso dudo q sea la misma persona..
    Claro lo mismo le pasara a quien me busque a mi…dira la famosa frase «era una gran promesa y ahora es una triste realidad…..
    Grande mi Juan ……..asi es la vida.Q PENA

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  3. Pero no te me deprimas Mipe, que lo importante es vivir la vida, y evolucionar, aunque sea para peor. Y oye, que siempre están por ahí los que se conversan peor que nosotros, jejejeje 🙂
    Viva el cotilleo!
    Un abrazo

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