Volvíamos mi hermana y yo de un fin de semana especial, Mérida ya quedaba a nuestras espaldas y el regustillo del jamón ibérico se iba diluyendo. Entre risas, comentábamos la jugada y coincidíamos en lo natural que había sido todo, en el buen rato que habíamos pasado con nuestros amigos de siempre y en los sentimientos encontrados que teníamos, por un lado tristeza de dejar de nuevo esa ciudad tan especial y alegría por haber podido coincidir y volver a ver a tanta gente. Habíamos vivido nuestro reencuentro esperado, nuestro particular «Verano Azul» condensado en un día y había merecido la pena. Todas esas sensaciones habían sido auténticas, míticas, con sabor a antaño. Y fáciles, el momento del encuentro fue natural, como si no hubiesen pasado tantos años, como si estuviéramos retomando las conversaciones de la semana pasada. Disfrutamos de cada beso, de cada abrazo y de cada persona.
Y disfrutamos de nosotros, hacer este viaje con ella, y solo con ella ha sido clave. Solo nosotros sabemos lo que esa ciudad y esas personas nos han aportado.
Con algunas conversaciones y mirándonos a los ojos nos dimos cuenta que la vida había pasado de soslayo por algunos de nosotros, otros han sabido subirse en su carro y a otros les ha golpeado completamente en la cara. Es lo que tiene la vida, que te empeñas en vivirla, pero a veces es como ella quiere, no como tú deseas. Pero otras veces te hace concesiones y hace que te creas dueño de tu destino. Por eso, y porque estoy especialmente inspirado, hoy este relato va al revés. Por dos razones: Porque me apetece, y porque me da miedo lo que tiene el futuro de inesperado.
Era Semana Santa cuando recibimos la noticia que no por esperada fue menos dolorosa. Mi tía había fallecido. Esa mujer que fue tan inspiradora, tan cómplice…. se había ido definitivamente. Ella ya había abandonado tiempo atrás, se quedó sin ganas. Manuela fue una mujer fuerte en todos los aspectos, grande por dentro y por fuera, culta y arriesgada, con un sentido del humor fuera de serie, roja y católica, amiga de todos y para mí, referente de muchas cosas. Fue una mujer que vivió mucho, y desgraciadamente, dejo de vivir mucho también. Supo reponerse y tirar hasta que dijo no, ya no, después de esto, no.
Y así, abandonado a su suerte fue su final, triste y gris. Para mi familia fue, hasta cierto punto, liberador. Para mi hermana y para mí supuso algo más. Para nosotros, su ciudad, Mérida, era una constante y ella había sido el vínculo. Ahora nos quedábamos «huérfanos». Sabíamos que teníamos amigos, pero las excusas para volver se difuminaban, el sentimiento de pérdida era doble, enorme.
Nos vimos con una pareja de amigos que vinieron a apoyarnos, y hablamos de la posibilidad de un reencuentro con la gente de entonces, necesitábamos anclarnos de nuevo a la ciudad de nuestra juventud…. Reconozco que yo era bastante pesimista al respecto, sin quererlo, me convertí en el amigo que piensa que este plan loco no funcionaría…. Me equivoqué.
La boda de L y P fue un acontecimiento social en la Mérida de finales de los noventa. Nuestro amigo P estaba muy metido en el entramado laboral y administrativo de la ciudad en particular y de Extremadura en general por lo que su celebración fue grande, familia, amigos, contactos, compromisos. Una boda digna de los ecos de sociedad y un punto de inflexión en nuestra relación con nuestros amigos.
Había pasado tiempo desde que no veíamos a muchos de ellos, los años habían hecho su propia selección natural entre nosotros pero ese evento nos juntó a casi todos. Fue un momento estupendo para ponernos al día y para prometernos más visitas, más encuentros y más contactos que nunca llegaron. Después de aquello, volvimos cada uno a lo nuestro, a nuestra vida y a nuestras circunstancias. Ese día nos despedimos con intención de volver y de seguir, pero no fue así.
Ya las cosas se habían enfriado, nuestro paso por Mérida era cada vez más esporádico y ya estábamos embarcados en nuestros propios caminos, no supimos o no pudimos incorporar ese pasado a nuestro presente y decidimos que habría que mirar hacia adelante, nunca hacia atrás.
A finales de los ochenta, en plena post adolescencia y después de un periodo de sequía, comenzamos a volver a Mérida de vacaciones. Aquello había cambiado mucho, la gente había cambiado mucho y nuestros amigos de la infancia habían crecido. Todo parecía estar igual pero era diferente, sería un nuevo comienzo para mi hermana y para mí.
Nuestra visita despertaba mucha expectación, los de fuera, éramos como algo exótico en aquella época, vestíamos distinto, pensábamos distinto y hablábamos distinto. Como siempre, habíamos anunciado nuestra llegada a nuestra amiga Y, la hija del carnicero y nos esperaba, pero no con lo de siempre. Con un montón de caras nuevas, su nueva pandilla, atrás habían quedado los niños y las niñas del barrio, ahora se movía con la gente del instituto. Esta época era la de los primeros novios, los primeros jaleos, las locuras…. Nos acogieron con los brazos abiertos y nos dejamos querer. Esa gente se nos metió dentro, como el acento extremeño, las piedras romanas y los productos de la tierra.
Aquel nuevo primer verano fue mágico, como lo serían los siguientes. Esperábamos pacientemente los meses de invierno para volver, como los propios generales romanos, a su ciudad recreo, su Emérita Augusta. Así nos sentíamos nosotros de especiales, con todo el tiempo del mundo por delante. Los recuerdos de aquellos tiempos se han quedado en cientos de instantáneas que ya amarillean, pero, que si las frotas, puedes ver de nuevo el brillo de la ilusión en nuestros ojos.
Cuando yo era muy pequeño tenía alergia a casi todo, mis síntomas eran de lo más peculiares. Me quedaba sordo. Si que había obstrucción de las vías respiratorias, moqueo y estornudos pero la sordera preocupaba sobremanera a mis padres. La opción que les daba el especialista era que el niño tenía que cambiar de aires. Así que, mi padre habló con su hermana y decidieron que pasara un verano en su casa, en Mérida. Alejado de Madrid, calmado, distraído….. No sabían lo que hacían, pobres.
Mis tíos me acogieron en su casa como si de un sanatorio se tratase, con todas las medicinas y tratamientos. La estrecha relación con mi tía comenzó entonces, sus hijos ya eran mayores y la diferencia de edad entre ella y mi padre hacía parecer que yo, su sobrino, era como si fuese un nieto, el que nunca llegaría a tener. El amor era incondicional, como debe ser. Y nos hicimos amigos, aprendía muchas cosas de ella que me han servido hasta hoy día, sobre todo, su actitud ante la vida en aquella época. Era imparable y yo inagotable.
En Mérida se vivía distinto, todo era más abierto, más de pueblo. Se vivía en la calle. Recuerdo que empecé a tener amigos casi de inmediato, los vecinos del edificio y de los edificios de alrededor. Era distinto a lo que yo vivía en casa, me sentía completamente libre y no podía permitir que esa sensación pasara de largo, tenía que repetir….. y no deje de hacerlo hasta muchos años después. Unas veces acompañado de mis padres, otras solo o con mi hermana, siempre encontrábamos un hueco para volver. Allí crecí y conocí la amistad, las travesuras, el amor, la picardía, la cultura, …. la vida.
Y hasta aquí mi particular viaje a ninguna parte de los últimos casi cuarenta años, convirtiendo todo este tiempo en relatos individuales y marcando momentos significativos que hacen que el relato general cobre sentido. Rebobinando y dándome cuenta que hacia atrás todo es más luminoso, más vital, y más inocente, aunque ahora que lo pienso, aquí hay mucho más de mi de lo que yo quería mostrar, creo que el subconsciente me ha jugado una mala pasada, pero bueno, lo hecho, hecho está.
Hasta pronto,
J
Gracias por pertenecer a mi vida, gracias por volver a ella, y gracias por este post… siempre has sido muy especial para mi, y lo sabes el haberme reencontrado contigo y tu sister era muy importante para mi, y esto fue lo mas. Gracias por todos los recuerdos, y cualquier persona que lea este blog, entenderá porque siempre donde quiera que vayas tendrás siempre buenos amigos. Eres único, y te quiero un montón!!
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Gracias a tí, guapa. Tu también has sido y eres una persona muy especial para mi, solo lamento esos años de vacío. Me encantan tus palabras, me emocionas. Un beso enorme y seguimos en contacto.
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Es cierto, que bueno es recordar esos “veranos azules” de la infancia, adolescencia y juventud. Yo también los tuve y creo que lo que has vuelto a recordar con tu quedada ha sido “algo para no olvidar”, quizás vuelvan a pasar años hasta volver a veros…pero siempre os quedará “Mérida”. A mí de pequeña, amigos y amigas me decían “que suerte que tengas pueblo”. Sí, es cierto, el “pueblo” es el lugar privilegiado para unos pocos que después de pasar largas jornadas tragando humo y contaminación llegábamos para soltar adrenalina y volver a la ciudad con “acento” de pueblo. Todos deberíamos tener PUEBLO.
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Ay, cuanto te entiendo…. yo he notado todos estos años sin ir. Todo se reduce a esto, pueblos, sierras, playas… haz amigos donde vayas!!!! Un abrazo
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Morriña…….saudade..
Generalmente es mucho mejor vivir de los recuerdos q actualizarlos.
Poner al dia las personas los olores colores sabores de nuestra juventud suele ser decepcionante,posiblemente los teniamos magnificados en cantidad y calidad.
Mi verano azul. Fue de playas gallegas,arena blanca y brea en los pies,escarceos d amores y mucha naturaleza.
Me alegro mucho que tus sensaciones sean tan positivas,
Yi creo q dejare mi verano azul en la nube.asi siempre vivira chanquete.
Grande mi juanan
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AY Mipe, es bonito dejarlo macerar en el recuerdo, imperturbable. Pero cuando en esos recuerdos hay personas implicadas, actualizarlos puede ser muy edificante. Todo la pasado tiene una luz y una inocencia especial y no hay por que empañarlas.
Un abrazo
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Holaq Juanan!
Ante todo darte el pésame de tu tía, muchos ánimos… Creo que todos hemos tenidos estos verano azules que aún hoy en día anhelamos y que sabemos que nunca volverán, que las cosas han cambiado, el lugar, algunas personas e incluso nosotros. Pero es esa nostalgia la que nos hace sentir vivos, de cuando antaño aprendendimos una serie de valores y experiencias. Al fin y al cabo todo esto es lo que nos hace serlo que somos hoy en día, ese conjunto de experiencias nos hace volar y recordar hasta los lugares más íntimos de nuestra propia existencia 🙂
Un abrazo!
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Muchas gracias Jony, por todo. Es cierto lo que dices, la memoria es selectiva y nostálgica y es en el pasado y con la ayuda de esas personas que tanto nos han aportado donde están los cimientos de la persona que somos hoy en día. Ha sido muy bonito disfrutar de este reencuentro, pero también duro…. Y ya no te digo nada escribirlo y sentirlo mientras lo hacía. Un abrazo
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Hola te invito a seguir mi blog http://ladelibroabierto.wordpress.com/2014/07/26/manual-de-supervivencia-de-una-workaholic-desalmada/
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