Raul, el amigo imaginario

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Cuando mi hija mayor tenía unos dos años y medio, tuvo un amigo imaginario. Fue una etapa curiosa, mi mujer y yo éramos padres primerizos y cualquier cosa que se saliera de la norma nos llamaba mucho la atención. Hace poco me he acordado de aquel episodio y me he decidido a plasmarlo en el blog, aunque para escribir esta entrada me he tenido que documentar. He estado echando un vistazo por internet para leer cosas que me pudieran aportar datos nuevos sobre lo que os voy a relatar y he encontrado algunas cosas interesantes, y como todo en internet, también mucha basurilla.

Según mis «investigaciones», el hecho de que aparezcan amigos imaginarios en la vida de nuestros hijos pequeños es una cosa bastante extendida. Al parecer, un estudio indica que sobre el 65 por ciento de los niños estadounidenses menores de siete años tiene o ha tenido un compañero imaginario. Es probable que esta estadística sea extensible a la población mundial y que el mismo porcentaje sea aplicable a los niños españoles, a los niños japoneses, a los niños peruanos y a los niños argelinos. Aunque como los niños americanos tienen más de todo, a lo mejor su porcentaje es mayor. Seguro que los niños de Mali o de Sudán tienen otras cosas como sanidad imaginaria, educación imaginaria o alimentación imaginaria…. en fin.

¿Qué el 65 por ciento de los niños ha tenido amigos imaginarios? que no me digan a mí ahora que los niños se aburren, el que no sepa con quién jugar, ya sabe…. Pero, ¿Qué es lo que realmente implica tener un amigo imaginario? Pues varias cosas, porque, como en botica, hay de todo, y en el caso que nos ocupa, hay hasta distintos tipos:

Hay un tipo de amigo imaginario que se lleva las charlas que papá y/o mamá le echa al niño real. Sería del tipo amigo imaginario pringao. Al niño real le regañan, este a su vez traslada la regañina y el castigo al amigo imaginario y todos tan contentos, todos menos uno, claro.

También está el amigo imaginario que protege. El niño real lo utiliza como héroe o hermano mayor, si tiene algún problema lo habla con el super-amigo y se escuda detrás, a buen recaudo.

Luego está el amigo imaginario sobre el que recaen todas las culpas. El niño real lo utiliza para que «se coma los marrones». Si alguien ha roto algo, si han esquilado al perro, si han pegado a la abuela, ya sabéis quién ha sido. Este es el tipo amigo imaginario culpable.

Y para finalizar está el tipo más común, el amigo imaginario colega, que lo único que hace es dar compañía, es el compañero de juegos fiel e ideal.

Como podréis ver con la descripción que os he hecho de los tipos de amigos imaginarios, la función que cumplen está bastante definida y por lo tanto el niño los utiliza para cubrir ciertas necesidades. ¿Hay algo de malo en que existan los amigos imaginarios? Pues en principio, siempre y cuando se den entre los tres y los cinco años de edad, no. Si tu hijo ya tiene quince años y sigue saliendo por ahí con sus colegas imaginarios, llámame loco pero yo me preocuparía. La mayoría de los estudios nos vienen a confirmar que, excepto en casos de psicosis infantiles, lo único que denota tener un amigo imaginario es un excelente desarrollo de la imaginación. Se ha llegado a asegurar que los niños que han tenido amigos de este tipo, tienen mejores habilidades comunicativas, cognitivas y creativas. Si lo centramos en el carácter de mi hija, han dado en el clavo, a la muchacha le va el mundo de la farándula más que a los Flores. También he leído que hay una creencia que indica que los amigos imaginarios son ángeles que solo los niños pueden ver, aunque bien pensado, depende del tipo de «amiguito» que sea, puede ser ángel o demonio, ahí no he querido profundizar, me quedo con la parte mas psicológica, dejaré el esoterismo para otro momento.

En aquel momento, cuando nuestra hija era tan pequeña no habíamos leído nada sobre este tipo de episodios y la verdad es que tampoco le dimos mayor importancia, aunque algún susto que otro sí que nos llevamos. El amigo en cuestión se llamaba Raul, y más adelante entenderéis por qué digo «llamaba». Trasladémonos cinco años atrás, a la época de la guardería. La niña nos contaba cosillas sobre su día a día, aunque era pequeña, era bastante espabilada y se desenvolvía bastante bien. Nos relataba cosas de la clase y de los compañeros, y un día, de buenas a primeras, empezó a hablarnos de un tal Raul. Sabíamos que no podía ser nadie de la urbanización, porque aquí no había ningún niño que se llamara así, y como no conocíamos a sus compañeros del cole, dimos por hecho que era uno de ellos.

Raul comenzó a ser importante en la vida de nuestra hija, hacían cosas juntos, él le regalaba cosas, ella también le regalaba cosas a él, se hacían dibujos, se intercambiaban juguetes, participaban en los mismos juegos….. Todo era perfecto hasta que mi mujer, con ese ansía que tienen las madres de saber todo lo que rodea a sus hijos, habló con la profesora…. Le contó lo contenta que estaba la niña con su profesora, con sus compañeros y con su amiguito especial Raul. La profesora debió poner casa de alucine, y le dijo a mi mujer, que en la clase de mi hija no había ningún Raul y que creía que en la escuela infantil, tampoco había ninguno. Mi mujer se quedó chafada, y por supuesto, bastante intrigada.

Días después tuve mi primera conversación seria padre-hija:

-¿Quién es ese amigo tuyo, el tal Raul? -Así sin paños calientes. -¿Es un amiguito del cole?

-No papá, Raul es mi amigo pero no es del cole.

-Entonces, ¿Es un niño de casa? -De nuestra urbanización, se entiende.

-No papá, Raul no es de casa.

-Pero, ¿Dónde está tu amigo entonces? -Yo ya estaba inquieto, mi hija no tenía mas vida social…

-¿Pues donde va a estar, papa?, en tu coche.

-¿En mi coche?, ¿Has dicho en mi coche? -Flipaba, no sabía si había oído bien.

-Si papá, Raul vive en tu coche. -Sí que había oído bien y ahora estaba acojonado.

Desde ese día, cada vez que dejaba a mis hijas en la guardería y me iba a trabajar, en coche, iba pensando en el puto niño. Me lo imaginaba ahí sentado entre las dos sillitas, hasta había veces que notaba como si alguien me observara…. imagino que era mi subconsciente, claro. Un niño en mi coche! Valiente chorrada….! Un día, de buenas a primeras nos dimos cuenta de que Raul ya no aparecía en las conversaciones, ya no se hablada de él. Mi hija no le mencionaba. Su amigo imaginario se había ido, había desaparecido sin rastro y, pobre mío, sin dejar mayor huella. Pero ¿qué pasó con Raul?

Este hecho no está verificado, no hay suficientes pruebas. Cuenta la leyenda que un día cogí mi coche con unas compañeras de trabajo para salir a comer, una de ellas se sentó en la parte de atrás, sin retirar ninguna de las sillas. Debió sentarse sin querer sobre el pobre Raul, que ni siquiera tuvo tiempo de quejarse. Nunca encontramos su restos imaginarios. O a lo mejor, Raul ya no estaba en mi coche, tal vez hacía tiempo que se había marchado, me temo que es algo que nunca sabremos.

Hasta pronto,

J.

7 respuestas a “Raul, el amigo imaginario

  1. Dejando a un lado la parte seria del relato y creyendo que si lo consideran un buen desarrollo de la imaginación, bienvenido sea… lo que me he reído con la chispa que le has dado en todos los sentidos! Y no, no te llamaré loco si un de 15 años sale con sus amigos imaginarios es que ha empezado pronto a fumarse la hierba del parque!!!
    Gracias por cada carcajada que he soltado!
    Un abrazo!

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  2. Jajaja….. desde luego tu coche lleva una cruz…. no hace mucho el mundo se confabulaba para hacer caer gotas de agua en túneles…. y ahora un Raúl imaginario…. tu coche me da un poco de mal rollito….. Menos mal que eso fue hace 5 años y ahí estás contándolo….

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