Anoche se celebró el Festival de Eurovisión, una cita anual ineludible con lo más granado de la música europea. Un evento de gran repercusión y que ha tenido una audiencia estimada de unos 108 millones de telespectadores. Como todos los años, desde hace ya muchos, el espectáculo es lo que prima en este concurso, ya no solo la canción, sino la interpretación, la puesta en escena, la edición digital, los efectos de luces… y la extravagancia.
La gran triunfadora de la noche fue la representante de Austria, Conchita Wurst, la mujer barbuda, que consiguió, como rezaba su canción, elevarse como el ave fénix (Rise like a Phoenix) y alzarse con el deseado primer puesto.
Y debo decir, que mi hija mayor está indignada.
Mi hija, que ya tiene casi nueve años, quería ver el festival, ella busca cualquier excusa para quedarse por la noche a ver lo que sea. Como su padre, es bastante friki y muy de la farándula por lo que esta cita era especial para ella. Debido al tipo de concurso y a que se celebraba en sábado, decidimos permitirle asistir en primera fila, desde el sofá, vamos. La pequeña, casi siete años, también lo intentó, pero ella es alondra, como su madre y a eso de las diez y media de la noche, ya estaba roncando en mis brazos. La mayor también estaba cansada, que os voy a contar, pero no lo declararía ni aunque la clavásemos palillos entre las uñas.
Lo cierto que la chiquilla aguantó bastante bien, disfrutó de las canciones y de los espectáculos y debo reconocer que tiene buen criterio, sus comentarios eran adecuados, sutiles, organizados. Conocedora de lo que le gustaba y lo que no, no ahorraba en dar su opinión constantemente. Tiene buen oído musical, se le nota y disfruta con la música, en una chica sensible y con personalidad pero cuando vio aparecer a la que a la postre se convertiría en la flamante ganadora de la noche se rompieron todos sus esquemas.
Observaba la actuación con los ojos y la boca completamente abiertos, no daba crédito. La presencia de esta artista en la pequeña pantalla le turbaba. Qué graciosa, y qué inocente.
-Pero…. pero…. ¿tiene barba de verdad?-preguntaba ella sin entender nada.
-Si cariño, tiene barba-respondíamos nosotros lo más neutral que podíamos.
-Pero…pero… ¿las mujeres también tienen barba?-Su curiosidad iba en aumento, con razón.
-No cariño, las mujeres no suelen tener barba-Respuesta lógica y veraz por nuestra parte.
-Entonces…. entonces es un «tío», es un «tío» disfrazado.-Así lo resumió ella, con el criterio y el conocimiento de sus ocho y pico.
-Claro cariño.-No íbamos a meternos en ningún jardín en esta ocasión, no era el momento de hablar con ella de realidades sexuales distintas.
Pasado el trago, el resto del festival continuó su curso, unas canciones más acertadas que otras, unas puestas en escena más espectaculares que otras (Polonia, y sus sexuales polacas, por favor!!!!!), unas interpretaciones más grandiosas que otras (Francia y sus mamarrachos….) y llegaron los resúmenes y las votaciones.
A mi hija, la pobre, que le había gustado todo de la representante española, tenía serias esperanzas de que Ruth Lorenzo y su «Dancing in the rain» fueran los más votados. Que desilusión cuando empezaron las rondas de votos e íbamos consiguiendo más bien pocos o ningunos. No lo entendía, en realidad, no tiene edad para entender todo lo que hay detrás de este festival. El tema político, los votos repartidos entre países vecinos, el «boicot» pasivo a los países fundadores que no participan en las semifinales como España, Francia, Alemania e Italia….
Nosotros ya sabíamos que España no ganaría, y así se lo dijimos.
-Si España no gana nunca, no tiene suficientes apoyos.-Le confesamos
-Pero si lo ha hecho muy bien y le han aplaudido mucho.-Se defendía ella.
-Ya cariño, pero aquí hay mucho más que canciones y cantantes.-Tratábamos de convencerla sin darle más datos, error.
-No entiendo, ¿y si es la mejor canción?-A veces no se puede contestar lo incontestable.
-Es así, cariño.-Zanjamos.
Ella ya estaba contrariada pero aceptó con excelente deportividad nuestras tajantes afirmaciones y el devenir de las votaciones, y entonces le dio fuerte con otra cosa.
Ya no podía soportar que Austria y su mujer de circo, que era lo que a ella le parecía, fuera conquistando poco a poco el concurso, sufría cada vez que lo otorgaban los ansiados 12 puntos. Cada ve que oía Austria se ponía a morir.
-Noooooo, otra vez noooooo!!!!
-Que no le den los doce puntos al tío barbudo ese!!!!
-Que se afeite, no es justo!!!!
Luego, en un ataque de lucided propia, sin estímulo nuestro, sentenció lo que su pequeño cuerpo venía barruntando desde hacía un buen rato:
-Está claro-Confesó enfadada. -Solo la votan porque tiene barba.
Ahí estaba el quid de la cuestión, si es que mi niña es más lista que el hambre. Vale que no es solo eso. Vale que influyó enormemente su apariencia física, que ese aspecto de frágil señorita con barba era bastante impactante. Pero hay mucho más detrás, cosas que escapan a su conocimiento. Como que Festival de Eurovisión es históricamente gay friendly, que millones de los eurofans que son los verdaderos motores del Festival enarbolan la bandera con el arcoiris. Que la joven Conchita Wurst llevaba ese aspecto estudiado para luchar contra la discriminación sexual, que era una autoproclamada diva. Y que como ya pasó con la transexual Dana Internacional en 1998, estaba cantado.
Había muchas cosas a favor de Conchita Wurst en esta edición, todas aprovechadas a la perfección independientemente de la calidad de la canción, que no era mala, aunque, bajo mi punto de vista, no era la mejor. Lamentablemente no me creo sus lágrimas, ni su fragilidad impostada, ni su estudiada pose, pero yo soy adulto y acepto las reglas del juego. Eurovisión se puede haber convertido en la «parada de los monstruos» o no, es lo que hay y cada país juega sus cartas como mejor sabe, puede o le interesa. Nosotros, los telespectadores podemos disfrutarlo o pasar de ello, es nuestra elección. Austria ha sabido elegir, ha sabido promocionar y ha sabido poner en el firmamento a una peculiar estrella, enhorabuena señorita Wurst.
Para mi hija aún quedan mucho años por delante hasta que se de cuenta de lo que es este certamen, ella ya decidirá cuando sea el momento si lo acepta o lo rechaza, pero ya os digo yo, que por ahora, estará ahí, al pié del cañón.
Hasta pronto,
J
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Me gustó por dos motivos, la clara lucha contra la discriminación sexual y porque como buena friky de las pelis de James Bond, me recordaba a sus bandas sonoras.
Otra que me encantó fue la de Holanda, creo que esa es la que más me gustó. Con lo de las polacas me «harte» de reír, quizá si además hubiesen llevado barba jeje
Un beso
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Es cierto Laura, la canción no estaba mal, tenía cierta épica parecida a las bandas sonoras de James Bond pero no fue la que más me gustó. Coincido contigo en la canción Holandesa, y la de UK. Un abrazo
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